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“Si Dilma consigue un pacto para gobernar, tendrá una oportunidad”

El alcalde del centro financiero de Brasil habla sobre las mejoras que ha logrado en la ciudad y sobre el panorama político del país

El alcalde de São Paulo, Fernando Haddad.
El alcalde de São Paulo, Fernando Haddad.FERNANDO CAVALCANTI

Desde la antesala de su gabinete, donde suele recibir a la prensa y reunirse con sus secretarios, el alcalde de São Paulo, Fernando Haddad, de 52 años, controla la ciudad por medio de enormes pantallas. La única imagen de la sala que nunca cambia, por petición expresa del alcalde, es la del intenso flujo de consumidores de crack de la zona conocida como Cracolândia.

“Es el proyecto que tengo más ganas de resolver. Es algo que tiene que persistir todos los días”, dice. En vísperas de entrar en su último año de legislatura y en medio de los primeros pasos para las elecciones municipales de 2016, Haddad vive un momento de buenas noticias. The Wall Street Journal lo ha llamado visionario y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, lo ha elogiado.

Pregunta. Las medidas tomadas en el tránsito de la ciudad han surtido efecto, el número de muertes se ha reducido. Elogios de un periódico internacional, de la alcaldesa de París... ¿Cree que la opinión pública puede empezar a cambiar?

Respuesta. Actualmente el nivel de inestabilidad del humor es tan grande... Creo que si tienes un proyecto en el que crees, tienes que utilizar la legislatura para llevarlo a cabo. Está habiendo avances institucionales importantes. Las finanzas de São Paulo nunca han estado en mejor situación, a pesar de la crisis.

P. ¿Cómo es posible?

R. Aquello en lo que nadie creía, que se recalculara la deuda que tiene São Paulo [con el Gobierno federal] desde que se firmó el contrato en 2000, ha sucedido. Gracias a ello, hemos reducido prácticamente el 50% de nuestra deuda: del 180% de nuestros ingresos ha pasado al 90%. Por ley, puedo endeudarme hasta un 120%. Si el Gobierno federal no financia el Plan de Aceleración para el Crecimiento (PAC) de São Paulo, como estaba planeado en 2013, ahora tengo margen para financiar mi propio PAC.

P. Nunca se había vivido un escenario tan polarizado. Hay gente que ve el proyecto de Cracolândia y dicen que está negociando con traficantes. Si se reduce el tránsito, dicen que es por la crisis...

R. Pero es mentira, ¿no? ¿Me está preguntando cómo hago frente a las mentiras? Hago una política de reducción de daños que es un ejemplo internacional, ¿y alguien viene con una crítica así? Esa persona no está haciendo política, está siendo rastrero. La única ciudad que ha reducido la lentitud en el tráfico es São Paulo. ¿Solo hay crisis en São Paulo? Esta persona no quiere construir un país y una ciudad decentes.

P. Se prevé una posible caída de la presidenta Dilma Rousseff. ¿Cómo hacer frente a un plan para la ciudad ante este escenario?

R. El problema es que la crisis política acabó transformándose en un problema mayor que el económico, porque está alimentando la crisis económica. Si la presidenta consiguiera restablecer un pacto político para gobernar, tendría de hecho una oportunidad. Porque la economía brasileña responde muy rápidamente a los estímulos correctos. La crisis política actual es mucho más severa que la que [el expresidente] Fernando Henrique [Cardoso] enfrentó. Esta corre el riesgo de transformar problemas coyunturales en estructurales.

P. ¿Y se puede resolver?

R. Si con la reforma ministerial consigue volver a tener mayoría y toma las medidas correctas, reconsiderando algunas decisiones de este primer período, la economía brasileña reaccionaría rápido y, con tres años por delante, tendría una respuesta efectiva. Cuánto de su prestigio va a recuperar, sólo el tiempo lo dirá.

P. ¿Qué sería más interesante para el PT, alejarse en 2018 para recuperar su base o presentarse a las elecciones?

R. Sinceramente, ahora no soy capaz de prever cuál será la actitud del PT. No sé cómo estarán las cosas el año que viene, imagínese en 2018. Es un momento de inestabilidad. Es como preguntarme, en medio de un tsunami, si voy a coger la próxima ola.

P. Dice que no sabe cómo será el escenario político en 2016. ¿No sabe si va a ser candidato?

R. Ahora mismo no quiero hablar sobre la política del año que viene. Tengo que garantizar que los proyectos importantes para la ciudad se aprueben. Soy una persona que se sorprende un poco con el mundo de la política, porque fui educado por un campesino libanés. Para mi padre, la palabra dada es sagrada. Actualmente, en el mundo de la política, ni siquiera lo que está firmado vale.

P. En el caso de que no salga reelegido, ¿cree que hay riesgo de que se deshaga lo que ha hecho?

R. Nuestra democracia todavía no tiene la consistencia que necesitamos. En Brasil todavía no se distingue entre política de Estado y de Gobierno. Y eso es terrible para la democracia. La democracia es la disputa y el consenso. Esa dinámica es lo que hace crecer al país, y no el hecho de transformarlo todo en una cuestión partidaria.

P. ¿Y vale la pena tanto desgaste?

R. Sólo acepté ser jefe de gabinete de una secretaría municipal. El resto no dependió de mí. Acepté el cargo de jefe de gabinete de João Saad, en la gestión de Marta [Suplicy, una alcaldesa anterior]. El resto es consecuencia de ello. ¿Quién se iba a imaginar que habría la crisis de 2005? Que me iban a nombrar ministro, que Lula me mantendría en su segunda legislatura, que Dilma me mantendría... Que Lula me invitaría a ser candidato al Ayuntamiento y que ganaría las elecciones. Pero no sé adónde me llevará la vida después. Tal vez a la universidad.

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