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Trump fue el quinto contendiente en el debate de Tijuana

La situación de la diáspora mexicana domina el segundo debate presidencial, en el que se escucharon elogios hacia los migrantes, pero propuestas vagas

Pablo Ximénez de Sandoval
De izquierda a derecha, Jaime Rodríguez, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Andrés Manuel López Obrador.
De izquierda a derecha, Jaime Rodríguez, Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Andrés Manuel López Obrador. AP

No había pasado un minuto del segundo debate presidencial de México y los candidatos estaban hablando de muros, de animales, de faltas de respeto. Donald Trump fue más que una sombra, fue casi un contendiente más en el plató contra el que los cuatro candidatos a la Presidencia de México midieron sus discursos, para decidir quién iba a ser más contundente en la defensa de su país frente a la agresión diaria de Washington. Trump ha puesto a los migrantes en el centro de la agenda política de Estados Unidos. Y también, por primera vez, en la de México.

La situación de los migrantes mexicanos era, sobre el papel, el tercer bloque del debate presidencial de Tijuana. En realidad, la relación con Estados Unidos y con Trump acabó por dominar el encuentro de principio a fin. Desde la primera respuesta de Jaime Rodríguez, El Bronco, al que le preguntaron por comercio exterior y respondió haciendo referencia al comentario de Trump en el que dijo que algunos deportados eran “animales”. O la primera de Ricardo Anaya, que a la misma cuestión del comercio exterior contestó que fue “un error inaceptable recibir a Trump en Los Pinos”.

Respondió José Antonio Meade, que era ministro cuando se realizó aquella visita, en medio de la campaña, que desató la indignación contra el presidente Enrique Peña Nieto. “Yo no anticipé que (Trump) fuera a ganar. Fue una sorpresa”. Las palabras las firmarían varios cargos públicos del año 2016 en Estados Unidos. “No solo fue un error, fue una humillación al pueblo de México que se le pusiera alfombra roja después de un año insultando a los mexicanos”, insistió Anaya, para erosionar de un solo golpe la principal fortaleza de Meade, que es su experiencia de gobierno y en política exterior.

En Estados Unidos viven entre 11,5 y 12 millones de mexicanos. Con sus hijos, son más de 30 millones de personas con derecho a voto en las presidenciales del 1 de julio. Su aportación, sin embargo, es minúscula. Solo 181.000 personas se han registrado para votar, en un país donde las elecciones se deciden por decenas de millones de votos. Pero hay tendencias interesantes. Esa cifra es el triple que en 2012. En total, alrededor de 700.000 personas pidieron la credencial de elector, una cifra récord que coincide con la estimación inicial que hizo el Instituto Nacional Electoral sobre el interés que tendría la elección al otro lado de la frontera.

Tijuana es frontera. Ninguna otra ciudad simboliza las contradicciones, tragedias y éxitos de la relación entre México y Estados Unidos. Los candidatos se refirieron en varias ocasiones a la ciudad y la región. Andrés Manuel López Obrador prometió duplicar el salario mínimo en toda la frontera, para que no se tenga que ir tanta gente. Ricardo Anaya prometió bajar el IVA a la mitad y coincidió en aumentar el salario mínimo.

Entre unas respuestas y otras, los cuatro candidatos vinieron a definir su hipotética relación con Trump. Meade dijo: “No voy a permitir que se nos falte al respeto jamás”. López Obrador dijo que él se llevaría bien con Trump. Rodríguez habló de “destetarnos de los gringos”. El más contundente fue Ricardo Anaya, que dejó claros los temas en los que Estados Unidos depende de México, especialmente comercio y cooperación transfronteriza. “En materia de seguridad nos necesitan, y mucho. ¿Cuántos terroristas han entrado por México? Cero”. Después recordó que “Texas exporta más a México que todo Estados Unidos a Japón”.

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Presionado para concretar cómo defendería a México frente a Trump, aseguró “todo está sobre la mesa”, una amenaza directa de dañar a EE UU a través del comercio o de dejar de cooperar contra el crimen. Esta amenaza está en el aire desde el principio de la era Trump, pero el Gobierno de México nunca la ha concretado. Anaya leyó un pasaje de un libro de Trump para recordar que el presidente entiende cualquier cesión como una debilidad.

Ningún candidato fue capaz de articular una respuesta sobre el combate al crimen trasnacional y las redes criminales que operan en la frontera. Se lo preguntó una señora de 72 años que lleva 30 viviendo junto a la valla. Andrés Manuel López Obrador se limitó a decir que “el mal hay que combatirlo con el bien”. Meade, el más académico, propuso un nuevo “protocolo de aduanas”, para reforzar la tecnología con la que se escanean los vehículos en busca de armas. “En un año podemos blindar la frontera para detectar desde una pistola hasta una bala”. Ante una pregunta directa, ninguno supo concretar cómo harían para mejorar el trato que México da a los migrantes que lo atraviesan. Anaya reconoció que México no tiene “autoridad moral” para pedir que traten mejor a sus migrantes en EE UU.

Sobre la atención que México puede brindar a los migrantes en EE UU, López Obrador propuso que los 50 consulados (la red diplomática más grande que un país tiene en otro) se conviertan en “procuradorías” de defensa de los derechos de los mexicanos del otro lado. Jaime Rodríguez fue muy concreto: propuso reinvertir un 5% de las remesas de los migrantes (la principal fuente de divisas de México) en programas para ellos.

Al acabar las dos horas de programa, la etiqueta #DebateINE era tendencia en Los Ángeles, Houston, Chicago, Las Vegas y Phoenix, además de en el total de Estados Unidos. Solo le hacía competencia la entrega de los premios Billboard. Los mexicanos en el exterior no van a decidir esta elección con sus votos. Pero puede que la competencia de los candidatos se acabe decidiendo por la capacidad de empatizar con ellos, sus promesas de trabajar para defenderlos y su credibilidad como freno a Trump. Fueron sus problemas, y los problemas de la frontera, los que dominaron este debate decisivo, que puede suponer un parteaguas en la campaña. La época de Trump ha obligado a México a escuchar a sus migrantes, y en Tijuana lo hizo.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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