Los refugiados sirios inician el camino de vuelta a su país
Más de 31.000 refugiados regresaron a Siria en la primera mitad de 2017
“Fue como si hubiera vuelto a nacer. Dejé de sentirme como un extraño, estaba otra vez en casa”. El carpintero Rafat Rayub ha visitado por primera vez su pueblo natal, Radua, al noroeste de Siria, por primera vez desde que huyó de su país por la guerra. Ahora vive como refugiado en el distrito Kocaeli de Turquía, cerca de Estambul. El pasado septiembre, con motivo de la festividad musulmana del Eid el Adha y mediante un permiso oficial de las autoridades, disfrutó junto a su familia de cinco semanas en su aldea, en la provincia de Idlib. “He podido volver a respirar… Han sido días de encuentros, comidas, alegría… En ocasiones nos sentíamos como antes de la guerra”, explica.
Turquía abrió los pasos fronterizos con Siria en la mayor celebración de la comunidad musulmana para autorizar el regreso temporal a casa de miles de refugiados sirios instalados en su territorio. El Departamento de Inmigración lanzó una plataforma digital para gestionar las solicitudes tras establecer un número límite de salidas. En tan solo 15 días, 53.798 personas cruzaron a Siria por el acceso de Oncupinar (en la provincia Kilis), según los datos difundidos por la agencia turca DHA.
“En un mes y medio no oí ni un solo caza ni bombardeos”, asegura Rafat sobre su estancia. El alto el fuego parcial pactado en las negociaciones de Kazajistán por Turquía, Rusia e Irán ha permitido a miles de sirios disfrutar de una relativa tranquilidad en sus ciudades durante la celebración del Sacrificio. El aumento de la seguridad en su país de origen ha servido de oportunidad para que algunos decidieran quedarse definitivamente. De hecho, al término del plazo establecido para el período vacacional, más de 6.000 refugiados (un 11%) no volvieron a Turquía.
El país euroasiático es, con tres millones de refugiados sirios, el principal destino de los huidos de la guerra que empezó en 2011. El resto se reparte sobre todo entre Líbano (un millón), Jordania (600.000), Irak (240.000) y los que emprendieron el viaje a Europa.
Las pocas oportunidades laborales de los sirios en Turquía, que expide contados permisos de trabajo, el alto coste de vida y la distancia de sus familiares son algunos de los motivos tras la decisión de algunos refugiados de empezar a revertir el éxodo causado por la guerra. “Mi vida aquí es miserable”, insiste el carpintero Rafat, que mantiene a su esposa y a sus cuatro hijas con un salario de 367 euros al mes, en un empleo ilegal de 11 horas diarias. Él cree que el estilo de vida en Radua, a pesar de la poca estabilidad propia de la coyuntura bélica, será más conveniente. “Los precios ahí son más bajos, tenemos una propiedad y contaríamos con el apoyo familiar”.
Pero el trámite para abandonar Turquía no es reversible y quienes deshacen el camino se enfrentan a un cierre permanente de las fronteras. Antes de pasar a Siria, las autoridades turcas exigen la devolución de las credenciales en los puestos de control: como la tarjeta de residencia (que da acceso al servicio sanitario y a la educación), o los documentos de protección social para quienes habitan en las ciudades-tienda.
Los refugiados retornados
Los esfuerzos de varias potencias para poner fin a la guerra de Siria han animado a miles de refugiados abandonar la vida en el exilio. En la primera mitad de 2017, más de 31.000 sirios regresaron de los países colindantes, según ACNUR (La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados). En su mayoría —un 65%—, volvieron desde Turquía, desde donde retornaron 20.314. En las negociaciones de Kazajistán también se ha diseñado un plan de regreso a través de las cuatro zonas de distensión para que los civiles puedan volver voluntariamente a Idlib, Homs, el norte de Damasco y zonas de Deraa y Quneitra.
Uno de los principales destinos de los flujos de vuelta a Siria es en el área de seguridad amparada por Turquía, entre Yarábulus, al Bab y Azaz, donde las agencias turcas han invertido en la reconstrucción de infraestructuras, viviendas, centros educativos y servicios sanitarios. En agosto, 70.000 sirios —unos que abandonaron sus hogares pero no el país y otros que cruzaron la frontera— ya habían regresado a estos pueblos liberados del Estados Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). Pero también Idlib, el último reducto de la oposición siria y las facciones salafistas, u otros pueblos de la provincia de Alepo, Homs o Hama son los destinos de los retornados.
“Nadie quiere ser refugiado toda la vida”, afirma Mahmud Aswad, miembro de la Asociación Médica de Expatriados Sirios (SEMA), que gestiona la asistencia sanitaria en la zona opositora del norte. “Hay quien también vuelve en dirección a las zonas controladas por el régimen —como la ciudad de Alepo— porque están cansados de vivir en otro país. Prefieren asumir el mando de [Bachar] el Asad, de quien huyeron durante la guerra, a cambio de recuperar la estabilidad”, concluye Aswad.
¿El fin de la gestión opositora?
Las zonas de distensión, acordadas en septiembre, se establecieron con los principales valedores de el Asad, incluidos Irán y Rusia. La oposición política siria teme precisamente que Turquía ceda ante las condiciones de ambos países para poner fin a la última área gestionada por milicianos opositores, en Idlib. Ahí el Ejército turco desplegó sus soldados a principios de octubre para garantizar el alto el fuego a través de los puestos de observación. “Esta era la única manera de frenar el avance de las tropas rusas e iraníes en Idlib”, mantiene Naser al Hariri, líder del Alto Comité de Negociaciones, que ha perdido influencia en las conversaciones y no participa en las de Astaná, la capital kazaja.
La sociedad civil ha advertido de que, a pesar de la nueva vía de regreso, los países deben respetar la voluntad de los refugiados que han buscado amparo en su territorio. “Los países de acogida tienen la obligación de no devolver forzosamente a los refugiados a Siria, donde sus vidas o libertades podrían estar en peligro”, transmitió en un comunicado Amnistía Internacional. Porque después de más de seis años de guerra, las novedades del proceso de paz se presentan como una oportunidad para despachar un conflicto que ha originado una crisis internacional y altos costes a los países limítrofes.
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