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Adivina quién viene a acosar esta noche

Con su ahora inmediata respuesta ante el machismo y los abusos contra las mujeres, Hollywood se pone a la altura de sus propias expectativas como motor de cambio cultural

Harvey Weinstein, el principio del movimiento contra el acoso y el caso más grave conocido hasta ahora.Vídeo: REUTERS / QUALITY
Pablo Ximénez de Sandoval

El próximo 7 de enero, en el hotel Beverly Hilton, se entregan los Globos de Oro, el primer gran show de premios televisivo de esa época del año en la que Hollywood se felicita a sí mismo. En los anuncios de televisión de estos días, presentador de la gala dice: “Hola, soy Seth Meyers, este año presento los Globos de Oro y tenemos… muuucho de que hablar”. En otro spot, Meyers dice: “Van a estar todos”. Entonces mira fuera de plano como si alguien le dijera algo y, con gesto de disculpa, añade: “¿Qué? Ah, sí, me había olvidado de ese”. En otro anuncio, dice: “Es la noche en que las estrellas se rozan… con consentimiento”. Así, ya se están emitiendo varias versiones. Y faltan dos semanas.

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En el año que concluye, la industria del cine de Estados Unidos ha ejercido como pocas veces en las últimas décadas el papel que cree debe tener como reflejo de la sociedad. Empezó con dos artículos periodísticos, en los que varias actrices conocidas tenían la valentía de denunciar sin ocultarse tras el anonimato que uno de los productores más exitosos de la historia de Hollywood, Harvey Weinstein, al que señalaban también con nombres y apellidos, era básicamente un violador en serie.

La denuncia abrió las compuertas para un torrente de acusaciones que se han llevado por delante las carreras de decenas de hombres poderosos de la industria del cine. Los comportamientos que las mujeres se han atrevido a denunciar van desde los comentarios lascivos hasta la violación. Con todo, la reacción en la industria del cine fue lo verdaderamente sorprendente. Hollywood ha reconocido abiertamente que muchos de estos comportamientos eran conocidos, que toda la vida se entendió como un sucio secreto del negocio del que no se hablaba, y ha reaccionado con gran contundencia.

¿Por qué ahora? ¿Por qué esta vez hubo un consenso instantáneo para decir basta? ¿Por qué en cuestión de días se acabaron la tolerancia y el silencio de décadas? Se escribirán libros contestando a estas preguntas (y se harán películas, claro). Scott Frank, un antropólogo especializado en la sociología de Hollywood, cree que tiene que ver también con hacer limpieza en casa en un momento en que esta industria se ha puesto a la cabeza de la rebelión contra la ola de pensamiento cavernícola que parece haber engullido a Estados Unidos tras las últimas elecciones.

“Esta es una industria que se presenta como progresista”, apuntaba Frank en una reciente conversación con EL PAÍS. “La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, por raro que parezca, lo ha hecho más fácil. La izquierda debe demostrar que se toma en serio sus propias convicciones de una forma que no era necesaria antes. No se pueden quejar de Trump todo el rato y no actuar ante esto”.

Pronto, sin embargo, se vio que no era un problema del cine, ni de izquierdas. Las actrices habían tocado una tecla que resultó familiar a mujeres profesionales de todo el mundo. Las denuncias se extendieron a otros ámbitos. Y en todos se siguió el guion marcado por Hollywood, convertido así no solo en origen sino también en referencia de cómo afrontarlo, y en referencia de las dudas, también, sobre los límites o las consecuencias de este fenómeno.

Al abrir sus propias heridas del acoso sexual, Hollywood se convierte en lo que espera de sí mismo. Este es el momento Adivina quién viene a cenar esta noche del nuevo siglo. En 1967, la pareja más blanca y americana posible, Spencer Tracy y Katharine Hepburn, recibía en su muy blanca casa del muy blanco San Francisco al prometido de su hija: Sidney Poitier, el actor negro más famoso del momento. El matrimonio interracial estaba prohibido en más de una docena de Estados hasta ese mismo año. Hollywood selló el cambio cultural con el impacto que causó aquella película de Stanley Kramer.

Décadas antes, la generación de actrices de Hepburn había ayudado a pintar a las mujeres como profesionales en un mundo que no las consideraba así hasta bien entrado el siglo. Hollywood enseñó a los norteamericanos que había miseria en sus calles en los años treinta. Les convenció de la nobleza de su causa en la guerra de Europa en los cuarenta. Hollywood enseñó a EE UU en los sesenta que sus hijos tenían relaciones prematrimoniales, y en los setenta, que tomaban drogas.

Estos días recorre Hollywood el rumor de que algunas actrices van a ir de negro a los Globos de Oro en señal de solidaridad con las víctimas de acoso sexual. La conversación de esta década es, ya sin duda, el machismo. Como anuncia Seth Meyers, acaba de empezar y hay “muuucho de qué hablar”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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