Un fin de ciclo
Aunque Scioli no logró, como soñaba, superar el 40% de los votos, salió fortalecido
El resultado de las elecciones en Argentina dejó a casi todos sus protagonistas con algún grado de desilusión. Daniel Scioli se impuso sobre el resto. Sin competidor dentro del oficialismo, obtuvo el 38,45% de los votos. Cambiemos, la principal coalición opositora, conquistó el 30%. Allí ganó el alcalde de la Capital Federal, Mauricio Macri, sobre sus aliados Ernesto Sanz, del radicalismo, y Elisa Carrió, de la Coalición Cívica. Macri consiguió el 24,2% de los votos.
Scioli no logró, como soñaba, superar el 40% y aventajar a Cambiemos por más de 10 puntos. Esa ecuación hubiera indicado que está en condiciones de ganar los comicios del 25 de octubre sin segunda vuelta. Sin embargo, Scioli salió fortalecido. Si se le compara con Macri, y no con Cambiemos, le sacó 14 puntos de ventaja.
En esa diferencia radica el desafío que enfrenta Macri como principal opositor. Él necesita alcanzar dos objetivos: retener los votos de sus rivales internos, Sanz y Carrió, y convocar al resto del electorado opositor a una polarización con Scioli, que fuerce un balotaje. Para que los simpatizantes de Sanz y Carrió, que tienen una sensibilidad socialdemócrata, lo elijan en octubre, Macri deberá despersonalizar su campaña. Es decir, realizar una convocatoria conceptual que seduzca a quienes tienen algún reparo por él y por lo que representa su apellido: una familia de contratistas del Estado que conoció la gloria durante el menemismo. Si desea partir las aguas a favor o en contra de Scioli, Macri deberá demostrar que su rival es la continuidad de Cristina Kirchner. La opinión pública está fracturada respecto a la presidenta. Pero Scioli ha sido habilidoso para indicar, con gestos más que con palabras, que su peronismo es distinto del de los Kirchner. Más centrado, menos conflictivo.
Scioli exagerará en adelante esa diferencia. No sólo para burlar el retrato negativo que intentará pintar Macri. También porque se lo aconseja la matemática electoral. Para indicar un símbolo: el hijo de la presidenta, Máximo Kirchner, fue derrotado en Santa Cruz. Una de las paradojas es que a Scioli le fue mejor en varias provincias del interior —Santa Fe y Mendoza, por ejemplo— que en la propia, Buenos Aires. Allí no alcanzó el 40% y, en cambio, hicieron una buena elección Macri y, sobre todo, su candidata a gobernadora, María Eugenia Vidal: arañaron el 30%. En el interior predomina un peronismo moderado, ajeno al estilo kirchnerista. En cambio, en Buenos Aires, Scioli quedó asociado a Aníbal Fernández, quien se impuso como candidato a gobernador. Fernández es el jefe de Gabinete de la señora de Kirchner y ha sido acusado de proteger a una banda de narcotraficantes.
Los votantes de Sergio Massa y José Manuel De la Sota serán los árbitros decisivos para octubre. Estos peronistas enemistados con la señora de Kirchner obtuvieron el 20%. ¿Cómo se define su electorado? ¿Por su peronismo, que lo acercaría a Scioli, o por su animadversión hacia el Gobierno, que lo inclinaría a Macri? También la seducción de estos ciudadanos forzará a Scioli a tomar distancia de la presidenta.
Scioli deberá dar a entender que él también representa un fin de ciclo. En otros términos: tendrá que encarnar la principal habilidad del peronismo. Cambiar de piel para seguir disfrutando del poder.
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