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Francisco desconcierta a la derecha católica de Estados Unidos

La encíclica se suma a intervenciones pasadas sobre los homosexuales y la desigualdad

Marc Bassets

Francisco desconcierta en Estados Unidos. Algunos conservadores describen sus ideas como propias de un coetáneo del peronismo y la teología de la liberación. Otros restan valor a sus intervenciones porque no es un político, sostiene: al Papa lo que es del Papa y el Rey lo que es del Rey. Y otros instan a entenderle, más allá del ruido mediático que, dicen, lo retrata como el izquierdista que no es. La encíclica sobre la ecología amplía la brecha entre Jorge Mario Bergoglio y un sector de la derecha católica.

Primero fueron sus críticas al capitalismo sin freno y a las desigualdades crecientes. Después, sus palabras de comprensión hacia los homosexuales: “¿Quién soy yo para juzgarlos?" Y ahora, la primera encíclica, en la que el Papa señala a las grandes empresas y a los Gobiernos por el cambio climático, un documento que indirectamente descalifica las ambigüedades de buena parte de los líderes de la derecha estadounidense —también los católicos— sobre el calentamiento del planeta.

Debate superado en Europa

MANUEL PLANELLES, Madrid

El debate sobre la responsabilidad del ser humano en el cambio climático parece ya superado en Europa, donde hay —además de una Comisaría de Energía y Cambio Climático— un amplio consenso político sobre la responsabilidad del hombre en este fenómeno. Otro asunto es la forma de solucionar el problema, que hace que muchas organizaciones critiquen los pocos esfuerzos de la Unión Europea.

"En este año decisivo en la lucha contra el cambio climático, este gesto sin precedentes contribuirá a reforzar la movilización de la comunidad cristiana y más ampliamente del conjunto de ciudadanos que son sensibles a los mensajes del Papa", ha valorado el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius.

Aunque Francisco ataca la inacción de los Gobiernos, y en especial de los países desarrollados, su declaración está en la línea del último pronunciamiento del G-7, donde se asumía que para frenar el calentamiento hace falta disminuir las emisiones. Esa declaración de Elmau fue impulsada por la representante más importante de los conservadores europeos: la canciller Angela Merkel. El escrito fue ratificado también por el presidente de EE UU, el demócrata Barack Obama.

Entre las pocas voces políticas que se alzaron este jueves en Europa contra la encíclica figura la del diputado del partido nacionalista-conservador Ley y Justicia de Polonia Andrzej Jaworski. Afirmó que su país debe seguir basando su sistema energético en el carbón a pesar del mensaje del Papa, más dirigido, a su juicio, a países más contaminantes, informa Efe.

Los encontronzos entre los católicos conservadores de EE UU y su jefe espiritual se han sucedido desde que el cónclave vaticano eligió al argentino Bergoglio en 2013. El último episodio tiene un significado especial por dos motivos.

Primero, por el enorme calado espiritual y teológico del documento. Y segundo —y en un ámbito más terrenal— porque la encícla publicada ayer coincide con los primeros compases de una campaña electoral con un nutrido grupo de candidatos republicanos que niega o pone en duda el consenso científico sobre las causas humanas del cambio climático.

Hay cinco católicos entre los aspirantes a la nominación republicana para las elecciones presidenciales de 2016. Dos de ellos figuran entre los favoritos: Jeb Bush, convertido al catolicismo de adulto, y Marco Rubio, católico practicante, mormón en su infancia, y de nuevo católico pero asiduo durante años de una megaiglesia protestante. Rubio no se ha proununciado sobre la encíclica. Bush, hermano e hijo de presidente y rostro del ala pragmática del Partido Republicano, sí.

El miércoles, en Iowa, Bush matizó las críticas del día anterior al texto del Papa y pidió buscar soluciones para el cambio climático sin dañar la economía. “Espero que mi cura no me reprenda por decir esto, pero mis obispos o mis cardenales o mi papa no me dictan la política económica”, había dicho el martes en New Hampshire, donde hacía campaña.

En un país fundado en la separación de la iglesia y el estado, las palabras de Bush no suenan tan extrañas. Recuerdan a las que pronunció John F. Kennedy, el único presidente católico de EE UU, en un discurso durante la campaña electoral de 1960: “Creo en una América (…) en la que ningún cargo oficial requiere o acepta instrucciones del Papa sobre la política pública”.

Un argumento que se escucha en ámbito católicos conservadores es que, en materia económica, la competencia del Vaticano es cuestionable. El pontífice no es economista. ¿Por qué los políticos católicos deberían escuchar sus consejos?

El argumento se aplica al cambio climático: “Creo que nos iría mejor si dejáramos que los científicos se ocuparan de la ciencia”, dijo el aspirante presidencial Rick Santorum, también católico. Otro argumento, un punto condescendiente: hay que relativizar los argumentos del Bergoglio y entenderlos en el contexto de Argentina y de la América Latina populista e ideologizada en la que creció.

En Estados Unidos viven 51 millones de católicos adultos: es el grupo cristiano con más fieles. En las elecciones presidenciales de 2008 y 2012, los católicos estadounidenses votaron mayoritariamente al demócrata Barack Obama. Pero no puede hablarse de un bloque homogéneo. El voto de los católicos de origen europeo se inclina por los republicanos; el de los católicos hispanos, por los demócratas.

La relación entre la derecha católica y el Vaticano ha oscilado entre la tensión y la proximidad. Algunas de las críticas que ahora recibe el Papa Francisco las recibió Juan XXIII cuando en 1961 escribió la encíclica Mater et Magistra, donde ya alertaba de las desigualdades sociales. El intelectual católico William Buckley, director de la revista National Review e ideólogo de la derecha, replicó: "Mater sí, magistra no". Madre sí, maestra no.

Juan Pablo II, considerado en círculos conservadores como el artífice, junto al presidente Ronald Reagan, de la derrota de la Unión Soviética, cautivó a los republicanos. Benedicto XVI, con su mensaje contra el relativismo, sedujo a intelectuales como George Weigel o Michael Novak, a los que algunos bautizaron como teocons. Francisco, con su mensaje benevolente y tolerante, chocó a la derecha y sedujo al presidente Obama, que lo ha citado en discursos sobre la desigualdad.

El pasado marzo, la National Review preguntó a Weigel "qué le diría a los amigos conservadores que están nerviosos, o decepcionados, o displicentes, o lívidos, o afligidos por el Papa". Weigel respondió sugiriendo a los conservadores que desconfíen de lo que los medios de comunciación dicen que dice el Papa. "Empezaría por lo siguiente", respondió. "'No os creéis lo que leéis en la prensa respecto a otros temas. ¿Por qué os lo créeis sobre el Papa?"

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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