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La UE afirma que el Brexit está “en un punto muerto preocupante”

Barnier afirma que todavía no se puede pasar a la segunda fase de diálogo con Reino Unido

El ministro británico para el Brexit, David Davis (izquierda), y su homólogo de la UE, Michel Barnier, en una rueda de prensa en Bruselas este jueves.Vídeo: O.HOSLET (EFE) / REUTERS-QUALITY
Claudi Pérez

Han pasado 15 meses desde el referéndum del Brexit. Va más de medio año después de que la primera ministra británica, Theresa May, activara la cuenta atrás para el divorcio entre Londres y Bruselas. El tiempo corre, pero la negociación entra en un punto muerto preocupante: la quinta ronda de conversaciones entre la Unión Europea y el Reino Unido ha concluido hoy sin avances y con gruesas palabras. Puede que todo forme parte del postureo: a May le viene bien un poco de teatrillo ante la difícil situación ya no en el Parlamento británico, sino en su propio Gobierno. Y la UE está usando el Brexit como una suerte de pegamento: hacía años que no se veía tanta unidad en una agenda de ese calibre. Pero el negociador jefe de la Unión, Michel Barnier, ha dejado claro que "no se han dado pasos hacia adelante", y que Bruselas y Londres "están ante un bloqueo preocupante en las cuestiones financieras". No hay "progresos suficientes", en fin, para iniciar las negociaciones sobre la futura relación entre el Reino Unido y la UE, al menos no hasta octubre.

Los dos próximos meses serán cruciales: ese bloqueo es hoy puro tacticismo, pero podría convertirse en un choque traumático en diciembre —la siguiente evaluación para determinar si hay progresos suficientes para empezar a negociar el acuerdo de divorcio— que abriría la posibilidad de un "no acuerdo" de consecuencias muy negativas, según las fuentes consultadas.

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Europa tiene tres prioridades en estos momentos. Uno: pretende que Reino Unido pague todas sus facturas, que ascienden a una cifra oscilante de no menos de 60.000 millones de euros; Londres ofrece 20.000. Dos: quiere dejar claros los derechos de los ciudadanos europeos en Reino Unido (y de los británicos en suelo europeo), pero Londres se resiste a concretar en ese asunto. Y tres: se aviene a negociar una solución ad hoc para Irlanda del Norte, en el punto que suscita menos desacuerdos (y que ni aun así termina de estar del todo claro). "Estamos en un impasse, pero con voluntad política y un impulso por parte de Theresa May podemos salir adelante", ha dicho un cariacontecido Barnier, en un tono duro, ante la prensa. "El acuerdo debe ser beneficioso para todos", ha explicado el ministro británico, David Davis, en un tono menos solemne en el que no ha descartado que la negociación termine sin acuerdo. "No es lo que queremos, pero tenemos preparados todos los escenarios: es lo que debe hacer un Gobierno serio", ha dicho.

El divorcio Londres-Bruselas empieza a parecerse a una versión el juego de la gallina: el primero que salta del coche, que corre a toda velocidad hacia el despeñadero, pierde. La industria alemana y holandesa, y los países con más lazos comerciales y de todo tipo con Reino Unido (los nórdicos, pero también España) son conscientes de que cerrar sin acuerdo la negociación sería muy perjudicial. Pero de momento las cancillerías han dado un mandato negociador a Barnier muy duro, y no hay fisuras: Reino Unido saldría aún peor parado, como bien sabe la City, que amenaza con dar a conocer planes de contingencia para final de año si las discrepancias no se encauzan.

Mientras eso no ocurre, las ruedas de prensa son como rifles de repetición. Barnier pide, una y otra vez, claridad. Y no oculta su creciente irritación: "Falta concreción sobre los derechos de la ciudadanía y sobre Irlanda del Norte", y "estamos ante un bloqueo preocupante sobre las cuestiones financieras", ha dicho a preguntas de los periodistas. Esa factura es ahora mismo una incógnita. "En Florencia [en un discurso muy esperado], May afirmó que respetará los compromisos, pero esta semana Reino Unido ha repetido que no está listo para detallarlas: sin el mandato político, estamos discutiendo tecnicismos", ha avisado Barnier. Londres advierte de que no tiene obligaciones financieras salvo las que se derivan del presupuesto en curso: eso deja planes plurianuales, créditos y todo tipo de obligaciones a futuro. Esa es su posición negociadora: la llamada "cristalización de las obligaciones financieras". Barnier y su equipo aseguran que eso no es más que una teoría peregrina: hay obligaciones de compromiso, y no solo de pago, más allá del año presupuestario. En cuanto a los derechos de la ciudadanía, el quid de la cuestión es el papel del Tribunal Europeo de Justicia: la UE quiere que tenga un papel en caso de conflictos, pero esa es una línea roja de May (que ha ido menguando con el tiempo, pero sigue ahí). Incluso en Irlanda del Norte, Bruselas asegura que falta "claridad" en la postura británica.

Ante la falta de avances, las dos partes dicen estar preparadas para un brexit heavy metal: brutal, sin acuerdo, caótico. "Un no acuerdo sería el peor acuerdo, pero estamos preparados para todas las eventualidades", ha zanjado Barnier después de que Davis sugiriese que Londres también tiene prevista esa alternativa. El juego de la gallina, pero sin el James Dean de Rebelde sin causa.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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