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Submarinos que no se sumergen y aviones que no vuelan: el Ejército alemán se topa con la austeridad

La nueva propuesta de presupuesto desata un debate nacional sobre la salud deficiente de las Fuerzas Armadas

Ana Carbajosa
El ministro de Finanzas muestra la evolución de la deuda la semana pasada.
El ministro de Finanzas muestra la evolución de la deuda la semana pasada.MICHAEL KAPPELER (AFP)

Las Fuerzas Armadas de Alemania, la gran potencia económica europea, están hechas trizas. Hace tiempo que informes especializados alertan de las carencias del Ejército, pero en los últimos días las más crudas intimidades militares se airean a diario también en las páginas de los periódicos: submarinos averiados que no se sumergen, aviones de combate que no despegan a falta de repuestos y pilotos vestidos con uniformes raídos. La culpa de este striptease de miserias castrenses la tiene en parte la presentación la semana pasada del presupuesto del nuevo gabinete, cuyo capítulo de Defensa ha recibido fuertes críticas y ha provocado una de las primeras broncas en el seno del recién estrenado Gobierno de coalición.

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El fin de la Guerra Fría y la austeridad heredera de la crisis financiera han resultado en Alemania en décadas de desinversión militar. Ante la emergencia de nuevos desafíos geoestratégicos, las Fuerzas Armadas, con un ritmo paquidérmico, han sido incapaces de adaptarse a la creciente volatilidad global. “Es un problema serio. Se ha ahorrado mucho en el Ejército. Hemos dejado de encargar tanques, aviones… y ahora hay que volver a ser operativos”, reconoce Hans-Peter Bartels, el comisionado de las Fuerzas Armadas del Parlamento alemán en una entrevista con este diario.

Bartels detalla que el problema afecta a todas las Fuerzas Armadas. “Alemania ha alcanzado su nivel más bajo en cuanto a equipamiento. No hay suficiente munición, faltan misiles guiados, los submarinos están averiados, y a los aviones les faltan repuestos… No se trata de que necesitemos un Ejército nuevo, solo tenemos que equipar el existente y para ello necesitamos decisiones políticas y mucho dinero”. Su informe anual, presentado en febrero, dejaba poco lugar a dudas del calamitoso estado de la defensa nacional.

La propia canciller, Angela Merkel, poco dada a adentrarse en jardines espinosos, defendió este miércoles, aunque con la boca pequeña, un incremento del presupuesto militar, como pide también la también conservadora ministra de Defensa y rechazan los socialdemócratas, sus socios de coalición. “El estado del Ejército es insatisfactorio”, dijo Merkel en una reunión con miembros de su partido. “Con menos dinero, desde luego el Ejército no va a mejorar”, apuntó sin ofrecer cifras concretas, consciente de que gobierna un país en el que buena parte de los votantes se muestra en las encuestas reacio a aumentar el gasto militar.

Mientras, en la prensa alemana, se ha abierto la veda. Un piloto militar se quejaba amargamente esta semana en las páginas del Bild y presentaba su dimisión ante la falta de recursos, que le impedían acumular la falta de horas de vuelo necesarias. “Se cancelan vuelos regularmente porque no hay suficientes aviones disponibles. Llevamos años así”. El goteo de pilotos que pierden su licencia por falta de horas de vuelo es constante. La saga de los Eurofighters también ha sido muy sonada. De los 128 que tiene el Ejército, apenas cuatro están operativos, según se publicaba la semana pasada. El resto sufre problemas en el sistema de refrigeración, lo que significa que Alemania no podría cumplir los compromisos con la Alianza Atlántica de tener 82 aparatos disponibles para situaciones de crisis. Defensa le echa la culpa a los suministradores de repuestos. “Estamos trabajando sin tregua para encontrar una solución”, explicaba un portavoz militar a la prensa local.

La propuesta de presupuesto presentada la semana pasada por el socialdemócrata y defensor de la política de austeridad, Olaf Scholz, contempla un incremento de 1.500 millones de euros en Defensa, lo que supondría un desembolso de 38.500 millones para 2018. Esa cifra implicaría alcanzar un 1,27% del PIB en gasto militar para 2021, lejos del objetivo de la Alianza Atlántica del 2% del PIB para 2024, convertido en uno de los mantras del presidente estadounidense, Donald Trump. Ursula von der Leyen, la ministra de Defensa, protestó por escrito contra los presupuestos y pidió “una base sólida financiera”. Bartels, el comisionado del Parlamento, considera que “el presupuesto de defensa está aumentando, aunque no lo suficiente”.

La propuesta de presupuesto contempla un incremento de 1.500 millones de euros en Defensa, que no sería suficiente para alcanzar el objetivo de la Alianza Atlántica 

Pero en el bloque socialdemócrata (SPD) que gobierna con el bloque de Merkel no quieren ni oír hablar de más gasto militar. Creen que el presupuesto se ajusta a las necesidades reales. “Si hay dinero adicional, yo priorizaría educación, infraestructuras o digitalización. No hay margen para la carta a los reyes magos de Von der Leyen”, sostiene por teléfono Achim Post, vicepresidente del SPD en el Parlamento y responsable de presupuestos y política europea.

Post considera que hay que modernizar y adecuar el Ejército a las necesidades actuales, pero que otra cosa bien distinta es destinar el 2% del PIB, “porque implicaría prácticamente doblar el gasto militar”. “Y no tengo claro que a todo el mundo en Europa le fuera a gustar semejante rearme por parte de la mayor economía europea”. El político socialdemócrata cree que no hay una mayoría política a favor de un gran desembolso militar, y que en la calle tampoco hay un clamor popular a favor de un gran rearme.

Sin clamor popular en la calle

Como muchos expertos, Post advierte además que no es solo un problema de dinero, sino de atascos en la gestión e ineficiencia en el sistema de compras de Defensa. Este dirigente socialdemócrata prevé que el capítulo del gasto militar va a deparar nuevas tensiones entre los socios de coalición durante la negociación del presupuesto en el Parlamento.

Bartels, también socialdemócrata, pero que en el Parlamento representa los intereses del Ejército, explica que Alemania no es ni mucho menos el único país europeo que redujo el tamaño de sus Fuerzas Armadas tras la Guerra Fría. El gran punto de inflexión en el gasto militar en Alemania militar fue sin duda 2014 y la anexión de Crimea por parte de Rusia. “Hemos pasado de centrarnos en las misiones exteriores, a centrarnos también en la defensa colectiva del territorio de la OTAN. Ahora necesitamos a todo el Ejército para ofrecer solidaridad y seguridad a nuestros socios en el este de Europa, para ser capaces de conservar un mínimo de capacidad de disuasión. Para el exterior, hacían falta contingentes pequeños, pero los retos para la defensa colectiva son muy diferentes”.

Thorsten Benner, director del Global Public Policy Institute de Berlín, cree que para que se produzca un cambio rápido debe haber “un apoyo decisivo por parte de los políticos y de la sociedad”, pero a la vez opina que la tarea se perfila particularmente compleja para los políticos alemanes. “Que Trump haya hecho tanto ruido con la contribución alemana a la OTAN hace que muchos alemanes piensen que aumentar el gasto en Defensa es una concesión a Trump en lugar de una contribución colectiva a la seguridad global”.

La llamada brecha trasatlántica, es decir el debilitamiento de las relaciones con un Estados Unidos cada vez menos multilateral y más imprevisible, ha terminado de dar la puntilla. “Los americanos siguen siendo los grandes aliados, pero Europa tiene que hacer más y tener más autonomía estratégica. Hay que construir más capacidades en toda Europa”, considera Bartels. Algo parecido dijo Merkel, con una jarra de cerveza en la mano hace ahora un año. “Los tiempos en los que podíamos contar completamente con nuestros aliados de alguna manera han terminado […] los europeos tenemos que tomar nuestro destino en nuestras propias manos”. Aquella intervención la volvió a repetir Merkel esta semana en Aquisgrán y va camino de convertirse en profética, a la luz de la sima creciente separa ambas orillas del Atlántico.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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