El diálogo iraní mide el éxito de la diplomacia de Obama
Los negociadores internacionales e Irán se dan hasta el 7 de julio en Viena para el acuerdo nuclear
El presidente Barack Obama busca el diálogo con los rivales tradicionales de Estados Unidos desde que en 2009 llegó a la Casa Blanca. Con el deshielo con Cuba ya en marcha, un acuerdo para bloquear el acceso de Irán a la bomba nuclear sumaría un éxito en la política exterior a los éxitos de política interna del presidente en los últimos días. En Viena, entre presiones en ambos países por impedir el acuerdo, los representantes estadounidenses e iraníes se preparan para negociar más allá del plazo oficial -que vence hoy, martes- y lo han extendido hasta el 7 de julio.
No había prisas, ni nervios el lunes en el Palais Coburg, el palacete decimonónico con vistas a la Ringstrasse —la avenida de circunvalación de la Viena imperial— donde esta semana se perfila un acuerdo que puede reordenar las relaciones internacionales y condenar o salvar al presidente de Estados Unidos.
Frente a las columnas de la fachada del palacete, que alojó a las fuerzas soviéticas en la Viena dividida de la posguerra, los corresponsales iraníes hacían conexiones en directo. En el vecino Marriott, una variedad de activistas —desde la familia de un exmarine condenado a prisión en Irán a un hombre disfrazado de ayatolá con la boca tapada con un pañuelo— aprovechaban las cámaras de televisión para exponer sus causas.
Nadie diría que faltaban horas para que expirase el plazo: el ministro iraní de Exteriores, Javad Zarif, se encontraba en Teherán, el francés, Laurent Fabius, en Nueva York, y la delegación estadounidense se había encargado de avisar, en los días previos, de que la negociación se prolongaría.
La fecha límite, el 30 de junio, ya no es válida. Las partes —Irán y las cinco potencias nucleares con derecho de veto en la ONU (EE UU, Francia, Reino Unido, China y Rusia) más Alemania y la Unión Europea— se han dado más días para redactar un texto que concrete la declaración adoptada en Lausana el 2 de abril.
Asesores del presidente Obama señalan que el plazo real no es el 30 de junio sino el 9 de julio. Ese es el día que el Congreso de EE UU da a la Administración Obama para presentarle el acuerdo con Irán. Si Obama lo presenta dentro de este plazo, el Congreso tendrá 30 días para examinarlo y aprobarlo o rechazarlo.
Durante este periodo, EE UU no podrá levantar sanciones a Irán, que es lo que Irán exige para ceder y reducir sus capacidades para enriquecer uranio, el material necesario para fabricar la bomba. Es un periodo aceptable, según la Administración Obama.
El problema llega si Obama presenta el acuerdo después del 9 de julio. En este caso, el Congreso dispondrá no de uno sino de dos meses. La entrada en vigor del acuerdo nuclear se aplazaría hasta el otoño, dos años después de que se iniciase el proceso con la conversación telefónica entre Obama y su homólogo Hasan Rohaní durante la Asamblea General de la ONU en Nueva York.
Resistencias internas
Aquella conversación, preparada durante meses de contactos secretos, dio pie a un acuerdo interino por el que las potencias internacionales aliviaron las sanciones a Irán e Irán suspendió parte de su programa nuclear. Permitió que, por primera vez desde la revolución iraní de 1979 y la ruptura de las relaciones diplomáticas, altos cargos de EE UU e Irán dialogasen cara a cara. Las negociaciones se han prorrogado varias veces.
Como en otras fases del diálogo, las resistencias se encuentran más en las respectivas capitales —sobre todo en Washington y en Teherán, que llevan el peso del proceso— que en la mesa de negociaciones. Los secretarios de Estado y de Energía de EE UU, John Kerry y Ernest Moniz, han establecido complicidades personales con sus homólogos iraníes, Javad Zarif y Ali Akbar Salehi.
En Washington, es el Congreso, de mayoría republicana, el que marca los límites que EE UU no pueden cruzar en el Palais Coburg, desde precipitarse en levantar las sanciones a imponer un régimen de inspecciones demasiado laxo. En Teherán, es el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, quien tiene la última palabra e impone sus líneas rojas. Al rompecabezas se añade Israel, que desconfía de que el acuerdo efectivamente impida a Irán armarse con la bomba atómica, y los aliados suníes de EE UU, que temen el expansionismo del Irán chií legitimado por la comunidad internacional.
Un acuerdo culminaría una semana en la que el demócrata Obama ha encadenado victorias políticas como el aval del Tribunal Supremo a su reforma sanitaria y la legalización del matrimonio homosexual por parte del mismo tribunal. Ambos fallos judiciales reflejan los cambios de EE UU en los años de Obama. El éxito o fracaso del acercamiento a Irán —y a Cuba— permitirá comprobar si también ha cambiado la geopolítica.
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