El suicidio, el último recurso de varios dirigentes nazis juzgados en Núremberg
Al menos cuatro jerarcas y un funcionario del Tercer Reich se quitaron la vida antes o después de haber sido condenados en los juicios
La privación de libertad, la presión social o la negación de la verdad de los hechos son solo algunos de los motivos por los que una serie de criminales de guerra, a lo largo de la historia, han decidido acabar con su vida voluntariamente. El caso más reciente, el del exgeneral bosniocroata Slobodan Praljak (quien ingirió el miércoles un veneno durante la lectura de su última sentencia ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia), ha recordado el modus operandi que llevaron a cabo algunos jerarcas y altos mandos nazis para evitar las largas condenas que les impusieron a raíz de la celebración de los juicios de Núremberg, que se pusieron en marcha después de la Segunda Guerra Mundial.
Al menos cinco de estos dirigentes consiguieron su objetivo. Cuatro de ellos pertenecieron a los escalafones más altos del Ejército alemán y de la élite política (Hermann Göring, Johannes Blaskowitz, Franz Böhme y Rudolf Hess, este último se convirtió en el lugarteniente de Adolf Hitler). El quinto, el funcionario Emil Haussmann, formó parte de los denominados “escuadrones de la muerte”, los grupos de operaciones encargados de “limpiar" los núcleos de población de judíos, gitanos y comisarios políticos.
Hermann Göring. Comandante de la Fuerza Aérea del Reich y fundador de la Gestapo, ocupó el escalafón más elevado en la Luftwaffe desde 1935 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Göring concentró un gran poder en su persona. Hitler llegó a premiarle con un rango superior al del resto de comandantes e, incluso, lo designó como su representante en todas las instituciones a partir de 1941. Acabado el conflicto, Göring fue procesado por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Condenado a morir en la horca, se suicidó a los 53 años con una cápsula de cianuro la noche anterior a su ejecución, el 15 de octubre de 1946. Uno de los guardianes, el joven soldado Herbert Lee Stivers, le entregó una píldora escondida en el interior de un bolígrafo.
Rudolf Hess. El que fue ministro de Estado, jefe del Partido Nacionalista Alemán y mano derecha de Hitler, dejó vacía la cárcel de Spandau a raíz de su muerte con 93 años, en Berlín, tras más de 40 años de cautiverio. Era el único recluso que quedaba entre las cuatro paredes de una prisión que sirvió para recluir a siete condenados de los juicios de Núremberg. La autopsia dictaminó que se había provocado la muerte por estrangulamiento. Una tesis refutada después de un segundo examen forense pedido por la familia, en el que se apuntaba la asfixia y, por tanto, a un posible asesinato.
Johannes Blaskowitz. Condecorado con la Cruz de Hierro tras su paso por la Primera Guerra Mundial, Blaskowitz participó en la invasión alemana de Polonia (1939) al mando del Octavo ejército. Llegó a ostentar el rango de coronel general en la época del Tercer Reich. Acusado de crímenes de guerra, se quitó la vida el 5 de febrero de 1948: se tiró desde un balcón que daba al patio interior del Palacio de Justicia tras lograr perder de vista a sus captores. Tenía 64 años.
Franz Böhme. General del Ejército alemán, comandante general en Serbia y comandante en jefe en la ocupación de Noruega. Böhme, de origen austriaco, participó en la invasión de Polonia y la batalla de Francia, en 1940. Después de la guerra fue capturado en Noruega y acusado en los juicios de Núremberg por los crímenes perpetrados en Serbia. Böhme, encargado de las acciones de represalia contra la población del país, se suicidó el 29 de mayo de 1947 al arrojarse del cuarto piso de la prisión en la que residía.
Emil Haussmann. Funcionario alemán y miembro de la compañía Einsatzgruppen, popularmente conocida como los "escuadrones de la muerte". Sus integrantes acometieron la función de la “aniquilación de judíos, gitanos y comisarios políticos” y centraron los asesinatos en Polonia y los territorios que conformaban la URSS.
Haussmann fue acusado en 1947 de crímenes contra la humanidad, de guerra y de pertenencia a una organización criminal, dos días antes de suicidarse. Haussmann, que solo tenía 37 años, fue el único de los 24 acusados de esta causa que se libró de ser sentenciado.
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