"Yo le di el cianuro a Göring"
Un ex soldado de EE UU asegura que facilitó el suicidio al criminal nazi
Herbert Lee Stivers conserva intacto en su memoria el recuerdo y el remordimiento que le han perseguido los últimos 60 años. Ahora, convencido por su hija, ha proporcionado al diario Los Angeles Times la solución a una de las mayores incógnitas de la historia: ¿cómo consiguió el nazi Hermann Göring una píldora de cianuro para suicidarse horas antes de ser ejecutado en Núremberg? Stivers se la dio.
Esta revelación acaba con decenas de teorías que habían tratado de explicar cómo llegó la cápsula a la celda de Göring, entre ellas la de que todos los altos mandos del régimen nazi llevaban una píldora de cianuro escondida bajo un falso diente de oro.
El soldado Stivers acababa de cumplir 19 años cuando fue destinado a la Primera División de Infantería del Regimiento 26, encargada de la guardia de los 22 prisioneros de guerra del régimen de Adolf Hitler que eran juzgados en el tribunal de Núremberg, entre 1945 y 1946. Era un destino extraordinariamente aburrido, según Stivers. Tenía la emoción del contacto diario con unos prisioneros en los que recaía toda la atención mundial, pero el trabajo era monótono: "No llevábamos armas. Sólo querían que estuviéramos alerta y con aspecto pulcro. Había venido gente de todo el mundo a ver el proceso", dice.
Al suicidarse, Göring evitó la horca. En una nota, alardeaba de haber sido dueño de su propio destino
Stivers tenía una relación con Göring tan cordial como pueden permitir los barrotes de por medio. El militar alemán hablaba un inglés más que correcto "y era un tipo agradable. Hablábamos de deportes y de aviación". Stivers y sus compañeros alternaban en bares y locales de la ciudad. Una noche quedó obnubilado por la belleza de una joven que dijo llamarse Mona.
"Le dije que era guarda en el juicio. Me dijo: '¿Y puedes ver a los prisioneros?' 'Todos los días" alardeó. Se lo demostró regalándole un autógrafo que acababa de conseguir de Baldur von Schirach [otro de los acusados]. "Al día siguiente estuve vigilando a Göring, le pedí un autógrafo y se lo di a ella".
Inmediatamente, la joven le presentó a unos amigos que le dieron notas para Göring escondidas en un bolígrafo que él aceptó hacerle llegar. Más adelante le dijeron que Göring era un hombre "muy enfermo" necesitado de un medicamento, y pusieron una cápsula en el interior del bolígrafo de los mensajes. "Me dijo que era una medicina, y que si le iba bien y le hacía sentirse mejor le mandarían más", cuenta Stivers, que llevó a Göring el bolígrafo y se lo devolvió después a la joven.
Dos semanas después, el 15 de octubre de 1946, Göring fue hallado muerto en su celda horas antes de ser llevado al patíbulo. Dejó una nota escrita en la que alardeaba de haber sido dueño de su propio destino y de haber tenido el cianuro en su poder desde el principio del juicio. Cuando se inspeccionaron sus posesiones se descubrió otra píldora de cianuro escondida en el forro de su maleta, pero nunca accedió a ese objeto, guardado en un lugar seguro. La investigación trató de cerrar el caso con una explicación poco creíble: determinó que Göring había tenido consigo la píldora, escondida en el ombligo, el recto o el rollo de papel higiénico.
"Nunca volví a ver a Mona. Supongo que me utilizó", reconoce Stivers. "Nunca pensé en un suicidio cuando se lo llevé a Göring. Nunca parecía enfadado. No parecía que pensara en suicidarse. Nunca le habría entregado conscientemente algo si hubiera sabido que le serviría para evitar la horca".
El relato de Stivers "es lo suficientemente disparatado como para ser verdad", opina Aaron Breitbart, del Centro Simon Wiesenthal de Los Ángeles. Está documentado que Stivers fue uno de los guardas que tenían contacto directo con los presos nazis. El delito militar cometido, si es que existió, ha prescrito.
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