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“Gracias a Dios falleció Fidel, hemos venido a celebrar al difunto”

El exilio cubano celebra la muerte de Fidel

Cubanos celebran la muerte de Fidel en la puerta del Versailles, en Miami AFPFoto: atlas
Silvia Ayuso

Orlando Herrera casi ya carraspea más que habla. Demasiados puros habanos, demasiada fiesta lleva encima este cubanoamericano de 80 años de Miami desde que se enteró, en la madrugada del viernes al sábado, de que Fidel Castro había muerto. Tras las primeras celebraciones en casa y con los vecinos, Orlando y parte de su familia —su hijo, su nuera y su sobrino— decidieron, como cientos de ciudadanos más, continuar la celebración frente al Restaurante Versailles de la Calle 8 de Miami, en el corazón de la Pequeña Habana de la ciudad por excelencia del exilio cubano.

Miami ya no es el símbolo absoluto de la oposición feroz al gobierno castrista que dirigió la isla en la que tienen sus raíces dos millones de cubanos exiliados, muchos de ellos residentes en esta ciudad. Pero sí sigue siendo uno de los puntos donde más se concentra el menguante pero todavía clamoroso anticastrismo más duro, aquel que no ha visto con buenos ojos el acercamiento a La Habana iniciado por el presidente Barack Obama hace casi dos años. Y lo hace en lugares como el Versailles, tradicional punto de encuentro también de políticos estadounidenses críticos con el castrismo.

Desde que empezó a correr la noticia de la muerte de Fidel Castro, al filo de la medianoche, por las redes sociales, por mensajes de texto o por clásicas llamadas entre familiares, vecinos y amigos, el tramo frente al restaurante icónico del anticastrismo ha sido una pura fiesta que continuaba el sábado de forma prácticamente ininterrumpida. Los cientos de asistentes agitaban banderas cubanas y estadounidenses, tocaban bocinas, gritaban “Viva Cuba” y coreaban clásicos cubanos como el “Guantanamera”, todo ello en medio de un intenso olor al cigarro habano, “hecho con manos cubanas, pero en EE UU”, precisaba Orlando Herrera.

“¡Se murió, se murió!”, gritaba un hombre y la multitud de jaleaba. “Se fue, se ha muerto”, coreaba otra mujer.

“Hemos venido a celebrar el difunto, gracias a Dios falleció Fidel”, explicaba Orlando Herrera tras salir del Restaurante Versailles con su hijo, su nuera y un sobrino, el único que nació en EE UU. Orlando salió de Cuba en 1966, con 30 años. Se llevó a su hijo Sergio, de cuatro. La esposa de este, Bárbara, abandonó la isla con dos años. Ninguno ha vuelto a Cuba y no lo harán hasta que no vean verdaderos cambios. La muerte de Fidel, dice el hijo, Sergio, podría ser el principio de una nueva etapa.

“De un día para otro no va a cambiar nada, pero (la muerte de Fidel) es a lo mejor un comienzo para que empiece a cambiar algo, para que haya más derechos humanos, libertades”, consideraba Sergio. “Fidel era un dictador y fue el creador de todo eso”, apoya su padre.

Pelayo Marcos también se vino con sus hijas y amigos a celebrar frente al Versailles. Salió de Cuba en 1973, cuando tenía 11 años, y no ha vuelto. Le gustaría hacerlo, dice, pero solo “cuando haya un gobierno diferente, que haya elegido el pueblo”. Cree que la muerte de Fidel es un paso en este sentido.

“La mayoría de los que estamos aquí no estamos contentos porque haya muerto un ser humano, sino porque significa un ideal que llevó a Cuba un gobierno que dividió a muchas familias, que dejó muchas muertes”, explica mientras agita una bandera y baila a ritmos cubanos. “Y la mayoría aquí lo que quiere es un nuevo comienzo, esperemos que este sea el nuevo comienzo para el pueblo cubano”, se esperanza.

Muchos ven en el próximo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, el hombre que consolidará esa nueva era. Toda la familia Herrera lo votó en noviembre. “Todos somos anticomunistas, americanos y todos votamos por Donald Trump”, resume el patriarca. Él es “el hombre fuerte, el hombre que necesitaba este país, los cambios (en Cuba) han sido para los Castro y estos nunca han dado nada a EE UU, el presidente Obama entregó todo a cambio de nada y esperamos que Trump vaya a resolver algo, que haya libertad política” en Cuba, señala.

Eso mismo esperan los políticos cubanoamericanos de Miami que este sábado también se reunieron para celebrar la muerte del “cerebro de la dictadura”, como definió a Fidel Castro el congresista republicano Mario Díaz-Balart.

Pese a los tumbos que ha dado Trump en los últimos años frente a Cuba, a este congresista y hermano de congresistas de origen cubano, todos firmemente anticastristas pese a que Fidel Castro era su familiar político de su primer matrimonio, Díaz-Balart está convencido de que el magnate “fortalecerá las sanciones, aplicará la ley y ayudará a la causa de la libertad de Cuba”.

“La historia lo recordará como un asesino dictador”

Amanda Mars

Marco Rubio, nacido en Miami de padres exiliados cubanos, representa la nueva generación del Partido Republicano más diverso y, también, del anticastrismo al ultranza. "El dictador ha muerto, pero la dictadura no", dijo el senador por Florida, que pugnó por la candidatura conservadora a la Casa Blanca.

La historia, dijo Rubio, dándole la vuelta a la frase que en su día pronunció el propio Castro, “No absolverá” al mandatario fallecido, sino que esta "lo recordará como un diabólico, un asesino dictador que infligió miseria y sufrimiento a su propia gente".

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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