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Anwar Ibrahim, el hombre que quiere democratizar Malasia

El político, que ha pasado una década en prisión acusado de sodomía, sucederá al actual primer ministro en 2020, a pesar del pasado de traiciones que ambos comparten

El líder del partido Justicia Popular Anwar Ibrahim, en un discurso en Shah Alam (Malasia) el 18 de noviembre.
El líder del partido Justicia Popular Anwar Ibrahim, en un discurso en Shah Alam (Malasia) el 18 de noviembre. AHMAD YUSNI (EFE)

El camino ha sido largo, por no decir tortuoso. De las más de tres décadas que Anwar Ibrahim lleva dedicado a la política, ha pasado casi una en prisión (entre 1999 y 2004 y entre 2015 y 2018) por  acusaciones de sodomía, considerado un delito en la conservadora Malasia, de mayoría musulmana. Este político lideró varias carteras ministeriales en los noventa, incluso llegó a ser viceprimer ministro del Gobierno y lleva liderando la oposición desde comienzos de siglo. Pero su verdadera oportunidad parece llegar ahora, de la mano de su primer valedor y verdugo, el primer ministro Mahathir Mohamad, a quien sucederá en un plazo máximo de dos años. 

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“La espera siempre merece la pena, porque ahora podremos ver una gran transformación, un cambio trascendental de un modelo autoritario a uno democrático”, dice Anwar a EL PAÍS durante una visita al vecino Singapur. “Eso compensa todo esfuerzo, sacrificio y aislamiento en cualquier celda”, asegura Anwar.

Ahora forma un tándem con el nonagenario Mahathir, vencedor de las elecciones del pasado mayo en parte gracias a su alianza con Anwar, 20 años más joven y a quien prometió ceder el testigo en 2020 si ganaba los comicios, además de sacarle de prisión. Mahathir ganó la partida electoral y  Anwar abrazó su libertad poco después.

La relación entre ambos, digna de una trama de Shakespeare, se remonta a los ochenta. Entonces Mahathir, que ya servía como jefe de Gobierno durante su primer mandato (1981-2003), vio en el joven líder de un movimiento estudiantil islámico las trazas de un político sagaz y le ofreció un puesto en el partido, la Organización Nacional de los Malayos Unidos (UMNO).

Anwar pronto escaló puestos en UMNO: se convirtió en vice primer ministro entre 1993 y 1998, hasta que la crisis financiera asiática puso fin a su luna de miel. El político, con un perfil mucho más reformista que Mahathir, criticó el nepotismo que se daba en el gabinete de su mentor. En respuesta, Mahathir no solo lo destituyó, sino que le acusó de abusar de su poder para seducir a hombres de su entorno, lo que le valió una condena de cinco años de prisión por sodomía.

“Fue muy duro. Perdí un tiempo muy valioso de ver crecer a mis hijos (tiene seis junto a la actual vice primera ministra, la oftalmóloga Wan Azizah). Pero mi familia siempre me ha apoyado y ha creído en que la justicia prevalecería”, asegura calmado. Anwar ha dejado atrás el pasado. “Por fin vamos a poder liberar al país de la corrupción”, proclama.

Años en prisión por sodomía 

La corrupción a la que se refiere es fruto del ininterrumpido poder de la UMNO (al frente del país desde la independencia de Malasia de Reino Unido en 1957 hasta marzo) y de los últimos años del gobierno del ex primer ministro Najib Razak (2009-2018), quien le llevó de nuevo a prisión por sodomía en 2015, cuando Anwar le ganaba terreno desde la oposición. Pero ese mismo año salió a la luz el escándalo que daría un giro de 180 grados a la situación y que le uniría de nuevo a Mahathir: según filtraciones a la prensa, miles de millones de dólares del fondo 1Malaysia Development Berhad (1MDB), una empresa de desarrollo estratégico dirigida por el Gobierno de Najib, habían sido desfalcados.

Resueltos a parar los desmanes de Najib, Mahathir y Anwar formaron el partido Pakatan Harapan (Pacto por la Esperanza), consiguiendo que por primera vez en la historia de Malasia (con unos 30 millones de habitantes) la oposición ganase en las elecciones al omnipotente UMNO. Ahora es Najib  quien aguarda juicio, acusado de abuso de poder y corrupción por su implicación en el 1MDB. “La transición ha comenzado. Mahathir ha iniciado algunos de los cambios que se llevan pidiendo en los últimos 20 años”, apunta el político.

A la sombra del primer ministro

Anwar prefiere permanecer todavía a la sombra de Mahathir. Pese al pasado de traiciones, confía en que el dirigente mantendrá su promesa y le cederá el poder. Cuando gobierne, asegura que su primer objetivo será demostrar que lidera un país “que representa a todos los malasios y hacerlo desde la compasión y el sentido de justicia”.

“Creo que lo que ha ocurrido en Malasia es importante para mostrar que una transición democrática en una sociedad multiétnica -las principales son la malaya (69%), china (24%) e india (7%)- es posible”, remarca. “No podemos permitir que nuestros sistemas cedan ante la presión de los nacionalismos extremos. Eso solo beneficiaría –añade- a las élites en detrimento de las masas”.

Con respecto a la política exterior, Anwar muestra su rechazo el comportamiento de la lideresa birmana Aung San Suu Kyi hacia la minoría rohingya. “No podemos defender más las atrocidades cometidas por las autoridades de Myanmar. Necesitamos actuar de forma más fuerte, ser más claros en nuestras políticas”, defiende. 

Pero Anwar evita incurrir en activismos y comprometerse con ciertas medidas. Aunque califica de “arcaica” la ley de sodomía que le privó de libertad y se declara “inocente de esos cargos”, no aclara si promoverá su derogación cuando llegue al poder, en medio de lo que muchas organizaciones denuncian como un retroceso de los derechos de la comunidad LGBT en Malasia. “La orientación sexual es un asunto personal. El Estado –responde- no debe interferir”.

"No vemos que China sea una amenaza para la región"

Anwar Ibrahim defiende el buen estado de las relaciones de su país con China, pese a la decisión de Mahathir Mohamad de suspender cuatro proyectos de infraestructura de empresas chinas en Malasia. "Son contratos con los que no se podía proceder. No afecta a nuestras relaciones bilaterales o comerciales", defiende.

El político descarta que el auge de China sea una amenaza para la región. "Malasia se ha beneficiado del impresionante crecimiento que China ha alcanzado en las pasadas dos décadas". Y asegura que el objetivo del país es mantener el equilibrio en sus relaciones tanto con Pekín como con Washington para capear la guerra comercial entre ambos. "Nuestro reto es continuar navegando este periodo de turbulencias y buscar nuevas oportunidades para ser un puente de negocios e inversión".

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