Fuera de contexto (Pasto, Nariño)
Pedirle sumisión a un carnaval es pedirle que sea la procesión de Semana Santa
Y entonces, en el segundo día de este año largo, un senador uribista de apellido Mejía lanza un quejido como una latosa cabañuela, como un presagio de lo que será en 2019 aquel oficialismo débil que ha perdido el pulso de los días que corren: "Lamentable que un desfile típico de una región, como el de años viejos en Pasto, lo hayan convertido en una muestra de odio y calumnias contra un Gobierno que lleva pocos días y que está tratando con todas sus fuerzas de recuperar al país del desastre y corrupción que nos dejó Santos", tuitea. Y uno recuerda que se ha vuelto difícil, por tanta competencia que hay, determinar cuál es "el mal de nuestro tiempo", pero que esta manía de sacar las cosas de contexto —tan propia de las ansiosas y tiránicas redes— tendría que ser de los primeros.
Porque es como si el teatro fuera ocupado por una mayoría ruidosa, ávida de lanzar sus opiniones irrevocables, en la mitad de la película. Y esas fueran las reglas del juego. Y a un senador le quedara bien seguirlas.
Sí, es una lástima que haya sido criticado sin respeto, sin superar la virulencia de la campaña, este Gobierno desautorizado que en apenas cinco meses —luego de ensayar a medias y a tumbos la recomendable vía de los pactos democráticos— se ha refugiado en una derecha señalada e impopular en el intento de recobrar al menos el apoyo de su supuesto electorado. Es una lástima que algunas críticas urgentes al presidente Duque se disuelvan en la lengua del odio que da likes. Pero el senador Mejía ejerce el vicio de privar los hechos de su contexto. Y lo que llama "el desfile típico", para empezar, es el carnaval más importante del sur de este archipiélago confesional que se llama Colombia: ni más ni menos que el Carnaval de Negros y Blancos de Pasto, en Nariño, que cumple 473 años de vida.
Que en 2009 fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Y cada enero pone en escena la tras escena de la vida en estas tierras católicas —y entonces recrea el desmadre y el regodeo de todos los cuerpos— y pone en su lugar a los poderosos que se creen dueños del pueblo. También requiere pies de página aquello del "desastre y corrupción que nos dejó Santos", aun cuando seguirle echando la culpa al Gobierno anterior es típico de Gobiernos perdidos y de "pocos días", pero resulta digno de una antología de la censura y de la descontextualización aquello de hablar de "muestras de odio y calumnias" en vez de hablar de los muñecos caricaturescos de Uribe y de Duque que fueron fabricados para la gloria de los desfiles satíricos del carnaval.
Pedirle sumisión a un carnaval es pedirle que sea la procesión de Semana Santa e insistir en la estrategia fallida de callar las críticas para que el Gobierno sea bueno. Tal vez no haya nada tan efectivo —cuando todo se reduce a imperar y a reducir lo que es a lo que uno quiere que sea— como sacar a los hechos y a las personas y a las culturas de su contexto. El propio Duque llamó crucial "el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia", así, sin más, en el intento de caerle en gracia al secretario de Estado de Trump, y la desproporción de sus palabras desató un alud de memes geniales y explicaciones no pedidas y llamados a no reorganizar la Historia según la ocasión, que en verdad eran llamados a entender que una vez los poderosos decretaron el mundo, pero hoy se gobierna un carnaval.
Quizás la solución, en esta tensa e importante exacerbación de la democracia, sea aquel aforismo griego que ciertos fans atribuirán a Maluma: "Conócete a ti mismo". Quizás hoy no sea posible un Gobierno que no sea un Gobierno auténtico: de carne y de hueso. Y el de aquí también esté en mora de serlo.
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