_
_
_
_
_
Estar sin estar
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Es cultura

Es lamentable que durante los atribulados meses de las campañas políticas el tema que menos se mencionó fue precisamente el bastión de la cultura mexicana

J.F.H

Algo anda mal cuando un individuo o colectivo cualquiera transpira improvisación o abierta ignorancia y desprecio hacia eso que se llama Cultura. La curiosa etimología de la palabra señala que su origen viene del cultivo como cosecha y también como cuidado de las reses, y quizá por ello haya tanto buey que se le enredan y confunden las librerías con bibliotecas, la artesanía con las bellas artes y la bolita que me sube y me baja.

Más información
Pluma de capa y alas; por Jorge. F Hernández
Del imposible Pípila
La máquina de Jorge

Es lamentable que durante los sangrientos y atribulados meses de las campañas políticas el tema que menos se mencionó fue precisamente el bastión de la cultura mexicana que tanto provecho y promesa destila en todos sus ámbitos; bien visto, lo único que nos salva –sea en la cuarta transformación o en la enésima voluntad por salir de acomodos de quinta—es precisamente la cultura, nuestros museos, la orquesta y el arte allende Frida, así como las costumbres, el habla y la maravillosa historia que nos antecede por siglos. Es difícil que lo entiendan los improvisados políticos que deciden conceder espacios de poder a la nube evangélica o asignarle tareas maternales a una otrora agente de la prostitución organizada, tanto como la oprobiosa vergüenza de de alas de Samotracia a un paladín del postureo, otrora teibolero sólo para mujeres que en realidad no parece haber leído ni la caja de sus cereales. Con todo, el tema de fondo es el desdén con el que políticos de diverso giro ideológico han contaminado a México y no pocas partes del mundo con la oprobiosa manía de desdeñar la cultura, abonar a la amnesia a contrapelo de la memoria histórica y someter los libres vuelos de la imaginación y la literatura a las cuadrículas del mercado.

Dicen que cuando se le propuso a Churchill la necesidad de recortar el presupuesto de cultura para mejor enfrentar la amenaza de invasión nazi, respondió: “¿entonces, para qué peleamos?”. El astuto político del puro declaró después del Blitzgrieg que Inglaterra había salido con la frente en alto y sobrevivido los ataque de Hitler precisamente porque no cerraron los teatros en Charing Cross Road durante los bombardeos, así como en el Madrid del No pasarán se siguieron representando cuplés, zarzuelas, teatro y lecturas de poesía durante los nefastos bombardeos fascistas.

Quien no entiende que la mejor cara de México y su mejor horizonte de futuro descansa precisamente en fertilizar la educación y la cultura no sólo de millones de niños en las escuelas, sino de millones de ciudadanos en las calles y carreteras, paisajes, montañas e incluso mazmorras, peca del insalvable defecto de considerar que hemos de engrandecer las arcas con utópicos proyectos fiduciarios que en realidad no derramarían su beneficio de no fertilizar debidamente la conciencia de lo que realmente somos, la digestión de lo que hemos sido y la convencida esperanza de que de veras podemos ser mejores… si tan sólo dejáramos de caer en resbalones y gazapos de pésima cultura: hablo de empoderar a ignorantes, improvisar mandos, exagerar el despilfarro de las bodas y quince años con repostería vergonzosa y suponer que un bailarín de pacotilla sabe distinguir entre las artesanías que se colocan en el piso y las esculturas que merecen pedestal, entre los libros de autoayuda y la gran literatura, las rolas de Garibaldi y la música de Agustín Lara o el enésimo Huapango de Moncayo.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_