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Muere el jefe del espionaje militar ruso

El responsable de los servicios de inteligencia había recibido duras críticas por el ‘caso Srkipal’

María R. Sahuquillo
Igor Korobov, director de la inteligencia militar rusa, en 2017.
Igor Korobov, director de la inteligencia militar rusa, en 2017. AFP

El director de los servicios de inteligencia militar rusa (conocidos como GRU), Igor Korobov, ha fallecido este miércoles, según el Kremlin. Tenía 62 años y había sido nombrado Héroe de Rusia por sus servicios al país. El Ministerio de Defensa ruso ha informado de que padecía “una grave enfermedad”. Korobov dirigía desde hace cuatro años la agencia de espionaje, que últimamente se había destacado por sus errores y que está vinculada a algunas de las acciones más polémicas atribuidas a Rusia en los últimos años. Como el pirateo de la campaña electoral en las presidenciales de EE UU en 2016, el intento de asesinato con un agente químico al antiguo coronel del GRU Serguéi Skripal y su hija Yulia en Reino Unido o el ataque a los organismos mundiales antidopaje.

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Rusia siempre ha rechazado estas acusaciones y sostiene que forman parte de una campaña de desprestigio occidental. La muerte de Korobov, criticado por los fallos de la organización, deja el camino libre para que el presidente Vladímir Putin nombre —sin motivarlo en el trabajo de la agencia— a un sucesor para dirigir una entidad que, según los expertos, ha intensificado sus misiones secretas desde que la tensión entre Rusia, EE UU y la UE se ha intensificado después de que Rusia se anexionase Crimea en 2014. Hasta ahora y pese a las críticas, el Kremlin había descartado cambios próximos en el GRU.

Korobov había trabajado en inteligencia militar desde 1985, donde pasó por distintos puestos. En 2016, fue nombrado jefe del GRU por el presidente Putin tras la muerte de su predecesor, a los 58 años. El pasado marzo, fue incluido en la lista de sancionados por Estados Unidos por “actos por o en nombre del GRU” por la injerencia en las elecciones presidenciales de hace cuatro años. EE UU apunta que el espionaje militar ruso estuvo implicado directamente en los ataques cibernéticos a la campaña electoral de la demócrata Hillary Clinton; también les responsabilizó de los ciberataques a escala mundial NotPetya, que paralizaron empresas, Gobiernos e instituciones en varios países pero que afectó en mayor medida a Ucrania.

Y esos fueron solo algunos de los primeros episodios de un periodo complicado para Korobov. En marzo, todas las miradas se dirigieron al GRU tras el envenenamiento con Novichok, un gas nervioso, de Skripal, antiguo coronel del GRU y agente doble, en la ciudad inglesa de Salisbury. El fallido intento de acabar su vida provocó la muerte, sin embargo, de una mujer que cayó enferma tras manipular el agente químico. El caso tensó aún más las relaciones entre Reino Unido y Rusia.

En septiembre, la primera ministra Theresa May afirmó que se había identificado a dos ciudadanos rusos como sospechosos del ataque con Novichok. Y la inteligencia británica publicó las imágenes de videovigilancia que mostraban a dos hombres que más tarde una investigación periodística identificó como dos agentes del GRU. Tras días de polémica ambos señalados comparecieron en una entrevista en la cadena RT en la que negaron ser espías. Aseguraron que eran empresarios que habían acudido a la catedral de Salisbury de turismo. El suceso, los fallos de seguridad y la intervención de los dos hombres provocó episodios de mofa internacional.

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Unas semanas más tarde y cuando la polémica aún estaba caliente, las autoridades holandesas identificaron a cuatro agentes del GRU como responsables del pirateo de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas.

Desde entonces, varias fuentes han comentado a la prensa rusa que la salud de Korobov había empeorado. El máximo responsable del GRU no estuvo presente junto a Putin el pasado octubre en la fiesta por el centenario de la organización, una entidad con fama de ser la agencia de inteligencia más poderosa y más secreta de Rusia y que durante la época de la Unión Soviética estaba considerada como la rival de la KGB.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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