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“Tsipras es hoy más fuerte y ya no está solo”

El dirigente de Syriza repasa la agenda inmediata del primer ministro, reelegido este domingo por unanimidad líder del partido

María Antonia Sánchez-Vallejo
Tsipras inaugura el congreso de Syriza, el jueves en Atenas.
Tsipras inaugura el congreso de Syriza, el jueves en Atenas.A. VLACHOS (EFE)

Al histórico dirigente de Syriza Dimitris Papadimoulis no le cabía ninguna duda de que, a pesar de las notorias diferencias en el seno del partido, Alexis Tsipras sería reelegido por unanimidad presidente del mismo: logró el 92% de los votos en el congreso de la formación, clausurado este domingo en Atenas, frente a poco más de 200 votos en contra. “Tsipras saldrá muy reforzado del congreso”, el segundo de Syriza desde 2013, cuando se constituyó como partido; “las diferencias internas son las normales en un movimiento democrático como el nuestro, con espacio para la discusión y el debate”, vaticinaba en vísperas de la cita quien desde 2014 ostenta una de las vicepresidencias del Parlamento Europeo. Como prueba del evidente cierre de filas en torno al líder, el nuevo comité central incorpora a figuras críticas como Efklidis Tsakalotos, ministro de Economía y representante del Grupo de los 53, contrario a las concesiones a Bruselas.

Papadimoulis, próximo al primer ministro griego, conoce muy bien Syriza, no en balde fue uno de los protagonistas del aggiornamento de la izquierda griega, a finales de los ochenta del siglo pasado, que condujo a la formación de la Coalición de Izquierda y del Progreso (Synaspismós, en su nombre griego), el germen de Syriza. Papadimoulis, en política desde los 18 años, ha visto por tanto crecer a Tsipras y también desenvolverse en un escenario muy adverso, como el derivado de la firma del tercer rescate (86.000 millones, tres años) con la escisión de una facción del partido como protesta por la claudicación ante Bruselas. De ahí que el triunfo del primer ministro en el 2º congreso deba interpretarse, subraya Papadimoulis, en un contexto “en el que puede que ya no ocupe tantas portadas como antes [en 2015], pero eso significa que es más fuerte y que no está tan solo, a diferencia de meses anteriores, en los que llamábamos a puertas cerradas, las de la Comisión [Europea] y el Eurogrupo”. El propio comisario de Economía, Pierre Moscovici, ha aplaudido recientemente la marcha de las reformas griegas, recuerda el vicepresidente de la Eurocámara.

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Superado el trámite del congreso, Papadimoulis reduce a dos el número de retos inmediatos del Gobierno: la revisión del tercer rescate y la gestión de la crisis migratoria, en un panorama en el que, subraya, no caben esperarse sobresaltos políticos de importancia. “Las elecciones serán en 2019, al término de la corriente legislatura, porque ese es el interés común. Nos quedan por delante tres años para afianzar las reformas y fortalecer el Estado”, asegura, rebatiendo los continuos llamamientos de la oposición a anticipar los comicios. El único cambio previsible, como apuntan desde hace días los medios griegos, será “una remodelación del Gobierno, pero en mi opinión ésta se producirá tras la segunda revisión del rescate”.

Con la exigencia de los acreedores de 33 nuevas medidas urgentes —entre ellas, flexilibizar aún más el mercado laboral y liberalizar el de la energía—, los trabajos técnicos de la revisión han comenzado este lunes en Atenas, en una fase marcada por las diferencias entre el Fondo Monetario Internacional y Alemania acerca del programa. El examen es para las autoridades griegas el prólogo a las negociaciones sobre la reestructuración de la deuda, como recordó durante el congreso de Syriza el propio Tsipras. “Grecia y los acreedores deben mantener sus compromisos, pero la exigencia de Wolfgang Schäuble [ministro de Finanzas alemán] de exigir todo y no dar nada a cambio no es realista”, dice Papadimoulis sobre la insistencia de aquel de no abordar el hipotético alivio de la deuda hasta después de las elecciones alemanas, a finales de 2017.

“La postura del Gobierno es clara: que la segunda revisión no se retrase y pueda estar completada a finales de noviembre, de manera que el Eurogrupo de diciembre la apruebe y pueda iniciarse inmediatamente el diálogo sobre el alivio de la deuda y la participación de Grecia en el programa de estímulos del Banco Central Europeo [QE]”, añade.

Crisis migratoria

Con respecto al otro gran reto, la gestión —o mejor dicho, la digestión— de la crisis migratoria, con más de 60.000 refugiados e inmigrantes atrapados en el país, Papadimoulis no oculta su enfado con Europa por la postura de algunos de los socios y el virtual fracaso del esquema de reubicación de refugiados, que prevé trasladar a 160.000 refugiados desde Grecia e Italia a otros países y que en la práctica apenas ha logrado recolocar a 4.000. “Me avergüenza la imagen que ha dado Europa en la crisis de los refugiados. La Unión Europea se enfrenta a su disolución, y no lo digo yo, sino el propio Jean-Claude Juncker, si no enfrenta adecuadamente este fenómeno”, dice, en alusión a las reiteradas declaraciones del responsable de la Comisión Europea sobre la “crisis existencial” de la UE y, en concreto, sobre los riesgos que implica la disolución o el rediseño de Schengen tras los cierres parciales de fronteras por parte de algunos países para impedir la llegada de refugiados a su territorio; el cierre de las fronteras balcánicas, a finales de febrero, provocó un inhumano tapón en Grecia, cronificando la crisis.

“No podemos tener una Europa a la carta como pretenden algunos, todos deben asumir su parte de responsabilidad. Grecia no puede sobrellevar sola esta gran presión, no se puede convertir en un almacén de almas ni en una nueva isla de Ellis. En medio de la peor crisis económica del continente, ha mostrado la mayor humanidad posible hacia los refugiados, y eso es un honor para Grecia y para los griegos. Pero además, tenemos que plantearnos seriamente la cuestión, porque esta crisis ha vuelto a dividir nuevamente a Europa en dos, la del norte, desarrollada y rica, y la del sur, que acoge y da muestras de humanidad incluso con escasos recursos. En este contexto, una Europa a la carta, en la que algunos países tengan sólo derechos y ninguna obligación, no va a funcionar”.

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