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Orbán sigue adelante con su ley de horas extras a pesar de las protestas

La norma permitirá a las empresas elevar de 250 a 400 las horas extra anuales por trabajador

Manifestantes a las afueras del Parlamento húngaro, este viernes en Budapest.
Manifestantes a las afueras del Parlamento húngaro, este viernes en Budapest.Laszlo Balogh (Getty)

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, ha decidido seguir adelante con su polémica ley de horas extras a pesar de las multitudinarias protestas que desde el pasado 12 de diciembre se suceden en Budapest y en otras ciudades de Hungría. Las concentraciones se han repetido este viernes, pocas horas después de que el presidente del país, Janos Ader, promulgase una ley que permitirá a las empresas elevar de 250 horas extra al año a 400 por trabajador.

"Son gritos histéricos", ha descrito Orbán las manifestaciones en una entrevista con la radio pública Kossuth. "No se podrá obligar a nadie a hacer horas extras y quien diga lo contrario, miente", ha desafiado el primer ministro.

El presidente de Hungría, del mismo partido que Orbán, también ha subrayado que "las horas suplementarias están vinculadas al consentimiento escrito previo" y ha asegurado que hay normas más estrictas o equivalentes en países como Reino Unido, Dinamarca, Irlanda o la República Checa.

Orbán parece dispuesto a repetir con la ley de horas extras la contumacia que le ha permitido sacar adelante otras polémicas reformas, desde la judicatura al trato de las minorías, desde la libertad de cátedra a la libertad de expresión.

Pero a diferencia de anteriores polémicas, que causaban más ruido fuera de Hungría que dentro, esta vez la inminente entrada en vigor de la ley de horas extras (el próximo 1 de enero) ha desencadenado una oleada de protestas que amenaza la popularidad de Orbán y su incuestionable dominio de la escena política húngara desde que regresó al poder en 2010.

En los últimos ocho años, Orbán ha chocado en repetidas ocasiones con la Comisión Europea. Y el Parlamento Europeo acusó en julio de este año al gobierno húngaro de violar los derechos fundamentales de la UE e instó a la apertura de un expediente sobre la base del artículo 7 del Tratado de la Unión para retirar a Budapest el voto en el Consejo Europeo.

Pero los roces con Bruselas no han hecho mella en el éxito electoral de Fidesz, el partido de Orbán. En abril de este año, Fidesz logró la mayoría absoluta con una participación del 70%. Y aunque el éxito se debió en parte a la política de acoso a la oposición, ni los más feroces críticos de Orbán cuestionan que cuenta con el respaldo de una buena parte de la población húngara.

La reforma laboral, en cambio, parece haber tocado un nervio popular que Orbán no tenía previsto y que puede descubrirle incómodas contradicciones. Los manifestantes acusan al primer ministro de hacer un mercado laboral a la medida de las multinacionales, en particular, las alemanas. Un cargo grave para un político que ha basado gran parte de su éxito en una retórica nacionalista y en alentar el fantasma de conspiraciones internacionales contra Hungría.

La ley de las horas extras llega después de las continuas quejas empresariales sobre falta de personal y de que algunas compañías hayan retrasado o cancelado sus planes de inversión. En mayo, la alemana Fehrer Automotive suspendió la construcción de una nueva planta en Hungría y lo atribuyó a la temida falta de trabajadores. El porcentaje de puestos vacantes en Hungría fue del 2,8% en el tercer trimestre de este año, por encima del 2,2% de media de la UE, según datos de Eurostat.

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