Videollamadas a 10.000 kilómetros que salvan vidas en Siria
Unos 5.000 especialistas asisten al puñado de médicos y enfermeros en las zonas insurrectas
Apenas han transcurrido cinco minutos de entrevista y el doctor Anas interrumpe bruscamente la videollamada. Reaparece media hora más tarde. Sigue al volante de su coche pero la preocupación que mostraba se ha convertido en sonrisa. “!La hemos salvado! No ha sido fácil, pero vivirán”. Este médico de urgencias sirio de 35 años acaba de salvarle la vida a una joven parturienta. Lo ha hecho desde la cuneta de una autopista de Michigan y a 10.000 kilómetros de distancia. La embarazada de 25 años se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de Idlib, localidad al este de Siria y bajo control de los yihadistas de Tahrir al Sham (antigua filial de Al Qaeda en Siria). No ha necesitado ni bisturíes ni fórceps, sino un simple teléfono móvil con cámara.
Junto con otros tres médicos, dos neurólogos y un técnico de laboratorio asentados en Estados Unidos y Canadá, han podido seguir en directo las convulsiones de la paciente que un enfermero retransmitía con su móvil, al tiempo que les informaba sobre las constantes vitales. “Hemos llegado a la conclusión de que tiene eclampsia, una enfermedad rara en Occidente. No es fácil tomar decisiones al teléfono y en cuestión de segundos, pero el tratamiento ha funcionado”.
Anas, cuyo apellido omite por razones de seguridad, es el pionero de la telemedicina en Siria. “Vi un vídeo de cómo en la periferia de Damasco unos inexpertos enfermeros resucitaban a un paciente. No tenían ni idea de lo que hacían”. Entonces decidió viajar en octubre de 2012 al sur de Turquía donde formó a 20 enfermeros en materia de cuidados intensivos. Estos regresaron a su país cargados con cámaras y una conexión telefónica satelital. Montaron una pequeña clínica en la periferia de Idlib para atender a los civiles heridos en zonas insurrectas.
Desde Estados Unidos, Anas asistió a los enfermeros día y noche proveyendo diagnósticos sin despegarse de la pantalla de su móvil. “En un mes salvamos la vida de 30 de los 40 pacientes críticos que tratamos”. El éxito de la iniciativa atrajo fondos para replicar la experiencia en otras provincias como Alepo, Homs, Hama o en la Guta oriental (en la periferia damascena) en hasta 15 centros médicos. Trabaja con la Sociedad Médica Americano-Siria (SAMS) junto a otros 20 especialistas desperdigados por el mundo que como él han declarado la guerra a la muerte en Siria. Sacrifican sus horas de sueño para compaginar largas jornadas diarias con la de doctores virtuales.
Jóvenes médicos sin graduar quedan a cargo de los hospitales en zona insurrecta
La fuga masiva al extranjero del 90% del personal médico sirio ha dejado los escasos centros de salud y hospitales en manos de jóvenes estudiantes de medicina sin graduar. Al menos 830 de ellos han perdido la vida bajo los bombardeos desde que estalló el conflicto en 2011. Sin embargo, lo que estos jóvenes médicos y enfermeros no pudieron aprender en las aulas lo han suplido con creces durante largos días en los improvisados quirófanos. “Nos falta formación, material, anestesia….de todo. Pero aun así estuvimos durante meses las 24 horas postrados sobre la mesa de operaciones”, es el relato que hace desde Turquía Mustafá, un joven cirujano de 28 años que, sin llegar a completar tercero en la facultad de medicina de Damasco, realizó docenas de amputaciones en la Alepo oriental. “Son héroes, por eso es importante hacerles sentir que no están solos”, dice el doctor sirio Anas quien asegura que cada vez son menos las llamadas en busca de diagnósticos que recibe desde Siria porque “ya han adquirido la experiencia necesaria pero también porque quedan muchos menos hospitales en pie a los que acudir”.
Entrado el séptimo año de guerra siria, una red de 5.000 especialistas de todo el mundo se ha sumado a otras ONG que replican la telemedicina. Atienden virtualmente al puñado del personal médico que aún lucha por salvar vidas en las zonas fuera del control gubernamental donde los escasos servicios médicos que perduran dependen de donaciones privadas. Los organismos internacionales han condenado a las aviaciones siria, y posteriormente rusa, a quienes acusan de tratar los hospitales en zonas insurrectas como objetivos de guerra. Desde el inicio del conflicto en 2011, la organización Médicos por los Derechos Humanos, encargada de documentar atrocidades, ha registrado 478 ataques sobre 323 instalaciones médicas. Ni siquiera los hospitales bajo tierra han soportado los ataques.
Al menos 10 centros médicos han sido bombardeados en el mes de octubre, la mayoría en Hama e Idlib, donde se agrupa un importante numero de desplazados. La ayuda que provee esta red de médicos virtuales no se reduce a diagnosticar o dar formación a través de Skype. “Tras evaluar las necesidades nos hemos centrado en tres principales áreas”, cuenta al teléfono y desde Turquía Omar Ahmed Abenza, jefe de misión de Médicos sin Fronteras para el norte de Siria. “La gestión de las reservas de medicamentos -puesto que pueden pasar semanas hasta que reciban nuevas; los protocolos para evitar la transmisión de infecciones en los centros médicos y el triaje (clasificación) de pacientes a la hora de atender la llegada masiva de heridos tras un ataque”, acota.
Al igual que SAMS, también envían el indispensable equipamiento médico y fármacos. En ocasiones, los pacientes que han logrado salir con éxito de una craneotomía mueren en el postoperatorio por falta de bombonas de oxígeno. Las alternativas en los casos de ataques químicos, ya sea por gas sarín o cloro, se han convertido en otra de las prioridades para el personal que atiende en Siria. Los médicos coinciden que si bien se ha avanzado mucho en Siria en traumatología y ‘heridas de guerra’ desde 2011, son tal vez las enfermedades comunes y crónicas las que representan hoy un mayor desafío. Y ello, en un país que en 2010 producía el 90% de los fármacos que consumía, subvencionados al 100% por el estado.
Pero son las heridas invisibles las más extendidas entre la población siria. Y, sin embargo, las menos tratadas. En el noreste del país hay dos psiquiatras para 6.000.000 de personas, según datos de MSF. “Cada semana me llaman desde Siria con casos de jóvenes mujeres que se han intentando suicidar con la ‘pastilla del gas’”, cuenta Anas. Se trata de una gragea de fosfato de aluminio empleada como fertilizante que, injerida, conlleva en el 90% de los casos a la muerte.
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