Guillermo Lasso: “Ecuador necesita cambios institucionales, no solo de formas”
El líder de CREO pide al presidente acciones concretas, como la derogación de la Ley de Comunicación
Guillermo Lasso, dos veces candidato presidencial en Ecuador y líder del movimiento CREO, aún no ve señales de cambio con Lenín Moreno en el poder. No de fondo. No de momento. El sucesor de Rafael Correa, el hombre que gobernó el país durante una década, entre 2007 y 2017, representa la “continuidad”. “Ecuador necesita cambios institucionales y de leyes, no solo de formas”, aseguró ayer en Madrid, donde intervino en el X Foro Atlántico, presentado por el escritor Mario Vargas Llosa, presidente de la Fundación Internacional para la Libertad. Lasso (Guayaquil, 1955) presentó la ponencia La lucha por la libertad: el caso ecuatoriano.
Pregunta. ¿Cuál es su balance de los 10 años de la llamada “revolución ciudadana” de Correa?
Respuesta. Lo que nos queda claro es que se trata de un modelo populista que pretende la instalación de la dictadura de un partido político en Ecuador. Un modelo que, por el lado político, ha captado todas las instituciones del Estado y, por el lado económico, ha desplazado la inversión privada al hacer del Estado casi el único protagonista del desarrollo. Un modelo que despilfarró la bonanza petrolera y casi triplicó el monto de la deuda pública.
P. ¿Ve espacio para el diálogo y el consenso con la llegada de Moreno a Carondelet, el 24 de mayo?
R. Quienes queremos llevar a cabo una política seria siempre estaremos dispuestos al diálogo, pero a un diálogo serio, un diálogo que conduzca a acuerdos de fondo, no de forma, no de estilos.
P. El primer discurso del presidente estuvo cargado de palabras como respeto, tolerancia, diálogo... ¿Qué cambios espera ver la oposición para creer que no se trata solo de un cambio de estilo?
R. La sociedad ecuatoriana es una sociedad herida y requiere acciones concretas, no solamente discursos. Yo planteo acciones concretas, empezando por el indulto a todos los perseguidos políticos en 10 años de correísmo, la derogación de la Ley de Comunicación, la derogación del llamado decreto 16 que ha pretendido actuar como un grillete sobre la sociedad civil, archivar la novelería del dinero electrónico y fortalecer la dolarización, tomar decisiones económicas que generen confianza... Puede ser que el estilo cambie. Puede ser, incluso, que haya una interrupción momentánea de estas herramientas de persecución, pero Ecuador necesita cambios institucionales y de leyes, no solo de formas, para no correr el riesgo de que mañana regrese alguien a utilizar ese mismo andamiaje jurídico para volver con ese espíritu de represión.
P. ¿Habla de Correa?
R. De cualquiera, de cualquier persona que no sea demócrata y que mañana, cuando llegue al poder, utilice la Ley de Comunicación, por ejemplo. Por lo tanto, no basta un discurso, sino la derogación de leyes y yo, de momento, veo una continuidad. También se refleja a través del gabinete del Gobierno: las personas son básicamente las mismas. Cerca de 4.800.000 ecuatorianos viven en el desempleo, el subempleo y la informalidad, y sus condiciones de vida no van a cambiar con un discurso, sino con políticas públicas que generen cambios, que generen inversión.
P. ¿Cómo promover todos esos cambios? Aunque la oposición ganó terreno en las últimas elecciones, el partido del Gobierno, Alianza PAÍS, mantiene el control de la Asamblea Nacional.
R. Trabajaré tanto en el campo nacional como en el internacional. Por eso he venido a España, por eso estuve en Chile, para crear conciencia de que aquel modelo del socialismo del siglo XXI no tiene nada de socialismo ni de izquierda. Es un populismo que pretende instalar la dictadura de un partido político. En el campo nacional tenemos que trabajar en algunos escenarios. Uno de ellos es la Asamblea. Otro es la opinión pública y no descartamos el trabajo territorial del movimiento CREO. Las calles siguen siendo una herramienta en democracia cuando el diálogo se agota y cuando las acciones no demuestran verdaderos cambios.
P. Odebrecht supuestamente pagó más de 30 millones de dólares en sobornos a “funcionarios del Gobierno” entre 2007 y 2016, según el Departamento de Justicia de EE UU. En este contexto político, ¿ve posible la independencia de las investigaciones tras las detenciones y registros que implican a un tío del vicepresidente de Ecuador, Jorge Glas?
R. El 1 de junio se hizo pública la información en los juzgados de Brasil y, simplemente, ya no pudieron aguantar más. A confesión de parte, relevo de prueba. Correa dijo que no seamos tan ingenuos en pensar que esto se trabajó en una semana, seguramente refiriéndose a la primera semana de Moreno, lo cual confirma que él conocía la información y no permitió que se conociera antes del 2 de abril, día de las elecciones, porque hubiera influido aún más en la visión de los ecuatorianos. No les ha quedado más remedio que actuar porque se levantó el sigilo en Brasil. Pero es solo el comienzo. Ojalá tomen la decisión de ir a fondo.
P. Moreno dice que los actos de corrupción no quedarán impunes, vengan de donde vengan.
R. No confío porque él plantea una comisión anticorrupción creada por sus ministros. Lo que debería hacer es fortalecer las instituciones llamadas a luchar contra la corrupción: Fiscalía, Contraloría y la facultad fiscalizadora de la Asamblea Nacional.
P. ¿Qué se puede hacer si hasta el fiscal y el contralor se acusan mutuamente? La Asamblea, de momento, ha anunciado un juicio político al contralor.
R. Pero el juicio debe ser al contralor y a quienes lo eligieron por tercera vez cuando ya existían sospechas de supuestos actos de corrupción. Y también debe ser llamado el vicepresidente [Glas ocupó el mismo cargo con Correa] para que dé explicaciones de las actividades de su tío, que también ha sido acusado por la Fiscalía. Lo hemos intentado nosotros en la Asamblea, pero Alianza PAÍS no ha querido.
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