La clave: compaginar paz y justicia
Lo que hay que pedirle a la clase política colombiana es que actúe con generosidad y patriotismo
Estas últimas semanas Colombia ha estado especialmente en las mentes y en los corazones de todos nosotros. Siempre lo estuvo, pero los acontecimientos recientes la han puesto, de forma muy intensa, en el escenario internacional. Primero, unos acuerdos con la guerrilla de las FARC, en La Habana, enormemente controvertidos internamente, pero apoyados de forma casi unánime por la comunidad internacional, como se puso de manifiesto en su firma, en Cartagena de Indias, el pasado 26 de septiembre. Y luego, por el resultado del referéndum del pasado domingo y que dio la victoria, por un margen mínimo, a los partidarios del no, y que ha desconcertado a la comunidad internacional y a buena parte de la clase dirigente colombiana, que ha puesto de manifiesto que no había plan B para esa circunstancia.
Desconcierto y frustración son ahora, pues, las palabras dominantes. Pero todos tenemos la obligación de sustituirlas, de nuevo, por otra palabra ilusionante: la esperanza. Y aprender de lo sucedido, evaluar los errores y perseverar en el esfuerzo de lograr, después de más de cincuenta años, una paz justa. Y ahí está el punto clave: compaginar paz y justicia.
Muchos de nosotros (yo muy modestamente) hemos intentado ayudar ahora (desde el CITPax, cuyo patronato tengo el honor de presidir). Pero hemos intentado ayudar siempre.
Cuando ahora veo aprendices de brujo, que incluso se atreven a criticar la presencia del rey Juan Carlos en la ceremonia de la firma, y que piden, por ello, la dimisión del ministro de Asuntos Exteriores, me atrevería a decirles que todos los Gobiernos de España —todos sin excepción— hemos apoyado sin fisuras lo que nos ha pedido el Gobierno legítimo de Colombia en cada momento, aunque no lo compartiéramos. Y eso es lo que había que hacer. Y eso es lo que debemos seguir haciendo.
Pero es obvio que hay que hacer una lectura correcta de lo sucedido. Primero, que los referendos no suelen ser una buena herramienta en las democracias representativas. Veamos los resultados: nada menos que dos tercios de los colombianos no se han sentido involucrados y no han ido a votar. Y el resto, se ha dividido por la mitad. Mal asunto. Segundo, no puede haber vuelta atrás sin más. Es decir, resignarse a la guerra entre un Estado soberano y democrático y una organización armada que ha utilizado el narcotráfico y el terrorismo hasta límites insoportables.
Lo que hay que pedirle a la clase política colombiana (desde el presidente Santos a los expresidentes Uribe y Pastrana) es que encuentre la vía para rehacer los acuerdos, en conformidad con la voluntad democrática expresada por los colombianos, y no empiece de cero. Con generosidad y con patriotismo.
Y así el Nobel de la paz podrá ser compartido por todos. Es decir, por todos los colombianos y por todos los que amamos ese maravilloso país.
Josep Piqué es exministro español de Asuntos Exteriores.
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