Caño Cristales, el río de colores que el fin del conflicto liberó
La región que alberga este paraíso natural estaba controlada por las FARC. Ahora Colombia quiere impulsarla como uno de sus principales destinos turísticos
Parecían sus dueños. Dicen que Caño Cristales era el lugar de paseo de las FARC. “El balneario del Mono Jojoy”, repite el presidente Juan Manuel Santos cada vez que se refiere a este paraíso del Meta, una zona que por años estuvo controlada por la guerrilla. Sus órdenes eran obedecidas a la fuerza. A María Martínez le tocaba cocinarles. La buena suerte de vivir a pocos metros del río parecía un castigo. “Ellos llegaban y teníamos que hacer lo que dijeran. A mí me correspondía hacerles de comer. Eran muchos”, dice desde la cocina de su rancho de madera. La construcción más cercana al “río más bonito del mundo”, como lo describen los que se maravillan cuando lo ven. Si hace sol, el agua parece que fuera de cinco colores. Es tan cristalina que se ven las plantas acuáticas, las formaciones de roca y la arena.
El año pasado 15.000 turistas lo visitaron. En 2010 apenas 1.500 se atrevieron. “A la gente le daba miedo venir”, explica María, de 84 años. “Con mi esposo encontramos este lugar hace cuarenta años. Nos vinimos para acá porque había aire y libertad”. Eso creían cuando llegaron, pero a finales de los noventa el presidente Andrés Pastrana la nombró como parte de la zona de despeje, territorio por el que podían campar libremente los ya excombatientes, en el fracasado diálogo con las FARC y la región pasó a manos de la guerrilla. “Ellos eran los que mandaban”, cuenta Epaminondas Bernal, uno de los hijos de María. Los cultivos ilícitos que proliferaban en la región hicieron que muchos nadaran en dinero, pero no fue el caso de la familia Martínez. Ellos tuvieron que vivir entre la presión del Ejército y la guerrilla. “Nos tocó estar en el medio, no podíamos hacernos a un lado o a otro. Vivimos siempre de lo que ve ahora, de lo que diera la tierra. De maíz, yuca, plátano y malanga”, asegura Bernal.
La Macarena, en donde se aterriza para partir hacia Caño Cristales en carro o en helicóptero, si se trata de una comitiva del Gobierno, era el refugio de los guerrilleros. Todos sabían que por ahí vivía el Mono Jojoy. Todavía recuerdan en el pueblo que los miércoles eran cívicos por orden del guerrillero. Algunos comerciantes siguen cerrando sus tiendas ese día, como lo ordenaba Jojoy. Es difícil que el pueblo olvide lo que vivió, a pesar de que el país intenta pasar la página. Esta semana el presidente Juan Manuel Santos estuvo allí para anunciar la construcción de senderos ecológicos y puentes para atraer más turistas. Prometió una inversión cercana al millón de dólares y aseguró que no se encargará la obra a ningún privado. La población no permitiría que se contamine el río y espera que el turismo que el Ejecutivo reclama con tanto entusiasmo no afecte la zona.
Caño Cristales solamente puede ser visitado cuando llueve porque en el verano las plantas acuáticas, Macarenia Clavigera, que dan el color al río están en su periodo reproductivo. “Este es un lugar que está por descubrir. No todos los colombianos saben que existe y que es una de sus joyas naturales”, dice Héctor Lizcano de Parques Naturales. Este año han recibido a más de 8.000 turistas, el 19% de fuera del país. Después de estar dominada por las FARC, la zona estuvo en peligro hasta hace unos meses por una explotación minera que pretendían hacer cerca. Aunque el permiso fue revocado, será la población a través de una consulta la que decida si se permite o no la minería. Parece que el "no" está asegurado porque ya han manifestado su rechazo a cualquier trabajo que represente un riesgo argumentando que la exploración de hidrocarburos podría afectar el desarrollo sostenible del lugar.
“Estoy seguro de que el turismo aquí será el factor más importante de prosperidad económica y de empleo”, indicó Santos. Según el Gobierno, en los últimos meses las visitas han crecido casi 3.000% en los departamentos que alguna vez fueron los más golpeados por la violencia. Pero la paz con la que intentan seducir a los viajeros todavía no ha sido suficiente para evitar la presencia militar. En el camino que rodea al río aparecen de vez en cuando soldados armados. El Ejército sigue estando ahí para evitar -dice un uniformado- que otra vez alguien se adueñe de Caño Cristales.
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