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Columna
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¿Cambio de ciclo?

Los relevos políticos en Iberoamérica responden a un cambio de táctica, no de estrategia

Los periodistas sentimos una afición indecible por adivinar alteraciones significativas en el dibujo de las cosas. Y hoy son aparentes ciclos en sucesión, con la racha de deslizamientos a la derecha en América Latina: Macri en lugar de Fernández en Argentina; la negativa a concederle otro mandato a Evo en Bolivia; la catástrofe de Maduro en Venezuela; las ásperas dificultades de Rousseff en Brasil; y la renuncia a seguir de Correa en Ecuador, son toda una tentación difícil de resistir.

Es cierto que hay en algún caso un elemento común: la bonanza que trajo el crudo sobrepreciado se lo lleva hoy el crudo por los suelos. ¿Cuánto bolivarianismo cabe en un barril de petróleo a menos de 30 dólares?; y eso vale como causa general para Venezuela, Ecuador y en menor medida, Bolivia, donde la percepción de que el indigenismo no ha acabado con la corrupción y la fatiga de materiales —10 años ya de presidente— han sido tan o más decisivos. En Venezuela, las elecciones que perdió Maduro no eran presidenciales, sus eventuales sucesores en la oposición son un puñado de aspirantes más o menos bien avenidos únicamente porque la expectativa de poder une mucho. Pero sería un error dar por relevado al chavismo, que si llegó a tener un respaldo del 60% de la opinión fue porque el poder derramaba sobre el más desfavorecido lo que le sobraba del derroche en política exterior.

No hay derecha, ni izquierda, ni ciclo, solo subsistencia. En Brasil son igualmente las infladas expectativas de gran potencia del tiempo de Lula y su prestidigitación para crear clases medias, más la corrupción natural del poder, lo que ha pasado factura a una presidencia que muchos consideran ya amortizada; y en Argentina el cambio tiene poco de cíclico porque el país sigue siendo peronista, solo que el movimiento que fundó el general siente una tendencia irreprimible a volverse contra sí mismo.

En ninguno de esos países ha habido un verdadero fin de época, aunque posiblemente sí de reinado, para aquellos que entendían la presidencia como un caudillismo; salvo, quizá, Correa si cumple su amenaza de irse a descansar a su alma máter belga.

La idea de ciclo implica un motor común; unas influencias recíprocas entre los distintos casos; unas fuerzas cuasi telúricas que manosean al ser humano como jugueteaban los Dioses del Olimpo con los mortales. Y nada de eso ha ocurrido en el escenario latinoamericano, donde cada caso es hijo de sus propias circunstancias. Pero, situándonos en otro plano, cambio material, coincidente o no en sus causas, sí que lo ha habido y simultáneo en escenarios clave del continente. Gobernantes diferentes o dificultades a futuro de los que permanecen, sí que se han producido. Es posible que la historia se repita, como decía Marx, en clave de farsa, pero lo hace escribiendo en cada caso su propio guion.

Cambia el ciclo, pero no hay ciclo, ni tampoco esta es la vez de la derecha, aunque haya derecha. Los relevos en el poder o la expectativa de que se produzcan son de carácter táctico, no estratégico. Esperar a ver.

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