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América Latina declara la guerra a un mosquito

La región está en alerta contra el 'Aedes aegypties' capaz de transmitir zika o chikunguña

América Latina está en guerra contra un mosquito: el Aedes aegypties, capaz de propagar enfermedades por todo el continente en cuestión de meses. La última batalla es la del virus zika, que ya alcanza a 18 países, con decenas de miles de afectados, y que es en particular peligroso para las embarazadas y sus fetos. En cuestión de meses, en Brasil hay casi 4.000 casos de microcefalia en bebés asociados al virus y se estudia la relación del zika con el síndrome de Guillain-Barré, una afección autoinmune que produce parálisis. Los científicos admiten que no saben cómo pararlo.

Ante la amenaza, las autoridades de EE UU dieron la primera voz de alarma para recomendar a las embarazadas que no viajen a países afectados. El viernes, Europa se sumó a esa cautela, y como muestra del impacto y temor que genera en América, esta semana Colombia ha decidido aconsejar a las mujeres que eviten quedarse embarazadas por ahora.

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El zika es solo la última prueba de la capacidad del Aedes para amenazar la salud de los latinoamericanos. Ya ha dado unas cuantas: más de dos millones de casos sospechosos de dengue (1.100 muertos) en 2015, y 660.000 contagios de chikungunya (71 fallecidos) son solo otros de estos números. A pesar de su apellido, el Aedes es “un cosmopolita” que está muy cómodo en América Latina, apunta Óscar Soriano, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Solo Canadá y el Chile continental están libres del mosquito, señala la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el resto (y en África, sudeste asiático, gran parte de Oceanía y el sur de Europa) tiene las condiciones que necesita para procrear: agua estancada y calor.

“De momento nos está ganando la batalla”, apunta Mar Faraco, vocal de la Sociedad Española de Medicina Tropical y Salud Internacional (Semtsi). “La lucha no está siendo lo suficientemente eficaz, como lo fue en otras épocas”, dice Israel Molina, de la Red de Investigación de Enfermedades Tropicales (Ricet). Molina se refiere a que en los años setenta y ochenta “hubo una reducción muy importante”, añade. “Lo que sucede es que esos esfuerzos hay que mantenerlos”. Fernando de la Calle, especialista en Medicina Tropical del complejo Hospitalario La Paz-Carlos III, coincide en que “eliminar el mosquito es imposible”.

Las infecciones tropicales viajan fuera de sus nichos

El zika ha copiado en su trayectoria a otro virus, el chikunguña, que causa una dolorosa enfermedad en las articulaciones. Ambos son originarios de África. El chikunguña, en Tanzania en 1952; el zika, en Uganda en 1947 en monos. Y los dos han terminado llegando a América —el chikunguña en 2013, el zika el año pasado—.

Este viaje no es casual. No se debe a que los virus hayan adquirido una repentina capacidad de trasladarse. Los que lo hacen son los mosquitos que los transportan o las personas infectadas por ellos. Humanos y animales usan aviones y barcos. Los insectos son muy poco exigentes. Les basta el agua contenida en un neumático después de llover para completar su ciclo vital. Así llegó otro Aedes, el albopictus, el mosquito tigre, a España.

El insecto, explica Soriano, un especialista en estos animales, tiene un ciclo vital relativamente corto (una semana de media) y le basta un charco para completarlo. Por eso, aunque se piense que es un problema rural, también afecta a las ciudades. El agua que queda en un plato a la intemperie después de regar le basta para reproducirse. Y eso es nada comparado con las “enormes extensiones de agua del continente”, advierte Soriano, en las que cualquier actuación es difícil porque son sistemas biológicos muy complejos donde no se puede fumigar o usar muchos productos por el riesgo de crear una catástrofe ecológica. Faraco cree, ante estas dificultades, que la solución es localizar los focos locales cuanto antes y erradicarlos.

Además de la versatilidad y adaptabilidad del mosquito, otro factor puede estar ayudando a su propagación: el calentamiento del planeta. “El cambio climático puede volver más cálidos lugares que no lo eran tanto, o hacer los inviernos más templados. Esto favorecería la presencia de los mosquitos o que circulen durante más meses”, indica De la Calle. Otra cosa que está sucediendo es que “nos cargamos los bosques, y los mosquitos van a las ciudades”, dice Faraco.

Otras posibilidades que se están estudiando son disminuir los enjambres de mosquitos mediante la suelta de machos estériles o de animales mutados para que su descendencia no prospere. Ya hay ensayos con alguna variedad que está programada para que sus larvas no lleguen a la fase adulta. Pero estos intentos están, de momento, en fase de experimentación, y despiertan muchos recelos. “No se sabe la consecuencia a largo plazo de meter algo extraño en el ecosistema”, indica Soriano.

Difícil de vencer

Por eso, los especialistas vuelven a las medidas de prevención clásica: un diagnóstico precoz de la enfermedad para localizar posibles focos y medidas de protección como usar repelentes y manga larga, sobre todo al amanecer y anochecer. Y no quedarse embarazada o no viajar a las regiones con mosquito, como aconseja también EE UU. Porque, médicamente, poco se puede hacer. No hay fármacos específicos contra el zika, ni tampoco una vacuna.

Esos son los pobres medios que se tienen para luchar contra el mosquito. “Algo muy complicado”, admite Soriano, quien ve probable su propagación. “Con vientos normales pueden desplazarse dos kilómetros. Es para lo que están hechos: para colonizar nuevos ecosistemas”.

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