“Los negros no somos yihadistas”
Blancos y negros tienen experiencias muy distintas con la policía de Dallas, pero coinciden en que el odio racial no puede ser el único motivo de la matanza
Después de la barbarie, la reflexión. Varios miles de personas se congregaron a mediodía del viernes en el centro de Dallas, Texas, para recordar a los cinco policías asesinados a balazos la noche anterior. Una protesta, otra, contra la violencia, en medio de la tensión racial disparada por lo sucedido el jueves y las muertes de dos hombres negros a manos de la policía en Minneapolis y Baton Rouge esta semana.
Entre los asistentes había personas de todas las razas y representantes de todas las religiones en una ciudad muy diversa. Dos hombres blancos comentaban que aún no se sabe lo suficiente para relacionar la matanza con el movimiento de protesta contra la policía. “No creo que sea una cuestión racial”, decía Jeff Clark. “Suena como algo estratégicamente planeado. Tengo dudas sobre su motivación”. Para Clark, residente en Dallas, se trata de un suceso propio del “salvaje Oeste” que se explica por muchos factores: “La raza, las armas, la percepción de la policía como autoritaria, todo junto”.
Jeff Clark y Kyle Jeffrey coincidían en que la policía de Dallas no tiene, como la de Ferguson o en su día las de Los Ángeles o Nueva York, fama de especial brutalidad contra los negros. No les costa ese resquemor racial. El Departamento, de hecho, se precia de ser uno de los primeros en tener programas de colaboración con la comunidad.
A pocos metros de allí, Alston Harrison, de 58 años y de raza negra, también expresaba su solidaridad con los fallecidos, pero abría los ojos con cara de sorpresa cuando se le preguntaba por la fama de la policía de Dallas. “No me gusta la policía, pero sí los policías. Conozco a una decena de policías y los quiero. Pero el uniforme no es bueno, ha sido malo para mi gente durante décadas”. Harrison, nacido y criado en el sur de Dallas, dice que “una cosa es el uniforme y otra son los seres humanos” y su discurso cambia enormemente cuando habla de una cosa o de la otra. Está aquí por solidaridad con las personas fallecidas, no con la policía.
No me gusta la policía, pero sí los policías
“Ha habido momentos en mi vida que he deseado que esto pasara”, confiesa Harrison, según se va calentando. “Pero son momentos de ira en tu vida”, momentos como “cuando te tiran la puerta abajo o te detienen”. “Ahora que ha pasado, desearía que no hubiera pasado”. Para Harrison, el resentimiento racial no es suficiente para algo como lo que pasó el jueves por la noche. “Mira, los negros no somos yihadistas, no hacemos mierdas de estas porque sabemos que nos van a matar. El asesino sabía que lo iban a matar. Especialmente en Texas, sabes que no vas a llegar al juicio”.
Harrison describe la frustración de saber que “por ser como soy, me van a tratar de una manera y no hay nada que pueda hacer, nada”. Ni siquiera con la visibilidad que ha cobrado el enfado de la comunidad negra en los últimos dos años, “no ha cambiado nada”. Cree que lo que pasó el jueves puede volver a pasar, la pesadilla subyacente en estos momentos en el país. “Yo tengo paciencia y fe, pero no todo el mundo es así”.
Para uno de los líderes religiosos presentes en el acto, Jeremy Williams, pastor baptista de 38 años, el racismo sigue siendo el problema fundamental. Con gafas de pasta marrón, vaqueros y camisa blanca sobre su piel negra subraya uno de los prejuicios más habituales: “Vestido así no tengo problemas. Pero cuando vuelvo del gimnasio de noche con una sudadera noto como la gente se cambia de acera”.
Williams tiene además una tesis propia del teórico poscolonial Frantz Fanon sobre cómo se traduce ese racismo en violencia policial y porqué se repiten escenas en las que los agentes ultiman al detenido incluso después de tenerlo inmovilizado: “Cuando los policías ven a un negro creen que somos algo sobrenatural, que somos una fuerza animal. Por eso no tiene suficiente con pararnos e inmovilizarnos, por eso nos disparan. Porque creen que somos más fuertes”.
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