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El descrédito del héroe anticorrupción

La revelación de conversaciones entre el antiguo juez y el fiscal del megacaso de corrupción brasileño Lava Jato arroja graves dudas sobre su imparcialidad

El ministro y antiguo juez Sergio Moro este viernes en Brasilia. En vídeo, declaraciones de Moro el pasado 11 de junio sobre su conversación con el fiscal.Vídeo: SERGIO LIMA (afp) / epv
Naiara Galarraga Gortázar

El antiguo juez Sergio Moro, 47 años, está acostumbrado a oír a miles de gargantas corear su nombre como un héroe en manifestaciones en las que pasean enormes muñecos con su cara disfrazados de Superman. Fue una escena frecuente en las grandes protestas callejeras para echar a la presidenta izquierdista Dilma Rousseff del poder. Y se repitió a finales de mayo en una concentración de bolsonaristas frente al Congreso, en Brasilia. Moro, el juez que se embarcó en la cruzada de acabar con cinco siglos de impunidad para los poderosos de Brasil, entendió pronto que para abordar semejante empeño era esencial tener a la opinión pública de su lado. Y la ha tenido durante años. Pero esta semana su carrera ha sufrido un duro golpe que no le ha derribado (por el momento) pero sí ha erosionado mucho su credibilidad. Ahora las dudas han aflorado también entre quienes siguieron defendiendo su imparcialidad cuando aceptó ser ministro de Justicia tras haber condenado al expresidente izquierdista Lula da Silva a nueve años de cárcel por corrupción y cercenado así sus aspiraciones electorales.

El origen del escándalo son unas conversaciones privadas del entonces juez Moro con el fiscal jefe del caso Lava Jato, Deltan Dallagnol, que un medio digital, The Intercept Brasil, empezó a difundir el pasado domingo por la noche. Desde el primer minuto, acaparó el debate político y el foco informativo. Desplazó incluso al escándalo que tenía absorto a Brasil durante los días previos, la denuncia de violación contra el futbolista Neymar.

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Mensajes en Telegram

Los mensajes intercambiados en Telegram -una red social que presume de ser inmune a los piratas informáticos— han mostrado al público la fluida relación entre el juez y el fiscal, las sugerencias del primero al segundo sobre estrategias, plazos y pistas o las dudas del representante del Ministerio Público sobre la solidez de su caso contra Lula. Otros mensajes muestran a los fiscales hablando sobre cómo impedir que Lula fuera entrevistado en prisión por Folha y EL PAÍS antes de la primera vuelta de las elecciones, cuando era favorito en las encuestas, porque consideraban que eso favorecería al Partido de los Trabajadores.

Las dudas sobre su imparcialidad son tantas que hasta el diario que eligió para dar su primera entrevista tras el escándalo, el conservador Estadão, pidió en un duro editorial que abandone temporalmente el cargo mientras se investiga su conducta; Desmoronando es el titular de Veja. La revista, que en estos cinco años ha cubierto con celo las investigaciones de la megratrama, acusa a Moro de “haber traspasado inequívocamente la línea de la decencia y la legalidad”.

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El ministro, que pone en duda la veracidad de los mensajes y recalca que fueron obtenidos ilegalmente, se declara tranquilo, asegura que lo revelado hasta ahora “no compromete las pruebas, las acusaciones, ni el papel separado del juez, el fiscal, el abogado” y recalca que intercambios como los conocidos ahora son frecuentes en Brasil: “Sé que en otros países tienen prácticas más restrictivas pero la tradición jurídica brasileña no impide ese contacto personal”.

Son muchos los que discrepan de esta opinión, incluidos varios jueces del Tribunal Supremo y sólidos académicos. Moro tendrá que acudir al Senado a dar explicaciones el próximo día 19.

El político más popular

El presidente, el ultraderechista Bolsonaro, recalcó este viernes que “existen cero posibilidades” de que lo aparte del cargo después de que ambos fueran juntos al fútbol tras la bomba informativa como un primer gesto de apoyo público. En un Gobierno con tres ministros cesados en seis meses, marcado por las discrepancias internas y lastrado por múltiples polémicas, Moro ha sido hasta ahora uno de los activos indiscutibles. Es el político más popular de Brasil aunque las revelaciones de The Intercept han erosionado su imagen. Su apoyo ha caído 10 puntos al 50% en un mes según Atlas Político. Pero la ciudadanía aún tiene puestas en él enormes esperanzas para que las leyes contra el crimen que impulsa sean aprobadas y logren reducir la violencia, que es junto a la economía la prioridad de los brasileños.

Cabe la posibilidad de que sí dañe sus opciones de ascender al siguiente escalón, el Tribunal Supremo, donde desearía ocupar la plaza que quedará libre próximamente.

Manos Limpias como modelo

Desde joven apuntaba maneras. Amigos y compañeros de piso de sus años universitarios han contado que ya entonces tenía un arraigado sentido de la justicia. A menudo ha mencionado a los jueces italianos de Manos Limpias como su modelo. “Es innegable que constituye una de las más exitosas cruzadas judiciales contra la corrupción político administrativa que transformó Italia en una democracia vendida”, escribía en 2004 en un largo artículo académico el juez y profesor de derecho penal. Aquella cruzada alumbró a Silvio Berlusconi, el primer líder fruto de la antipolítica populista que tantos éxitos electorales cosecha en la actualidad.

Descendiente de inmigrantes italianos, Moro nació en Maringa, en el estado de Paraná, en 1972, está casado con una abogada que en la campaña mostró en Facebook su preferencia por Bolsonaro. Su marido fue el fichaje estrella del antiguo militar que basó su campaña en atacar al PT. Recordado por sus compañeros como un empollón, entró en la magistratura a los 24 años tras especializarse en crímenes financieros y corrupción. En los años siguientes participó en un curso de la escuela de derecho de Harvard y en una gira por Estados Unidos dedicada al blanqueo de dinero organizada por el Departamento de Estado para jóvenes líderes extranjeros. Habla un buen inglés.

Moro es un personaje crucial en el terremoto que ha sacudido la política brasileña durante el último lustro a consecuencia de la investigación Lava Jato. Participó en el primer gran caso en el que los brasileños vieron cómo sus jueces encarcelaban a sus políticos corruptos por más poderosos que fueran. El actual ministro fue ayudante de una de las juezas del caso Mensalão sobre el sistema de compra de votos organizado por el PT que estalló en 2005. Aquello rompió un tabú, pero nadie podía imaginar entonces que los pagos de sobornos millonarios de la estatal Petrobras a cambio de obras supondría condenas a 160 políticos y empresarios brasileños que suman más de 2.000 años, salpicaría a prácticamente todos los expresidentes vivos y extendería sus efectos por toda la región.

El caso Lava Jato cayó en el juzgado de un joven y discreto magistrado de Curitiba, que de manera metódica, siguiendo el ejemplo de los jueces de Manos Limpias se impuso la misión de erradicar la corrupción del estamento político y empresarial. Cuando le llegó el caso tenía una sólida formación y emprendió sentencia a sentencia el cambio del sistema, de la legislación y de la práctica jurídica para lograr su objetivo. Los promotores de Lava Jato han recibido muchas alabanzas además de críticas, básicamente por utilizar la prisión preventiva como modo de presionar a los investigados para que colaboren con la justicia.

Y las sospechas de que les mueven intereses políticos han sido frecuentes, sobre todo desde el entorno de Lula, la pieza más preciada de las muchas que se ha cobrado la investigación. El expresidente, sus abogados y su partido se sienten reivindicados con las últimas revelaciones y pretenden intentar la anulación del proceso judicial. De todos modos, el expresidente tiene una segunda condena y es investigado en seis casos más. Para ellos Lava Jato siempre fue una persecución política. El exmandatario lo dejó claro en una reciente entrevista con EL PAÍS y Folha en Curitiba, donde cumple su primera condena. "Estoy obsesionado con desenmascarar a Sergio Moro y sus amigos”.

La conexión brasileña de Greenwald

La publicación de los mensajes de los promotores del caso Lava Jato es una exclusiva de The Intercept Brasil, escrita por el estadounidense Glenn Greenwald y otros periodistas locales. Sostienen que lo revelado por ahora es una mínima fracción del material que les llegó a través de una fuente anónima. Para el mundo, Greenwald es la persona a la que el analista Edward Snowden le entregó una de las filtraciones más potentes de últimos años: los documentos que probaban el espionaje masivo realizado por la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos).

Pero en Brasil, es además de un reputado periodista el marido de un diputado de la izquierda. Y un enemigo de los ultraconservadores a los que la victoria de Bolsonaro ha revigorizado. Vive en Río de Janeiro desde 2005. Ante una recogida de firmas esta semana para que sea deportado de Brasil, ha recordado que ha invertido su vida personal aquí. Lleva 14 años casado con David Miranda, que entró en el Congreso federal tras la renuncia de otro parlamentario gay que abandonó Brasil por amenazas. Greenwald y Miranda son padres desde hace años de dos hermanos adoptados. The Intercept Brasil es parte del medio de investigación homónimo creado por el fundador de eBay, el filántropo Pierre Omaydar.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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