¿Oro o agua?
Colombia lleva más de una década repitiéndose en la discusión sobre medio ambiente y desarrollo
No debería plantearse así. El tema es más complejo. Colombia tiene una vocación minera que promete una enorme fuente de desarrollo y su biodiversidad y sus fuentes de agua están entre las más importantes del continente. Tenemos 19 millones de hectáreas de bosque, de parques naturales. Nuestros 35 páramos garantizan el abastecimiento de los colombianos.
Llevamos más de una década repitiéndonos en la discusión sobre medio ambiente y desarrollo, sin que se haya logrado la construcción de una política pública seria donde no primen los populismos y los oportunismos políticos. Como bien plantea el académico Moises Wasserman “resulta popular posar de hiperdemócrata….No se hacen encuestas populares sobre el trazado de una carretera o sobre normas de sismo resistencia.”
Ciencia, estudios como los realizados por el instituto Humboldt, experiencias de modelos comprobados en el mundo, eso es lo que necesitamos. No propongo negar las necesarias y constitucionalmente garantizadas consultas a las comunidades, pero una vez realizadas, lo demás debería ser comprobación científica.
No se podrá avanzar mientras la política pública del medio ambiente esté mediada por la coyuntura sin visiones de largo plazo y mientras los prejuicios sobre la inversión privada siempre planteados en términos de depredación y destrucción de los recursos se impongan sobre los reparos ambientalistas, por demás muy bien fundamentados.
Reparos que aumentaron en la última semana por el anuncio de inversión de Emiratos Árabes por 1.000 millones de dólares para extraer oro a través del Fondo Mubadala, principal accionista del proyecto minero Sociedad Minera de Santander (Minesa) y en momentos en que la Corte Constitucional ordenó volver, sí, volver, a delimitar el páramo de Santurbán porque la que se hizo en 2014, protegiendo casi 100 mil hectáreas, no tuvo en cuenta la participación de la población de las comunidades de Santander y Norte de Santander.
Imposible no reconocerme como partidaria del futuro verde, del respeto por la naturaleza y menos después de leer el estupendo libro Homo Deus, de Yuval Noah Harari, que muestra descarnada y equilibradamente lo que hacemos y se pregunta una y otra vez cómo vamos a proteger el mundo de nuestra propia capacidad destructora en el camino de convertirnos o creernos Dioses.
Y sin embargo, si la explotación que realizaría la minera Minesa está por fuera de los límites del páramo de Santurbán y si como lo considera Biriggite Baptiste, del Instituto Humboldt, que debajo del límite establecido se podría extraer oro, ¿por qué negarle la licencia al proyecto y cerrarle las puertas a la inversión? 9 millones de onzas de oro por 20 años y cinco mil empleos están en la promesa según el periódico Portafolio. Obvio no puede hacerse sin la nueva delimitación porque no habría garantías de estabilidad jurídica.
De qué manera explicar a las autoridades que el tema de la minería responsable es prioridad en Colombia y que por carecer de una política ambiental, la legislación hoy está en manos de las Cortes y un congreso ausente. Solo por el tribunal constitucional hoy tenemos protección a los páramos y la delimitación como mecanismo para definir y evitar afectaciones.
Así también en sus fallos, la Corte ha planteado la obligatoriedad para generar las condiciones de subsistencia para quienes queden excluidos de la actividad. En los ecosistemas viven medio millón de personas que por la delimitación tendrían que abandonar las actividades de ganadería y siembras, de las cuales viven.
Y mientras seguimos por el mundo de las zonas oscuras, los fundamentalismos de uno y otro lado, la minería ilegal enferma a poblaciones enteras con sus venenos de cianuro y mercurio y las bandas criminales se llenan los bolsillos para su círculo de oro, metales, drogas y armas.
Que Santurbán sea la oportunidad de establecer un modelo responsable con las comunidades. El futuro y el desarrollo son una obligación que no puede tardar más.
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