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Macri promete millones a las organizaciones sociales para tener un verano tranquilo

El presidente argentino, ante una crisis que no remite, intenta evitar un diciembre caliente

Carlos E. Cué
El presidente Macri saluda a la gente en Buenos Aires.
El presidente Macri saluda a la gente en Buenos Aires.Presidencia

Mauricio Macri está moviendo todas las piezas para evitar un estallido social en Argentina, donde la crisis económica, pese al optimismo del Gobierno, está lejos de remitir. La inflación sigue disparada, la industria con caídas todos los meses, hay destrucción de empleo aunque no masiva y los salarios, en especial los del 35% que cobra en negro y no puede negociar subidas a través de los poderosos sindicatos, no paran de perder poder adquisitivo, con lo que el consumo también sufre. Muchos liberales en el entorno del presidente le piden que haga un ajuste más fuerte, que haga recortes y baje el déficit público, que sigue aumentando, al contrario de lo que prometió cuando ganó las elecciones, hace un año. De hecho el objetivo de reducirlo este año al 4,8% del PIB ya parece inviable. El Gobierno se seguirá endeudando para resolver ese problema.

Macri no tiene margen político para ese ajuste con el que sueñan los liberales y la ortodoxia financiera. Tampoco ha decidido apostar por una fuerte devaluación, que fue la manera en que Argentina salió de la crisis de 2001, mucho más fuerte que esta. Roberto Lavagna, entonces ministro de economía y ahora aliado del opositor Sergio Massa, le ha recomendado a Macri que haga esa devaluación fuerte que por otra parte también le están pidiendo empresarios como Cristiano Rattazzi, jefe de FIAT en Argentina. La industria no puede competir con los altísimos precios de este país, el más caro de los importantes de América Latina y que en algunas cosas está por encima incluso de precios europeos o estadounidenses. Pero Macri, que ganó por menos de tres puntos y está en minoría en el Congreso, entiende que no tiene margen político ni para un ajuste más fuerte ni para una devaluación en serio. Y menos cuando tiene las elecciones de 2017 ya muy cerca.

Daniel Scioli, que fue candidato del peronismo y perdió contra Macri, cree que ese ajuste fuerte llegará después de los comicios. Lo cierto es que de momento el presidente no ha elegido esa vía, aunque en los primeros meses sí hizo despidos y subidas de tarifas y de servicios públicos. Ahora ha decidido optar por el camino del medio, el más habitual en Argentina: repartir dinero para intentar calmar las aguas sociales. El Gobierno ha pactado de momento una inyección de 30.000 millones de pesos (casi 2.000 millones de dólares) a un fondo de “emergencia social”. Eso supondrá sobre todo mucho más dinero para las cooperativas que actúan sobre el terreno, y que eran las que más habían sufrido los recortes tras el cambio de Gobierno y más movilizaban las protestas.

Estos movimientos son muy cercanos en muchos casos a la Iglesia, por lo que parece que este tipo de decisiones son fruto de una especie de pacto que alcanzaron Macri y el Papa argentino, Francisco, hace un mes en su encuentro en Roma, que salió mucho mejor que el primero. Francisco llevaba meses presionando a Macri por todos los medios para que evitara un ajuste mayor y repartiera fondos entre los más necesitados. Ahora parece que el presidente le ha hecho caso para tener un verano tranquilo. La mayoría de las grandes crisis sociales en Argentina han llegado en diciembre, el mes en que hubo cinco presidentes en dos semanas en 2001.

Lavagna sostiene que este sistema de ir sobreviviendo como se puede con un tipo de cambio atrasado lleva al colapso, que es lo que pasó en 2001 y antes con la dictadura militar. Pero Macri y su ministro de Economía, Alfonso Prat Gay, creen que se equivoca. Algunos analistas incluso sostienen que Macri se están “peronizando”, porque está optando por la solución clásica del peronismo: entregar dinero a las organizaciones sociales y a las personas con más dificultades para sobrevivir unos meses más a la espera de la ansiada recuperación.

Lo cierto es que el presidente necesita a cualquier coste calmar las aguas sociales y ganar las elecciones de 2017, donde se renueva buena parte del Congreso. Si las perdiera, los dos siguientes años de su mandato serían un calvario. En este momento no parece probable, Macri está fuerte en las encuestas y la oposición está muy dividida. Pero en Argentina todo cambia en semanas. Por eso el Gobierno quiere un verano tranquilo. El recorte del déficit puede esperar, piensan en la Casa Rosada. Hay urgencias mayores.

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