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Trump califica de “estupidez” la retirada de símbolos confederados

El presidente de EE UU defiende la permanencia de símbolos vinculados a la defensa de la esclavitud en la Guerra Civil

El presidente Trump el lunes en Nueva York. En vídeo, las críticas a Trump por su reacción ante las manifestaciones racistas.Vídeo: AFP / REUTERS-QUALITY
Pablo de Llano Neira

Donald Trump ha lanzado su órdago más radical al sentido común en Estados Unidos. El presidente se ha puesto del lado del supremacismo blanco en su cruzada contra la retirada de símbolos que honran a la Confederación, el bando derrotado que defendió la esclavitud durante la Guerra Civil americana entre 1861 y 1865.

"¡Qué estupidez!", exclamó en Twitter este jueves por la remoción de emblemas de esta clase en varias ciudades. Distintos ayuntamientos adoptaron esta medida tras la jornada de violencia provocada el sábado por una marcha racista en la localidad sureña de Charlottesville (Virginia) que dejó tres muertos –una contramanifestante arrollada por un ultra con su coche y dos policías que se estrellaron en un helicóptero– y que ha reabierto la herida nunca cicatrizada de la segregación racial en la historia americana.

Por medio de Twitter, su principal herramienta de comunicación y agitación política, el presidente encandenó tres mensajes reivindicando la permanencia de los símbolos vinculados al esclavismo confederado. "Es triste ver la historia y la cultura de nuestro gran país desgarrándose con la retirada de nuestras hermosas estatuas y monumentos", escribió en el primero. En el segundo sustuvo que "no se puede cambiar la historia, sino aprender de ella" y se preguntó si también se acabarán quitando estatuas de presidentes constitucionales de tiempos de la esclavitud como George Washington o Thomas Jefferson –a lo que añadió el ofensivo broche de la "estupidez"–. En el tercer mensaje Trump trató los símbolos racistas desde un punto de vista meramente estético y lamentó: "Echaremos mucho de menos la belleza que se le está quitando a nuestras ciudad, pueblos y parques y nunca podremos reemplazarla por nada que se le parezca".

La erupción ultraderechista de Charlottesville ha creado una ola de repudio oficial al racismo de este a oeste en ayuntamientos de Estados Unidos. En Baltimore, una ciudad con un 63% de población negra, empleados municipales se llevaron a un almacén estatuas de los generales confederados Robert E. Lee y Thomas Stonewall Jackson. En un cementerio de Nueva York también se retiró una placa en memoria de Lee, el comandante en jefe del ejército sudista que está en el centro de la controversia nacional, pues la marcha racista del sábado –poblada por miembros del Ku Klux Klan y el Partido Nazi– eligió Charlottesville porque su alcaldía planea sacar de un parque una estatua del icónico militar. Según un recuento de The New York Times se han retirado o se planea retirar símbolos confederados de una treintena de ciudades, y todo apunta a que el fenómeno seguirá al alza.

Bannon alimenta el desconcierto

Cuando menos se esperaba, el estratega jefe de Trump, Steve Bannon, connotado ideólogo de la llamada alt-right o derecha alternativa, ha calificado en una entrevista de "payasos" y "perdedores" a los nacionalistas blancos. Exdirector del portal derechista Breitbar News, Bannon definió el "etnonacionalismo" como "un elemento marginal", criticó a los medios por magnificarlo y afirmó: "Tenemos que ayudar a aplastarlo".

Lejos de rectificar su discurso, Trump ha optado por enrocarse. El sábado se refirió a los hechos de Charlottesville evitando condenar a los racistas y equiparando su culpa de lo ocurrido a la de los contramanifestantes antirracistas. El lunes pareció dar un paso atrás ante el aluvión de críticas –incluidas las de la cúpula de su Partido Republicano– y afirmó que el racismo era "el mal", pero el martes en rueda de prensa y con tono agresivo volvió a repartir responsabilidades entre bandos y opinó que en ambos había "buenas personas".

Trump se resiste a situar al supremacismo blanco como enemigo suyo, del inquilino de la Casa Blanca, y por tanto de la democracia estadounidense. Convencido de que el rencor político nacional lo aupó a la presidencia en 2016 y debería ser su gran baza para intentar ser reelegido en 2020, cuida su sintonía con los radicales de derecha. Voces extremistas como el exlíder del Ku Klux Klan David Duke o el ideólogo del racismo Richard Spencer lo han alabado por su consideración con las bases ultras. Mientras directivos de corporaciones, mandos militares y correligionarios de su partido le afean su tibieza ante el racismo, Trump, fiel a sus instintos, mueve la carta de la crispación.

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