El fallo judicial que mantiene en vilo a China
El inminente dictamen de la Corte de Arbitraje de La Haya es clave para el futuro de la soberanía marítima de Asia
China aguarda con la respiración contenida la decisión que un tribunal de la ONU, la Corte Permanente de Arbitraje en La Haya (Holanda), anunciará el martes sobre una de las disputas de soberanía más espinosas de los últimos años en la región. Pero si el nerviosismo es palpable en Pekín, donde los diplomáticos del Ministerio de Exteriores han multiplicado sus reuniones con expertos y periodistas para explicar la posición china, el fallo también se espera con expectación en Filipinas, que llevó el caso a los tribunales, en los otros países con reivindicaciones territoriales en el mar del sur de China y en Estados Unidos. China, que no reconoce la competencia del tribunal, ha dicho que hará caso omiso al fallo.
El caso ha elevado la tensión en las aguas del mar del sur de China. Seis países -Filipinas, Vietnam, Taiwán, Malasia y Brunéi, además de la segunda economía del mundo- mantienen reclamaciones territoriales sobre toda o parte de la zona. Estas son algunas de las claves de la disputa y de la decisión del tribunal.
¿Por qué es importante el fallo judicial?
Es una disputa que puede tener implicaciones en todo el mundo: por los pasajes marítimos de la zona cruzan anualmente cerca de 5 billones de euros en productos comerciales. Una alteración del equilibrio geopolítico actual puede causar una fricción seria, o algo más grave, entre China y EE UU que arrastre a otros países o desate una carrera regional de armamento. EE UU no tiene reivindicaciones territoriales en la zona, pero asegura que defiende la libertad de navegación y ha llevado a cabo varias patrullas en áreas que Pekín se atribuye. Además, las reacciones tras la decisión del tribunal pueden afectar al sistema de derecho internacional creado en torno a la ONU y otras instituciones multilaterales para dirimir disputas entre naciones.
¿Cuál es la disputa?
China recurre a la historia y alude a antiguos mapas y textos literarios para justificar sus reclamaciones sobre islotes, rocas y arrecifes repartidos por dos millones de kilómetros cuadrados que se encuentran en algunos casos a más de 2.000 kilómetros de su costa. Es lo que Pekín llama la “línea de los 9 trazos”. Filipinas, en cambio, considera obvio que por la cercanía geográfica le corresponden las zonas que reclama; Vietnam argumenta su explotación pesquera desde tiempo inmemorial de las zonas que considera suyas.
La tensión en la zona ha ido creciendo en los últimos años. China cada vez ha expresado sus reclamaciones con mayor rotundidad. No es el único país que ha dragado el mar para construir terreno artificial en las islas que reclama, pero sí el que lo ha hecho en magnitudes muy superiores al resto. EE UU le acusa de haber construido más de 800 hectáreas de islas artificiales en las Spratly.
¿Por qué acudió Filipinas a los tribunales?
En 2013, Filipinas, bajo la presidencia de Benigno Aquino, llevó la disputa ante la Corte de Arbitraje, una decisión que levantó la ira de Pekín, que sostiene que el caso debe solventarse mediante el diálogo bilateral entre los países implicados. China no reconoce la competencia del tribunal en este caso y ha dejado claro que no acatará la sentencia. Esta semana, el exconsejero de Estado Dai Bingguo aseguraba en un discurso en Washington que la sentencia que se dicte “no es más que un mero trozo de papel”, mientras que el portavoz de Exteriores, Hong Lei, declaró el viernes que el caso representa “una violación del derecho internacional bajo la guisa de defenderlo”.
¿Qué se esperaba de la decisión judicial?
El tribunal no adjudicará el martes la soberanía de las islas a países concretos, sino que se pronunciará sobre cuestiones técnicas relacionadas con la convención de la ONU sobre Derecho Marítimo (UNCLOS, por sus siglas en inglés), como la definición precisa de una roca, o de una isla. Cuestiones importantes, dado que solo una isla genera derecho, bajo la convención de la ONU, a una zona económica exclusiva de 200 millas marinas. Conceder o negar la condición de isla a ciertos accidentes geográficos, como el islote de Itu Aba bajo control taiwanés, tendría repercusiones inmediatas en la disputa. Es posible que la corte también decida sobre la base legal de la “línea de nueve trazos”, que Pekín nunca ha explicado con claridad.
La gran mayoría de los expertos considera que, si no en todo, el tribunal dará al menos en parte la razón a Filipinas. Su decisión en torno a lo que la UNCLOS considera una isla puede socavar enormemente la reclamación china, puesto que su costa continental se encuentra muy alejada de las Spratly que los dos países se disputan. Y una decisión contraria a China puede generar una avalancha de casos similares ante los tribunales de la ONU del resto de países implicados en la disputa.
¿Cómo ha reaccionado China?
Anticipando una decisión contraria, desde la pasada primavera China ha llevado a cabo una intensa campaña diplomática para tratar de recabar apoyos entre terceros países. Asegura que cerca de 60, desde Zimbabue a Camboya, se han pronunciado en su favor y en contra de la autoridad del tribunal para pronunciarse. Aunque el recuento no ha dejado de tener peculiaridades: tras verse mencionados, países como Eslovenia desmintieron categóricamente que hubieran expresado tal opinión.
Y en el equivalente geopolítico del palo y la zanahoria, mientras los diplomáticos chinos cortejaban a las cancillerías extranjeras, el Ejército chino ha hecho blandir la espada. Desde el martes pasado China desarrolla maniobras militares en una zona de 100.000 kilómetros cuadrados en torno a las Paracel, una de las cadenas de islotes en disputa.
“China está firmemente comprometida a salvaguardar su territorio y sus derechos marítimos, y defenderá sus intereses en el mar del Sur de China”, declaraba el jueves en una reunión con periodistas internacionales el coronel Yang Yujun, director general de Comunicaciones del Ministerio de Defensa.
La incógnita filipina
Una de las grandes incógnitas es cómo reaccionará Filipinas, donde el 30 de junio tomó posesión de su cargo su nuevo presidente, Rodrigo Duterte. Aunque el flamante jefe de Estado había expresado su apoyo a las reclamaciones de soberanía de gobiernos anteriores durante la campaña electoral, tras su investidura ha adoptado un tono más suave y se ha declarado abierto a un diálogo.
Con una sentencia que reforzara su posición, podría continuar adelante con la política de confrontación ante China que aplicó su predecesor. Pero, inmerso en su violenta campaña declarada contra la delincuencia organizada y las drogas, es posible que no quiera mantener demasiados frentes abiertos y opte por una actitud más suave ante Pekín.
En una entrevista concedida a AFP, el nuevo ministro de Exteriores filipino, Perfecto Yasay, afirmaba este viernes que Filipinas está dispuesta a compartir recursos naturales con Pekín en áreas en disputa aunque gane la demanda el martes. Duterte, ha asegurado su ministro, quiere abrir conversaciones directas con China “tan pronto como sea posible” y tratar cuestiones como la explotación conjunta de reservas de gas natural o bancos de pesca.
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