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Columna
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El mundo necesita adultos responsables, no optimistas infantilizados

¿Cómo hacer que la gente despierte ante el cambio climático en la época del entretenimiento?

Eliane Brum

São Paulo, la mayor ciudad de Brasil, puede enfrentar una vez más una crisis de agua en año de elecciones. Y no son unas elecciones cualesquiera, se anuncian como unas de las más duras y truculentas de la historia reciente, agravadas todavía por las fake news. En la primera crisis de agua, en 2014, el gobernador Geraldo Alckmin (PSDB), fue reelegido en la primera vuelta afirmando que "todo estaba bajo control". A pesar de las evidencias cotidianas de que sucedía algo muy grave, la mayoría de la población de São Paulo prefirió creer que todo iba a salir bien y que podría retomar su vida sin muchos cambios. El descubrimiento más importante que la crisis reveló fue a qué nivel de desconexión de la realidad pueden llegar las personas para no tener que enfrentar las dificultades, hacer cambios permanentes en su vida y presionar a los gobernantes y legisladores a crear políticas públicas. Y cómo están dispuestas a creerse a cualquiera que pronuncie la expresión "bajo control". El problema es que cualquiera que diga, en tiempos de cambio climático, que algo está "bajo control" o es un mentiroso o está loco. Pero, de nuevo, volvemos a ese tipo de irresponsabilidad alimentada por la incapacidad de responsabilizarse de los adultos infantilizados que prefieren creerse cualquier estupidez a tener que enfrentar el malestar que sienten en sus huesos.

En el evento que conmemoró los 15 años del Foro Pacto Global, de la Red Brasil de Naciones Unidas, el 16 de mayo, Vicente Andreu, expresidente de la Agencia Nacional de Aguas, hizo una intervención contundente en el escenario del auditorio del Museo de Arte de São Paulo: "No es justo venir a un acontecimiento como este y no decir lo que uno siente realmente. El agua en Brasil es un tema degradado en la agenda política. Solo aparece durante las elecciones como tragedia y denuncia, sin propuestas", afirmó.

"La normalidad ahora es la excepción"

Las series históricas, tan mencionadas en la crisis de 2014, ya no tienen sentido en un planeta alterado por el cambio climático. "Nuestras series históricas, el mecanismo que siempre hemos utilizado, de mirar atrás para proyectar el futuro, ha terminado. No podemos hacer absolutamente nada más con las series brasileñas. Mi formación es en Estadística... Quien intente hacer alguna correlación con las series históricas en los últimos diez años en Brasil aquí en el Cantareira (principal sistema de abastecimiento de agua de São Paulo), lo puede hacer matemáticamente, pero ¿de qué sirve?", cuestionó Andreu, uno de los principales organizadores del Foro Mundial del Agua, que se llevó a cabo por primera vez en Brasil en marzo. "La variabilidad del período del ciclo hidrológico está completamente alterada en Brasil y en el mundo en función de los cambios climáticos. Y todavía se intenta explicar el mañana con una media... El resultado es más o menos este: nunca está en la media. El año que se llega a la media, alguien corre y dice: 'Eh, ha vuelto a la normalidad, ha vuelto a la media'. Pero la normalidad ahora es la excepción".

Según Vicente Andreu, existe la posibilidad de que en São Paulo se produzca una crisis de agua peor que la de 2014. Afirma también que, a pesar de que el sistema Cantareira haya dejado de abastecer a 1,6 millones de personas, el consumo actual es de 300 litros por habitante al día, el mismo que antes de la crisis. "El gráfico de abril en el Cantareira es el mismo que en 2014. Si no llueve en mayo, será peor que en 2014. Ya no se puede vender a la gente una seguridad que no existe. Tenemos que afirmar, sin vergüenza: 'No lo sé, no lo sabemos'", afirma. "Tenemos que trabajar con el principio de la precaución. Y el principio de la precaución es, por naturaleza, pesimista. Estas cosas tienen que tratarse de manera verdadera, con la complejidad, con las incertidumbres que existen, para que la gente se lo crea. Si no se lo creen, no sirve de nada".

Ser responsable hoy es afirmar que la situación NO está bajo control

Ser responsable hoy es afirmar que la situación NO está bajo control. Por una irresponsabilidad general, la crisis de 2014 no provocó cambios significativos y permanentes en los hábitos de consumo. Hay mucho que hacer en la industria y en la agricultura, que provocan mucho más impacto, así como en las casas de la gente. No se hicieron las inversiones necesarias en reforestación y recuperación de la vegetación alrededor del Cantareira, una medida más que urgente. La Mata Atlántica es una selva arrasada. Hay que recuperarla. Quienes se aferran a las series históricas están, de hecho, aferrándose a su empleo en un planeta que ya ha cambiado.

Puede llover más o menos este año. La crisis de agua puede ser mayor o menor. Lo que hay que entender es que no se trata de una crisis ahora y otra no sé cuándo, sino una catástrofe en curso, una realidad de este momento histórico que tenemos que enfrentar, en la que habrá un número mayor y más frecuente de fenómenos extremos. No es opcional. El cambio climático está aquí. Y no se irá por mucho que metamos la cabeza en un bote de Trankimazin.

Los adultos de hoy tienen una mentalidad del siglo XX y crían a sus hijos con una mentalidad del siglo XX

Hay varias barreras que obstaculizan el poder enfrentar este momento de urgencia. La primera de ellas es que los adultos de esta época traen una mentalidad del siglo XX y están criando a sus hijos con una mentalidad del siglo XX. Todavía con la convicción de que bastan obras y tecnología para que todo se resuelva, con una creencia absoluta en la potencia humana. Frecuentemente sin darse cuenta de que ese "todo se puede" ha alterado la Tierra. Tanto, que científicos respetados defienden que se cambie el nombre del actual intervalo de tiempo geológico del planeta, que se llamaría Antropoceno, o período en que la especie humana se convirtió en una fuerza capaz de deformar el paisaje global.

Otra barrera es el momento geopolítico, con una pesadilla como Donald Trump liderando la mayor potencia mundial y las democracias en crisis existencial profunda. En Brasil, que alberga la mayor parte de la mayor selva tropical del mundo y debería dar ejemplo, pero no lo hace, se perdió la oportunidad de hacer un gran cambio de paradigma cuando São Paulo vivió la crisis de agua. Los intereses electorales se impusieron y la población, ya agotada por tantas dificultades económicas y decepciones políticas, se abstrajo una vez más.

El debate serio sobre el agua y el cambio climático solo entrará en los programas electorales de este año si los electores ejercen mucha presión. Sin políticas públicas para enfrentar los desafíos del calentamiento global y de otros cambios provocados por los seres humanos, que incluyen desde reducir a cero la deforestación en la Amazonia hasta hacer llegar el saneamiento a toda la población, no se enfrentará nada de hecho. Pero el contexto es de corrosión de la política, de una manera general, y de baja credibilidad de los políticos tradicionales. Para agravar la situación, el precandidato a la presidencia Jair Bolsonaro, que ya se ha revelado incansable a la hora de proclamar su ignorancia sobre todos los temas, encabeza las intenciones de voto en los posibles escenarios sin el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Quien trabaja con las cuestiones del cambio climático se pregunta de manera recurrente: ¿qué se puede hacer para que las personas comprendan lo que sucede hoy en el planeta y empiecen a actuar, que significa tanto presionar al poder público para tomar las medidas necesarias como cambiar hábitos arraigados y adaptarse a una vida que será diferente? Había la expectativa de que São Paulo, por su tamaño e importancia, pudiera ser un laboratorio de concienciación y propuestas creativas durante la crisis de agua que empezó en 2014. Pero se perdió la oportunidad. Y la crisis la olvidaron rápidamente los que todavía tienen el privilegio de poder olvidarla, como si hubiera sido solo un sollozo.

Con los índices del sistema Cantareira revelándose peligrosos de nuevo, han empezado las falsificaciones y los enmascaramientos. El pasado lunes, 21 de mayo, el Cantareira estaba al 47,8% de su capacidad. En 2012 y 2013, años que antecedieron a la crisis, el Cantareira funcionaba con el 73,5% y el 61,5%. Pero Sabesp, la empresa de saneamiento del estado de São Paulo, ya ha afirmado que "no hay motivo para preocuparse". La irresponsabilidad del "bajo control" empieza a reproducirse. Al fin y al cabo, Geraldo Alckmin ha dejado el cargo de gobernador de São Paulo para presentarse a la presidencia de la República por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).

La neurosis del optimismo convierte a los pesimistas en traidores

Todavía hay otra barrera que impide que las personas despierten. Y esta puede ser la más difícil de vencer. Este momento de la historia, en que el cambio climático se convierte en el mayor desafío, encuentra un tipo de humano que ha sido moldeado por la industria del entretenimiento. Hombres y mujeres se han convertido en adultos infantilizados esperando que les digan qué sucede, qué pensar y cómo reaccionar, y qué tienen que consumir cada vez, desde productos materiales a conceptos. En esta clave entra la actual neurosis del "optimismo", que hace que los "pesimistas" se conviertan en una especie de traidores que no quieren que el mundo mejore.

Ya lo escribí en este espacio y no me canso de repetirlo: acusar el malestar de esta época es una señal de salud mental. Actuar como corderitos saltarines de dibujos animados mientras se destruye la Amazonia, la escasez de agua amenaza São Paulo, el Ártico se deshiela aceleradamente, los fenómenos climáticos extremos se suceden y las poblaciones más frágiles empiezan a desplazarse puede demostrar dificultad para conectarse con la realidad. Esa negación es preocupante.

Pero la industria del entretenimiento ha preparado a toda una generación de consumidores de emociones para este tipo de comportamiento. Y está preparando a la nueva que va a asumir un mundo con dificultades extremas. Las caritas sonrientes, la rabieta y los corazoncitos de las redes sociales son una etapa más en la infantilización de la humanidad. Somos adultos que nos pasamos el día poniendo dibujitos monos en posts.

Por razones profesionales, suelo asistir a eventos sobre temas serios. Me he dado cuenta de que, de forma acelerada, una parte de estos encuentros se han vuelto, en los últimos años, cada vez más parecidos a los programas de televisión que a los estadounidenses les encantan y que parte del mundo imita. O sea: temas del momento con diversión y muchos chistes. De preferencia, el conferenciante tiene que comportarse como un comediante de stand up. El público, gente adulta, claramente espera que se le entretenga. Di que el mundo se acaba, pero de una manera agradable. A continuación, haz alguna gracia. El público se ríe. A veces grita ¡yuju! Pura actuación. No se trata de condenar la risa, todo lo contrario. Me refiero al asombro de que esto sea necesario. No es algo casual, sino que molda la estética y la ética.

Se ha alzado el "optimismo" a una especie de superioridad moral

Así, quien solo dice lo que tiene que decirse es un pesado. Y el pesado ha adquirido otro nombre: "pesimista". En este contexto, se ha alzado el "optimismo" a un tipo de superioridad moral. Hay que tener un pensamiento "positivo" para ser un buen consumidor, también de conceptos. Hay que ser divertido, liviano, bromista. Si no diviertes, tienes que producir algún sentimiento que sea consumible, como deleitar al público. Darle algo que sienta que adquirió en ese momento, pero que no lo perturbe más allá de ese momento. Algo que no lo moleste ni que le estropee el día. La idea no es producir movimiento, sino ofrecer al consumo del público un producto que venda la sensación de movimiento.

El día 18 de mayo, el ambientalista estadounidense Paul Hawken lanzó la versión brasileña de Drawdown: The Most Comprehensive Plan Ever Proposed to Reverse Global Warming (Drawdown: El plan más completo que se haya propuesto para revertir el calentamiento global). En un acontecimiento en el Museo de Arte Moderna (MAM), en el Parque del Ibirapuera de São Paulo, habló sobre la necesidad de encontrar un lenguaje para que las personas puedan entender los conceptos del cambio climático y tener la oportunidad de cambiarse a sí mismas.

Y pone un ejemplo. Si llegara a cualquier lugar de São Paulo y preguntara qué hacer con relación a los 2 grados Celsius, nadie tendría ni idea o interés en el asunto. Pero ese es el límite del calentamiento global que no puede sobrepasarse, aunque todo indique que sucederá. Es quizás el número más importante de este momento histórico para todas las personas. Pero, según Hawken, y tiene razón, hay que encontrar otra manera de transmitirlo, porque la forma como los científicos —y también los periodistas— lo hacen no llega al público. Cree que hay que dar información a las personas, para que tomen sus propias decisiones, y no imponerles lo que tienen que hacer.

En el lanzamiento del libro, presentado por el periodista Paulo Lima, con la participación del científico del clima Carlos Nobre y de la modelo Gisele Bündchen, parecía que el lenguaje había agradado al público, que reaccionaba con animación. El libro es importante y hace un esfuerzo por presentar soluciones que la mayoría de la gente puede entender. Y cualquier esfuerzo en este sentido tiene que ser bien recibido.

Pero es interesante observar como la "venta" del libro apuesta por el pensamiento positivo, por el respeto a la decisión del individuo y por la idea de la superioridad moral del optimismo. Apuesta también por la "oportunidad" que la crisis climática representa para que la humanidad cambie para mejor. El calentamiento global como una "bendición", no como una "maldición", como se dijo. "Consideramos que el calentamiento global no es un hecho inevitable, sino una invitación a construir, innovar y realizar cambios, un camino que despierta nuestra creatividad, compasión e inventiva. No es una agenda liberal, ni conservadora: es una agenda humana", escribe Paul Hawken.

En la apertura del lanzamiento, Pedro Paulo Diniz destacó que la forma de abordar el cambio climático mediante el pensamiento positivo y las soluciones, en lugar del discurso del apocalipsis climático, es lo que le atrajo de las ideas de Paul Hawken. Heredero de una de las familias más ricas de Brasil, Diniz se dedica a la producción de productos orgánicos en su hacienda y es uno de los fundadores de Believe.Earth, un movimiento de historias positivas a favor de un desarrollo sostenible lanzado en 2017, en el festival Rock in Rio.

Si el cambio climático pone a la humanidad en el mismo barco, no podemos olvidar que hay barquitos de papel y yates de lujo

La idea de una "agenda humana" es bonita, y los believers, como se presentan, tienen buenas intenciones. Pero hay que observar que esa idea la utilizan diversas fuerzas políticas para emborronar algo que cruza el cambio climático: la desigualdad social y racial. Si el cambio climático nos pone a todos en el mismo barco, como especie humana que habita el mismo planeta, en realidad hay barcos que se hunden primero, hay barcos que ya se están hundiendo, y en esos barcos inseguros están los más frágiles. Hay barquitos de papel y yates de lujo y ultratecnológicos. El cambio climático explicita la desigualdad de Brasil y del mundo. Solo hay que ver quién está dejando su casa, región y país, huyendo de los fenómenos extremos.

Esta idea de la "agenda humana", si por un lado es bonita y verdadera, tiene que verse con cautela, para que no se utilice para borrar la desigualdad, que es la agenda urgente también en el tema del cambio climático. Este discurso se alinea con el que busca desdibujar las diferencias fundamentales entre la derecha y la izquierda. De la misma forma, hay que ver con cautela la exacerbación de la idea de cambio individual.

Si cada uno tiene que cambiar sus hábitos de consumo y responsabilizarse por su efecto en el planeta, las medidas efectivas, urgentes e importantes para enfrentar los desafíos del calentamiento global son medidas construidas en el espacio público. Ese debate tiene que trabarse en el campo de la política. Es por medio de medidas públicas que se protege a los más frágiles y se combate la desigualdad.

Gisele Bündchen, la modelo más exitosa de la historia, firma uno de los prefacios del libro y apoya el proyecto. Es una mujer interesante, que ha hecho mucho para divulgar la causa ambiental cuando tantos en su posición no hacen otra cosa que gastarse el dinero acumulado. Y su poder de alcance es inmenso. Gisele empezó a convertirse en una voz en defensa del medio ambiente cuando, años atrás, fue al Parque Nacional del Xingú. Esperaba una Amazonia mítica, al estilo de Avatar, la taquillera película de James Cameron, y se encontró con la realidad de una selva corroída junto con sus pueblos.

Una declaración de Gisele Bündchen durante el debate puede ayudar a algunos padres en este momento en que es tan necesario educar a un hijo para el mundo que está aquí. En la práctica, Gisele parece escoger un lenguaje más duro que agradable para hablar de la destrucción del planeta con sus hijos:

"Tu juguete puede acabar en la barriga de la ballena", dice Gisele Bündchen a su hijo

"Todos tenemos que responsabilizarnos por cómo vivimos nuestra vida, porque todos generamos impacto. Claro que, cuando las empresas grandes cambian, el impacto es mucho mayor que el de una u otra casa. Pero creo que la consciencia empieza en cada ser humano. ¿Cuál es mi responsabilidad aquí? En casa tenemos un jardín, paneles solares, bebemos agua del filtro. Si entra una botella de plástico en casa, me transformo en un monstruo, ¿entiendes? El otro día les mostré un vídeo a mis hijos en el que abrían una ballena, y dentro era puro plástico. Mis hijos dicen que son los protectores de la naturaleza. Siempre les muestro el impacto, porque tienen que saber cuál es. Mi hijo tiene 8 años, y desde hace dos años no quiere regalos. Le dije que su regalo podría acabar en la barriga de una ballena en el mar (risas del público). Antes de dormir, les leo un libro y a veces quieren ver fotos. Una vez les mostré las fotos de los elefantes huérfanos, y mi hijo se emocionó mucho. Entonces, por su sexto cumpleaños, les pidió a todos sus amigos: 'Donad a esta fundación que protege a los elefantes'. Treinta niños llegaron a casa y lo ayudaron a ayudar a los elefantes. Y ahora le dice a su hermana: 'Vivi, oye, deja que te diga algo: ¿quieres matar a los animales del mar?'. Es importante que sepamos que la forma en que escogemos vivir tiene un impacto en el mundo entero. Tenemos que saberlo, tenemos que ver cómo impactamos y cómo podemos mejorar nuestras acciones. Esta es nuestra casa, la única que tenemos. No va a bajar un santo a resolver nuestro problema. Nosotros tenemos que resolverlo."

Es interesante ver que Gisele Bündchen habla con sus hijos sin hacer pirotecnias verbales o acrobacias psicológicas. Demuestra que respeta la inteligencia de sus hijos y su capacidad emocional para lidiar con hechos difíciles, así como también apuesta por la formación del discernimiento. Muestra la ballena muerta con plástico dentro y dice: "Tu juguete puede ir a parar ahí. ¿Qué quieres hacer al respecto?". Los niños, hijos de una de las parejas más famosas y ricas del mundo, escuchan lo que muchos adultos parece que no consiguen escuchar. Y se les enseña a responsabilizarse por su impacto en el planeta.

Encontrar un lenguaje para que las personas sean capaces de nombrar su malestar y presionar para que se tomen medidas de reversión del calentamiento global es todavía un desafío. Pero no queda tiempo para esperar que los adultos infantilizados de hoy se emancipen. Cambiar hábitos de consumo no es solo una cuestión de elección del individuo, ya que la mayoría de los más afectados hoy por los efectos del cambio climático son los que no tienen elección, los más pobres y los más frágiles. Solo hay que recordar quién sufrió más en la crisis de agua de 2014 en São Paulo. Cambiar hábitos de consumo es una obligación ética, un compromiso con la colectividad, principio básico de la vida en comunidad.

La clave de este momento histórico no está entre el optimismo y el pesimismo, o entre el pensamiento positivo y el negativo. No hay tiempo para trucos de auditorio. La crisis climática es gravísima y sus efectos están solo empezando. Los adultos tienen que ser capaces de escuchar. Y de reaccionar con algo más que caritas sonrientes o rojas de rabia. Hay que romper la estética del entretenimiento porque no es ética. Nada está "bajo control". Es exactamente esto lo que se tiene que decir.

Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficción Coluna Prestes - O avesso da lenda, A vida que ninguém vê, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas. Web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum. Facebook: @brumelianebrum.

Traducción: Meritxell Almarza

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