La pugna de los casi tres millones de refugiados sirios por salir adelante en Turquía
Pese a que el país euroasiático es el más generoso al recibir refugiados, los sirios se enfrentan a numerosos obstáculos cada día
Solo la décima parte de los casi tres millones de refugiados sirios que han llegado a Turquía huyendo de la guerra civil que comenzó en 2011 viven en campos de refugiados. El resto reside en ciudades, principalmente en Estambul y en localidades del sur de Turquía como Gaziantep, Urfa, Mersin o Kilis (en esta última su número supera al de la población nativa), donde tratan de reconstruir sus vidas pese a los numerosos obstáculos, de entrada, el idioma.
Ha caído la noche y Kamal aprovecha el fin del ayuno de Ramadán para encender un pitillo. Sonríe de forma amarga, dejando a la vista el hueco de un diente que le falta y otro que está medio podrido, sentado de cara al establecimiento de comida rápida que fundó hace un par de años junto a otros dos de sus hermanos. Como el que contempla la obra de su vida. “Pollo frito” —dice, aludiendo a su producto estrella— “El McDonald’s de los sirios”.
“Luchar, luchar todo en esta vida es luchar y pelear por salir adelante. Había que luchar en Siria, hay que luchar aquí en Estambul”. Desde que llegó a Turquía escapando del conflicto en Siria en su primer año, Kamal ha hecho de todo. Trabajó de peón en un taller textil de esos que durante años han aprovechado la mano de obra barata y en negro que proporcionan los refugiados sirios, pagando apenas siete euros al día. Fundó su propia empresa textil. Un socio turco le timó una cantidad astronómica de dinero y se hundió. Se repuso y abrió su restaurante fast-food (comida rápida).
Emplea a 12 personas. Menos podrían hacer el mismo trabajo, probablemente. Pero hay que echarse una mano, son compatriotas. Son 12 familias que comen de este negocio. “Muchas veces no pueden ni pagarme el alquiler o lo pagan tarde", dice el kurdo que le alquila el local. "Pero son buena gente. No les va mal, aunque ganan lo justo para ir tirando. Y a veces se tienen que enfrentar a bandas de ultranacionalistas turcos que vienen a extorsionarles por ser sirios”.
El Producto Interior Bruto (PIB) de Turquía creció un 5,7% en el último trimestre de 2015 y un 4,8% en el primero de 2016, una cifra por encima de todas las expectativas. La agencia de calificación Standard & Poor’s considera que parte de este incremento se debe a la contribución del consumo de los sirios a la economía turca así como a las más de 4.000 empresas registradas por sirios en el país euroasiáticos. “Tan diferentes como son entre sí los dedos de una mano, así de diversas son las vidas de los refugiados sirios en Turquía”, afirma Hassan, otro sirio residente en Estambul. Los hay ricos empresarios que han podido fundar sus propias compañías, y pobres de solemnidad. Religiosos y liberales. Educados y analfabetos.
Los mayores problemas a los que se enfrentan son económicos, dice Abdulhamid Qabbani, un sirio que reside en Gaziantep: “En comparación con Siria, Turquía es carísimo: los alquileres, los precios de la comida…”. Y les pagan sueldos bajos. Según algunas estimaciones, los sirios cobran de media unas 800 liras al mes (250 euros), muy por debajo del salario mínimo, 1.300 liras. Además, empresarios desalmados se aprovechan de que muchos refugiados trabajan sin papeles y las quejas de sirios a los que se les ha sustraído la paga durante meses son comunes. Este año, las autoridades turcas iniciaron el proceso para permitir que los sirios obtengan un permiso de trabajo para poner fin a esta situación, pero los requisitos son tantos que la mayoría del medio millón de trabajadores se emplea en el sector informal.
“El desempleo entre los sirios es muy alto. Y estar todo el día sentado en casa sin poder hacer nada a la vez que existe la presión por ganar dinero para tu familia, genera una gran frustración”, explica Rania Kisar, de la ONG Syrian Humanitarian Institute for National Empowerment (SHINE): “De todos los países que nos han acogido, Turquía es de lejos el que mejor se ha portado con nosotros, pero hay que hacer más por crear empleo entre los sirios. Y para ello es fundamental la educación”.
Si bien a nivel universitario, Turquía ofrece todo tipo de facilidades para el acceso de los sirios y en los campos de refugiados prácticamente todos los niños están escolarizados, fuera de ellos la mayoría no acude al colegio. A inicios del curso pasado, solo 70.000 sirios pudieron inscribirse en el sistema reglado turco y otros 200.000 en diversas escuelas de ONG y asociaciones. Pero unos 400.000 no tienen plaza. Muchos pululan por las calles en busca de limosnas: “Me he encontrado a niños a los que sus padres no permitían regresar a casa con menos de 60 o 70 liras [18 o 21 euros]”, asegura la activista Kisar.
De ahí la importancia de iniciativas como la de Qabbani, una escuela en un barrio depauperado de Gaziantep donde por un periodo de tres meses grupos de 80 niños reciben instrucción básica para poder luego asistir a la educación reglada: “Somos todos profesores voluntarios, incluso algunos son gente que esta desempleada, por lo que incluso ellos mismos necesitan ayuda”.
La situación es mejor en cuanto a la atención sanitaria ya que todos los sirios tienen derecho a acudir a hospitales públicos de forma gratuita. Excepto aquellos que no se han registrado y no tienen la tarjeta de residentes. “Algunos no se registran para tener más facilidad a la hora de moverse”, relata Qabbani. Los refugiados sirios necesitan un permiso de las autoridades locales para poder viajar dentro de la propia Turquía, una medida tomada por Ankara para evitar que se desplacen a las provincias fronterizas intentando llegar a Europa y para repartir la carga demográfica de los sirios en la geografía turca.
“Turquía es un país muy extenso, pero según nuestros estudios, el 80% de los turcos tienen contactos con sirios al menos una vez al mes, lo que significa que están repartidos por todo el país”, explica Aykut Öztürk, investigador del instituto demoscópico Konda. Aunque en el pasado se produjeron conatos de pogromo contra los refugiados sirios, la población local en general acepta a los refugiados: “El 60% de los encuestados tiene una visión tolerante de ellos, y apoya darles cobijo porque huyen de la guerra. Solo el 25% de los turcos tienen una opinión negativa”. Pero la mayoría, apunta Öztürk, cree que los sirios solo están en Turquía de forma temporal y, de hecho, el estatus legal que les ampara es el de “invitados”. “La mayoría de los sirios querrían volver a su país en caso de que la guerra termine. Pero es factible que aquellos que han echado raíces, quieran quedarse. Y, sin embargo, no hay una política seria del Gobierno que tenga esto en cuenta y trabaje por su integración”, lamenta Öztürk.
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