Corea del Norte, el programa nuclear más descontrolado
Un posible ataque atómico contra Seúl y Tokio dejaría hasta 2 millones de muertos, según un estudio
El presidente de EE UU, Donald Trump, ha amenazado con la destrucción total de Corea del Norte y se ha desmarcado de Rex Tillerson, su propio secretario de Estado, cuando este ha hablado de canales de comunicación con el Reino Ermitaño. En Pyongyang, Kim Jong-un ha asegurado que domará “con fuego al viejo chocho estadounidense”, y su régimen ha indicado que toma las palabras de Trump como una declaración de guerra. La tensión en la península coreana sigue creciendo y acerca la posibilidad de una escalada militar de graves consecuencias. Un estudio que publicaba esta semana la página especializada 38 North calcula que un ataque nuclear norcoreano contra Seúl y Tokio podría dejar hasta dos millones de muertos.
Desde la llegada al poder de Kim Jong-un en diciembre de 2011, Corea del Norte ha acelerado drásticamente su programa nuclear. Durante su mandato ha llevado a cabo cuatro pruebas nucleares, cada una más potente que la anterior. La última, el 3 de octubre, hizo explotar una bomba de hidrógeno, según los expertos, con una potencia de hasta 250 kilotones. Hoy, calculan los analistas, este país cuenta con un arsenal de alrededor de 20 bombas nucleares.
Durante el mandato de Kim, Corea del Norte también ha completado 98 pruebas de misiles de distinto alcance y ha logrado progresos a un ritmo mucho mayor del que calculaban la mayoría de los analistas. Este julio probaba por primera vez un misil intercontinental, uno de los grandes objetivos de su programa de armamento y con el que podría atacar territorio estadounidense. Su meta declarada es alcanzar el equilibrio con Estados Unidos, de tal forma que su armamento disuada a Washington de atacar al país o intentar un cambio de régimen.
Una meta que Trump, que se mofó públicamente de Kim en la Asamblea General de la ONU al llamarle “hombre cohete”, ha asegurado que no está dispuesto a tolerar. Este jueves, en una reunión con jefes militares, subrayaba que “no podemos permitir que esta dictadura amenace a nuestro país o a nuestros aliados con una pérdida de vidas inimaginable. Haremos lo que podamos para evitar que eso ocurra. Y se hará si es necesario, créanme”.
Hasta el momento, la vía principal para responder a las provocaciones norcoreanas, las sanciones internacionales, no han parecido surtir efecto. Este septiembre el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó por unanimidad una nueva ronda, que incluye el embargo a las exportaciones norcoreanas de textil y una reducción al suministro de combustible. Además de estas nuevas sanciones, China, el aliado norcoreano más importante, ha anunciado medidas complementarias, como el cierre de las empresas del país vecino en su territorio.
Los rápidos avances del programa de armamento norcoreano han causado una fuerte zozobra entre los grandes aliados de Estados Unidos en el norte de Asia, Corea del Sur y Japón: dos de los últimos misiles lanzados por Pyongyang atravesaron territorio nipón. Ambos países han tratado de reforzar sus defensas; Seúl ha instalado en su territorio el escudo antimisiles de fabricación estadounidense conocido por sus siglas THAAD, y Tokio ha optado por la compra del sistema Aegis.
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