La aplicación del IVA confunde a comerciantes y clientes en Grecia
El sector de la alimentación se convierte en un campo de pruebas con los nuevos tipos
Una pizca de sal y un puñado de orégano valen en Grecia desde el lunes nada menos que diez puntos de IVA. La diferencia entre un suvlaki —popular pincho de carne— normal y otro aderezado es exactamente esa, del 13% de IVA en que está tasado el primero al 23% del segundo, en virtud de los nuevos tipos aprobados la semana pasada en la lista de acciones prioritarias previas a la negociación del tercer rescate con la troika, que según apuntaron este martes fuentes del Gobierno griego deberá haber concluido hacia el 20 de agosto. Pero no es sólo el aliño lo que cuenta, también la diferencia entre si se trata de carne de cerdo o de pollo (13% de IVA) o de ternera (producto importado, 23%). Y, paradoja contable, si incorpora pimiento o tomates, que como productos frescos están gravados al 13%, el IVA de la suculenta brocheta se dispara al 23%.
En el atropellado arranque del nuevo IVA (con tres tipos: 6%, 13% y 23%), apenas sin tiempo para ajustar programas de contabilidad e informáticos, comerciantes y consumidores experimentan más dudas que certezas, y no sólo por el impacto real de la subida en sus respectivas economías (que muchos pequeños negocios se confiesan dispuestos a sufragar parcialmente de su bolsillo, para no perder clientes). Porque, por ejemplo, ¿cómo tributar la mezcla de cerdo y ternera en un kilo de carne picada? ¿Cómo se refleja eso en el tique de compra? “Es un lío enorme, la gente compra mucha carne picada porque es asequible y no sabemos qué tipo [de IVA] ponerle, porque habitualmente es mezcla, y en distinta proporción. De momento, estos días la ofrecemos al precio más bajo, perdiendo nosotros… Es una especie de oferta hasta que nos enteremos de cómo debe ser”, explicaba este martes confundido Thanasis Kiolas en un puesto del mercado central de Atenas. Según las pintorescas normas, una proporción de mezcla de 60-40 debería tributar al tipo impuesto a la carne preponderante; pero nada se especifica en las instrucciones sobre una mezcla al 50% de ambos productos.
Aunque la subida del IVA al 23%, con un incremento en torno al 9% en el precio final, no sólo afecta a la alimentación —también a servicios tan dispares como pompas fúnebres, academias, alojamiento, restauración, medios de transporte o productos higiénicos o para discapacitados—, el hecho de haber tenido que retasar al alza alrededor de 40.000 productos alimenticios ha provocado una confusión mayúscula en los pequeños comercios del ramo.
“Yo vendo aquí unos 500 productos, la mayoría se han ido al 23% y unos pocos, muy pocos, siguen al 13%... ya hemos adaptado la caja registradora, nos costó 75 euros cambiar el programa, que refleja el total diario facturado por los dos tipos. Pero mi dependiente se vuelve loco, no sabe aún a qué tipo cobrar cada cosa… y con las hierbas aromáticas ya ni sabemos qué hacer”, añade Mina, dueña de una tienda de frutos secos. Un puñadito de sal en unas almendras marca también la diferencia entre un tipo del 13% y el 23%. “Pero no me quejo”, continúa, “si vendiera aceite sería igual de caótico”, añade, en referencia a la exención del de oliva de la lista del 23%. Lo mismo sucede con los distintos tipos de pan, pasta o derivados del pollo.
La primera intención del Gobierno fue aplicar la subida inmediatamente, apenas 48 después de su aprobación en el Parlamento, el miércoles pasado, pero el Ministerio de Finanzas decidió prorrogar un par de días más —todo el fin de semana— la entrada en vigor para dar tiempo a los establecimientos a actualizarse. Con buen criterio, a juzgar por rezagados como Mijalis, un taxista autónomo que este martes no había cambiado aún el contador y seguía cobrando la carrera al 13%, en lugar del nuevo 23%, como todos los medios de transporte, del metro al barco o el avión. “Hombre, con 13.000 taxis que hay en Atenas no creo que me vaya a tocar un inspector, y menos estos días… Tengo que llevar el coche al taller porque el taxímetro tiene una colocación muy extraña en la guantera, el cambio me va a salir por 100 euros como mínimo”.
Aunque la alimentación es la parte del león de este incremento, y la más ardua de actualizar —los productos frescos, no procesados, tributan al 13%; el resto, al 23%, pero nadie sabe cómo gravar los de stock, por ejemplo—, otros servicios como las academias —muy socorridas entre los estudiantes para paliar el deficitario nivel de la educación pública— ya contemplan una huelga en protesta por el aumento. El sector de las pompas fúnebres también vaticina tiempos difíciles, porque ya ha visto mermado su volumen de negocio en los últimos cinco años, “aunque morirse siga siendo algo obligado”, ironiza Dímitra Athanasiópulu, propietaria de una tienda de lápidas junto al cementerio más importante de Atenas.
“Todo va al 23%, desde las flores hasta el transporte o los recordatorios, o los convites para los familiares durante el velatorio. Los entierros en Grecia siguen estando muy apegados a la tradición, y si se puede, las familias no se saltan la misa de los 40 días o la del año, con el coste económico que implica… pero últimamente la gente ha empezado a economizar. Porque el problema no es el IVA, son estos cinco años de penurias”, agrega la mujer. En la tienda de al lado, Andreas, florista cruzado de brazos, zanja el debate de manera rotunda: “No podíamos ni respirar ya, a base de sumar impuestos. Pero ahora el Gobierno directamente nos ha traicionado”.
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