El ‘Brexit’ y sus efectos centran la campaña electoral en Reino Unido
La posición sobre el divorcio con la UE puede influir en distritos tradicionalmente conservadores que votaron por la permanencia
En el debate electoral de Richmond se recibe a los vecinos con una copa de vino y una degustación de chocolates. Política y delicatesen, el afterwork perfecto para este distrito de clase alta de Londres a orillas del Támesis, sembrado de zonas verdes y compuesto por cuidadas casas de ladrillo rojo o blanco. Una circunscripción tradicionalmente conservadora que votó mayoritariamente por la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea y que es uno de esos escaños que pueden cambiar de color y que serán clave en las elecciones anticipadas del próximo jueves. En Richmond, como en su vecino Twickenham y en prácticamente todo el país, el Brexit y sus efectos copan la campaña electoral. Y la apuesta por un divorcio duro o blando es uno de esos puntos que más puede influir en inclinar la balanza.
“No nos engañemos, queramos o no esta campaña es todo sobre el Brexit”, afirmaba el jueves por la tarde Elise en el centro de mayores de Richmond, donde esperaba interpelar a los candidatos por su distrito al Parlamento. Esta empresaria de 54 años, tory por tradición familiar, cuenta que votó por el Remain (la permanencia) y que no volverá a apostar por el conservador que aspira a representar a Richmond Park, el destacado ‘brexiter’ Zac Goldsmith, un guapo y rico millonario que quiso ser alcalde de Londres y perdió contra el hijo de inmigrantes Sadiq Khan. Goldsmith ha decidido en el último momento no pasear su amplia sonrisa y su traje a medida en el debate de su distrito ante un público eminentemente europeista y en su lugar ha enviado a Lord Nicholas True. “Quizá teme encontrarse con un auditorio algo hostil”, ironiza el jubilado Andrew Robson.
De hecho, Goldsmith, que ganó su escaño en las elecciones que en 2015 dieron mayoría absoluta al partido tory dimitió en diciembre por divergencias con su partido sobre la ampliación del aeropuerto de Heathrow, y se volvió a presentar como independiente —apoyado por el eurófobo y xenófobo Ukip y los conservadores— para recuperarlo. Perdió contra la liberaldemócrata Sara Olney, del único partido abiertamente europeista en las generales de este mes y que ha llegado a proponer un segundo referéndum. “Es la opción más justa, votar cuando estén claros los términos del acuerdo con Bruselas”, argumenta Olney que comparte la visión de futuro de su compañero Vince Cable, ex ministro en la coalición liberaldemócrata con los torys y que ahora aspira a recuperar el escaño de Twickenham que perdió en la debacle de su partido en 2015. “El escenario que se nos presenta ante el Brexit puede ser un desastre”, afirma el veterano político, jaleado por los asistentes al debate.
El Brexit ya pasó factura al millonario Goldsmith y también puede costarle caro a la primera ministra Theresa May, que convocó elecciones anticipadas para tener una mayoría absoluta aún más desahogada que la que obtuvo en 2015. Pero May se encuentra con que a menos de una semana para los comicios, su partido le saca solo cinco puntos de ventaja a los laboristas de un cada vez más crecido Jeremy Corbyn. Una encuesta de Ipsos Mori difundida este viernes apunta que los torys obtendrían el 45% de los votos frente al 40% de los laboristas; una caída de cuatro puntos en algo más de dos semanas.
Así que May, tras unos cuantos patinazos por la debilidad de su programa electoral y un par de polémicas propuestas de recortes sociales —una de ellas dirigida directamente contra los mayores, sus votantes tradicionales—, ha vuelto a la senda que mejor conoce y que puede beneficiarla: agitar el debate migratorio, clave para aquellos que votaron por cortar con Bruselas. De hecho, May, que ha afirmado que su meta es reducir la inmigración neta a decenas de miles de personas de aquí a cinco años, ha acusado a Corbyn de querer una una “inmigración descontrolada”.
Pero mientras que quizá en la Inglaterra profunda y en las zonas de clase trabajadora que un día viraron hacia el populismo y la xenofobia del Ukip ese es un argumento de peso, en lugares como Richmond, que acoge la sede en Europa de multinacionales como Ebay o PayPal y que florece con la ayuda de muchos profesionales cualificados provenientes de la Unión Europea, el argumento disgusta. “¿Quién va a cubrir los puestos de médicos o enfermeras cuando no puedan venir profesionales europeos, como ahora? Si no se negocian buenos acuerdos corremos el riesgo de quedarnos aislados y retroceder años en campos como la tecnología o la ciencia”, pregunta uno de los vecinos de Richmond al conservador True. El Lord, que defendió la permanencia hace tan solo un año, repite el mantra más escuchado entre los torys que no deseaban el Brexit: “El pueblo británico tomó una decisión, ahora hay que votar al Gobierno para que tenga fuerza y autoridad para negociar con Bruselas”.
Es la carta que también juega May —quién queréis que se siente a negociar con Bruselas dentro de 11 días, Corbyn o yo—, que trata de presentarse como la líder fuerte que puede lograr el acuerdo más ventajoso para Reino Unido o levantarse de la mesa si el pacto no le convence. La primera ministra cree que el Brexit es una oportunidad para lograr un Reino Unido “liberado de las cadenas impuestas por Bruselas”. Un país “más unido y seguro, al que hijos y nietos se sentirán orgullosos de llamar su casa”.
Mientras, Corbyn, que presentó un programa electoral potente, lleno de propuestas y mucho más sólido que el de May, se afana por llevar el debate a la política nacional. Además, alerta sobre el riesgo para su país de la salida del mercado único, algo que preocupa a muchos votantes. Su argumento es que con un Brexit duro, si empieza a haber restricciones de entrada para los ciudanos comunitarios, quién sostendrá servicios básicos que los británicos no están en disposición de ocupar. El laborista, además, ha criticado duramente el cambio de chaqueta de May, que de defender la permanencia se ha convertido en una partidaria de un Brexit duro.
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