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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Suicidio en Spandau

EL SUICIDIO de Rudolf Hess, muerto a los 93 años, y la decisión de destruir la cárcel de Spandau, administrada hasta ahora conjuntamente por los ejércitos de los aliados, obligan a recordar algunas de las circunstancias que acompañaron el final de la segunda guerra mundial. Ésta no significó simplemente la victoria de unas naciones y la derrota de otras. El triunfo militar de la coalición antihitleriana fue considerado como la salvación de la humanidad de una empresa de destrucción de todos los valores de la civilización, de genocidio del pueblo judío y de otras poblaciones no germánicas, llevada a cabo por Hitler y sus colaboradores. Por eso la guerra terminó con el juicio y la condena de los culpables ante el Tribunal de Nuremberg, constituido por los Estados vencedores, pero que dictaba sus sentencias en nombre de unos valores de justicia comunes al conjunto de los pueblos de la Tierra. Hess era el último preso de los condenados en Nuremberg. Y Spandau, el último lugar administrado en común por los aliados. Esa página queda cerrada.Sobre la responsabilidad de Hess en la empresa criminal del hitlerismo no ha existido nunca la más mínima duda, a pesar de su misterioso viaje a Inglaterra en 1941. Los horrores del genocidio nazi, los campos de exterminio, las cámaras de gas, las torturas, la experimentación con los seres humanos como si fuesen animales, fueron posibles porque el nazismo logró envenenar las mentes de millones de alemanes con un fanatismo racista y antihumano. Hess fue uno de los principales responsables, como número dos de Hitler, de esa obra criminal del nazismo. Era, además, el último de los altos jerarcas hitleriano aún con vida. Por eso la aplicación hasta el fin de la sentencia dictada en Nuremberg contra él tenía un significado histórico, que trascendía las particularidades personales. Simbolizaba y demostraba que la condena del hitlerismo sigue vigente, que es un rasgo común del mundo actual por encima de las diferencias existentes entre los países y fuerzas políticas que ayer lucharon contra el nazismo.

Por otra parte, la campaña por la liberación anticipada de Hess se entremezclaba de sentimientos que nada tenían que ver con el deseo de mejorar los últimos días de un anciano. Se inscribía, con unos u otros matices, en el intento de revisar la condena del hitlerismo, de poner en duda o difuminar la magnitud de sus crímenes, y de fomentar así una revitalización de los sentimientos neonazis y neofascistas. Este intento se manifestó con bastante claridad con motivo del reciente proceso de Klaus Barbie, uno de esos nazis fanáticos educados por Hitler y Hess. Las circunstancias de ese proceso ayudaron también a poner de relieve que los esfuerzos por revisar el pasado hitleriano no están desligados de actividades de grupos de extrema derecha. Un Hess en libertad hubiese sido un estímulo para ellos.

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