El ministro del Interior amaga con dimitir y aumenta la presión sobre Merkel
La coalición en el Ejecutivo germano se acerca a la crisis cuando acaba el ultimátum de los bávaros a la canciller por la cuestión migratoria
El Gobierno alemán presenta un serio riesgo de fractura. Este domingo expiraba el ultimátum de los conservadores que mantiene en vilo al Ejecutivo de Berlín. Horst Seehofer, ministro de Interior, Construcción y Patria, que había concedido dos semanas a la canciller alemana para endurecer su política migratoria, ha llegado a ofrecer su renuncia al cargo y como presidente de la bávara Unión Socialcristiana (CSU), lo que pone al borde de la quiebra al Ejecutivo. Tras una reunión de más de ocho horas con su partido, Seehofer ha dejado finalmente en el aire la dimisión a la espera de una nueva reunión con la canciller.
“He puesto a disposición mis dos cargos y lo cumpliré en los próximos tres días”, pero también dijo que “hoy nos reuniremos con la CDU en Berlín con la esperanza de llegar a un entendimiento […] buscamos un consensos sobre el control de fronteras”, dijo Seehofer a la salida de la reunión de once horas en Múnich. La interminable reunión en la sede de la CSU puso en evidencia la falta de unidad en el partido bávaro, responsable de un órdago con capacidad de desestabilizar a toda Europa.
Angela Merkel ha negociado contrarreloj durante 15 días con los socios de la UE y ha hipotecado buenas dosis de su capital político para lograr acuerdos que le permitieran devolver demandantes de asilo sin saltarse la ley y evitando el temido efecto dominó de cierre de fronteras.
Sus socios de Gobierno han estado reunidos en la sede de la CSU en Múnich desde primera hora de la tarde de ayer hasta pasada la una de la madrugada de este lunes, en un clima de tensión creciente. Mientras, la canciller ha defendido los pactos alcanzados porque consideró que tienen “efectos equivalentes” a las exigencias de Seehofer. Es decir, piensa que permitirán a Alemania devolver demandantes de asilo sin saltarse la ley y evitando el temido efecto dominó de cierre de fronteras. Para Seehofer, sin embargo, el resultado de las negociaciones europeas “no es equivalente”, según ha publicado la prensa alemana.
Merkel, al frente de un Gobierno con apenas 100 días de vida consideró que la situación es “seria”. Merkel dijo compartir los objetivos de la CSU de “reducir por un lado el número de emigrantes que traen a Europa las mafias y por otro lado también comparto la visión de que los demandantes de asilo no pueden elegir el país al que quieren ir”.
Ambos líderes y partidos comparten el objetivo, pero lo que les separa es cómo alcanzar esa meta. Mientras Seehofer defiende rechazar en la frontera a quien haya solicitado asilo en otro país, la canciller defiende una solución europea frente a la vía unilateral. Porque más allá de luchas de poder entre partidos alemanes, la crisis política que se vive estos días en Berlín es un reflejo de un pulso mucho más amplio. Es una muestra más de la batalla de las ideas que libra el multilateralismo europeísta frente a los anhelos identitarios y de una mayor soberanía nacional que venden y explotan las nuevas derechas populistas.
Las informaciones que emanaron el domingo durante el largo cónclave de la CSU en Múnich indican que más allá de posibles componendas de última hora, las fisuras del bloque conservador son evidentes. La CSU defiende su decisión de poner trabas a la libre circulación en la UE de forma unilateral y aluden a la credibilidad frente a unos votantes que el próximo octubre decidirán si los bávaros pierden la mayoría absoluta en el próspero Estado federado. “Se trata de la credibilidad del líder del partido”, dijo Seehofer durante la reunión de su partido este domingo, según cita la agencia alemana de noticias DPA.
Algunos dirigentes de la CSU se apoyan incluso en el texto de conclusiones que adoptó el consejo europeo la noche del jueves al viernes. El punto 11 de ese documento está dedicado a las llamadas “migraciones secundarias”, es decir, al desplazamiento de demandantes de asilo de un país de la UE a otro y en él se dice que “con el fin de evitar movimientos secundarios, la adopción de medidas nacionales está expresamente reconocida”. Alexander Dobrindt, jefe del grupo parlamentario de la CSU interpretó en la reunión del domingo ese párrafo como un mandato para ordenar el cierre de fronteras de forma unilateral, según el diario Bild. La canciller alemana rechaza, sin embargo, que el texto pactado abra esa posibilidad.
En la noche del sábado al domingo, Merkel y Seehofer mantuvieron una reunión en la cancillería cuyo contenido no había trascendido hasta la tarde del domingo. En los últimos días había habido un cierto acercamiento por parte de la CSU, que empleó un tono más conciliador. Pero la noche del sábado en Berlín todo se torció, según la versión del ministro de Interior. “Viajo hasta Berlín para reunirme con ella y la canciller se mueve cero coma cero”, dijo Seehofer en la reunión con su partido, citado por el Bild. “No hubo ningún resultado”, añadió.
Mientras, los socialdemócratas (SPD), también socios de la coalición de Gobierno alemana que hasta ahora habían asistido en silencio a la batalla entre las filas conservadoras, han preparado su propio plan de asilo, que su ejecutiva tiene previsto aprobar este lunes. Este domingo, Der Spiegel ha adelantado el contenido del plan de cinco puntos en el que piden una política europea de asilo y una nueva ley de migraciones para Alemania. Se oponen a la creación de centros en el norte de África en los que encerrar a demandantes de asilo y apoyan a la canciller Merkel en su rechazo a medidas unilaterales de cierre de fronteras como la que propuso Seehofer.
El conflicto estalló a principios de mes. Fue el 12 de junio cuando Seehofer tenía previsto presentar con gran ceremonia su “plan maestro para el Asilo”. De las 63 medidas que contiene el documento, la canciller rechazó solo una: la devolución de demandantes de asilo en la frontera que hubieran solicitado protección internacional en otro país de la Unión. Entre enero y finales de mayo de este año, Alemania ha solicitado 26.023 devoluciones a países de la UE, hasta un 35% de ellas a Italia. El problema es que apenas el 15% de ellas se ejecutan. Así por ejemplo, Berlín ha solicitado a España en este periodo 1.849 devoluciones, pero solo 172 fueron ejecutadas, según datos del ministerio de Interior publicados en respuesta a una pregunta parlamentaria el mes pasado. Acelerar y hacer más eficiente ese proceso que regula el reglamento de Dublín es lo que exige Seehofer.
El Este planta a Merkel
El viernes, Angela Merkel envió un documento de ocho páginas a sus socios de coalición, los conservadores bávaros y los socialdemócratas, en el que aseguraba que 16 países, entre ellos España, mostraban su compromiso político para acelerar las devoluciones de demandantes de asilo que hubieran recalado en Alemania. Se refería a los acuerdos bilaterales que contempla el reglamento de Dublin y con los que Merkel aspiraba a contentar a los bávaros de la CSU. En la lista de países, Italia es la gran ausente, ya que suma un tercio de las solicitudes alemanas para devolver demandantes de asilo
El texto del documento fue filtrado a la prensa alemana y en seguida, tres países del Este, muy críticos con la política alemana de 2015 de puertas abiertas para los refugiados —Hungría, Polonia y República Checa— salieron a desmentir el supuesto compromiso con Berlín. “No hay un nuevo acuerdo para aceptar refugiados de otros países de la UE”, dijo el portavoz de Exteriores polaco. “Polonia tiene una política de asilo muy restrictiva y no la va a cambiar […] igual que Hungría o la República Checa”, añadió.
"El este de Europa deja colgada a Merkel", tituló la edición digital de Der Spiegel. La canciller explico más tarde en su entrevista televisada, que se refería en su texto a "compromisos a nivel político" y no a acuerdos como los alcanzados con España o Grecia que sí fueron anunciados en un comunicado pro el Gobierno alemán. Más allá de las especulaciones sobre la agenda política interna de los países del Este, lo cierto es que su supuesto desmentido sembró dudas sobre todos los presuntos triunfos negociadores de Merkel y añadió confusión adicional a las ya peliagudas negociaciones entre los partidos alemanes.
Y todo esto en un momento en el que Alemania nunca había sido tan segura en los últimos 25 años, el paro nunca había sido tan bajo desde la reunificación y la llegada de demandantes de asilo es la menor desde 2015. Poco importa. La crisis alemana es la prueba irrefutable de que en los últimos tiempos la percepción tiende a distar sin aparente remedio de la realidad.
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