Castillos de arena
La corporación brasileña Camargo Corrêa tiene ahora una narrativa diferente a la de su relato de trabajo y éxito
Construir un castillo de arena define lo efímero. Ambicionar, en cambio, un imperio empresarial plantando sus cimientos en la arena, puede llevar a una pudiente longevidad. La corporación brasileña Camargo Corrêa sabe de lo uno y lo otro. Su fundador, Sebastião Camargo, inició su vida laboral en 1926 acarreando arena para la construcción en carretas tiradas por mulas. Cuando murió, en 1994, su viuda, Dirce Navarro de Camargo, heredó una fortuna que Forbes estimó en 11.500 millones de dólares. En 2014 el conglomerado tuvo un ingreso neto de alrededor de 9.656 millones de dólares, con operaciones en 22 países.
El camino que empezó con las carretas, la arena y las mulas y llevó a un imperio empresarial fue, sin duda, épico. Su historia oficial es un relato de trabajo disciplinado, decisiones lúcidas, acciones audaces en Brasil y el extranjero. Pero ahora hay una narrativa diferente. Empezó a contarse en 2014, con el inicio de la más importante investigación contra la corrupción en América Latina: el caso Lava Jato, sobre los multimillonarios robos y sobornos en Petrobras y las grandes empresas constructoras de Brasil.
Las investigaciones de fiscales y policías federales llevaron al arresto de ejecutivos principales de esas empresas. Entre ellos el presidente y un vicepresidente de Camargo Corrêa, que pronto llegaron a acuerdos de delación premiada.
El vicepresidente, Eduardo Hermelino Leite, confesó haber efectuado sobornos millonarios a funcionarios de Petrobras. El presidente, Dalton Avancini, detalló varias coimas, por decenas de millones de dólares, para asegurar contratos. Ambos describieron el funcionamiento de un cartel integrado con las otras principales empresas constructoras para repartir obras, sobornos y costos inflados. Varias de las otras compañías, lideradas por Odebrecht, han negado todo, pese a la evidencia en contrario.
El vicepresidente, Eduardo Hermelino Leite, confesó haber efectuado sobornos millonarios a funcionarios de Petrobras
¿Por qué confesaron los ejecutivos de Camargo Corrêa mientras los del frente liderado por Odebrecht insisten en negar a ultranza? La respuesta puede estar en una investigación previa, Castillo de Arena, hecha por la Policía Federal brasileña desde fines de 2008, con un solo objetivo: Camargo Corrêa.
Luego de escuchas telefónicas y de requisar una importante evidencia documentaria en los domicilios de ejecutivos investigados, la PF pudo describir pormenorizadamente un sistema de sobornos, en Brasil y el extranjero, manejado a través de una contabilidad y administración paralelas.
Las 283 páginas del informe de la Policía Federal revelan, con seudónimos más o menos transparentes, a varios de los sobornados de Brasil, Angola, Venezuela, Argentina, Bolivia y, por cierto, el Perú, mi país.
Esta precuela a la investigación de Lava Jato es la que ha tenido hasta ahora más resonancia en Perú. Sucede que el informe de la PF fue publicado completo en internet, con anotaciones precisas sobre los políticos presuntamente sobornados en el país durante los gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García. Los nombres de ambos expresidentes figuran en las reseñas de la administración paralela, aunque las cantidades específicas de dinero aparecen asignadas a exministros y otros altos ejecutivos de ambos regímenes.
Los aludidos han negado haber sido comprados o alquilados. Camargo Corrêa ha negado también los sobornos. Se basa en su victoria judicial en el caso, cuando un tribunal superior brasileño desestimó la investigación policial por haberse iniciado con un testimonio anónimo. La fiscalía apeló, pero en febrero de este año el ministro del Supremo Tribunal Federal, Luis Roberto Barroso, rechazó la apelación.
Para Camargo Corrêa fue una victoria pírrica. Con la experiencia del derruido Castillo de Arena, los policías y fiscales del caso Lava Jato afianzaron las pruebas y articularon el relato de los hechos subterráneos, que en contrapunto a la hagiografía empresarial, no oscurece la realidad sino la alumbra al explicarla.
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