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La disidencia cubana no logra una voz común para afrontar el deshielo

La mayoría de la oposición al régimen apoya el proceso pero algunos se sienten apartados Las posturas ante la visita de la representante de EE UU Jacobson plasman el disenso

Silvia Ayuso
Disidentes cubanos, en el centro Berta Soler, el viernes en rueda de prensa.
Disidentes cubanos, en el centro Berta Soler, el viernes en rueda de prensa.A. E. (EFE)

Sentados en semicírculo, media docena de disidentes se pasan el micrófono para explicar ante una cámara por qué son críticos con la decisión de Estados Unidos y Cuba de normalizar sus relaciones. El debate se celebra en la destartalada casa en La Habana donde el activista Antonio González Rodiles graba su programa Estado de Sats. Desde 2010, esta emisión de aficionados inspirado en talk shows políticos pretende ofrecer un espacio alternativo de discusión en Cuba, que se sube a Internet y también se distribuye en cedés, aunque no hay forma de medir su audiencia en la isla.

La líder de las Damas de Blanco, Berta Soler, es contertulia del programa, grabado al término de las primeras negociaciones bilaterales oficiales para restablecer las relaciones diplomática. Negociaciones que miran con suspicacia, porque se sienten marginados de ellas. Soler viene de boicotear la invitación a conversar con la jefa negociadora estadounidense, Roberta Jacobson. Es su forma de protestar, porque considera que EE UU no está escuchando por igual a los disidentes que critican el proceso que a los que lo apoyan. Lo considera un “desbalance”, pese a que son mayoría los que en la oposición apoyan el cambio de rumbo de Washington.

La asistencia al debate es escasa. En parte porque al mismo tiempo hablan en otro acto también disidentes que sí acudieron a la cita con Jacobson, entre ellos Elizardo Sánchez, de la Comisión Cubana de Derechos Humanos, y José Daniel Ferrer, de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu). Ellos apoyan el paso dado por Washington y La Habana el 17 de diciembre.

El plantón de Soler a Jacobson y la simultaneidad de las convocatorias opositoras ponen en evidencia la división que el restablecimiento de las relaciones bilaterales ha provocado entre este sector de la sociedad cubana a la que su Gobierno niega cualquier representatividad, pero que Washington y el resto de la comunidad internacional —suman varios premios Sájarov— considera la semilla de una futura sociedad civil democrática.

El diálogo no es portada

Cuba y EE UU iniciaron esta semana un “nuevo capítulo”, y así se lo contó la prensa oficialista —la única autorizada en la isla— a los cubanos. Pero la narrativa del drástico cambio de rumbo en la política de dos países enfrentados durante más de medio siglo no mereció ningún día la foto de portada del principal diario de la isla, el Granma.
El “fortalecimiento de los órganos locales” de poder y el éxito internacional de la campaña de alfabetización cubana para adultos se llevaron las historias de portada del jueves 22, día que comenzaban las primeras negociaciones para el restablecimiento de relaciones diplomáticas. Los resultados de las mismas lograron ocupar dos páginas interiores el viernes, pero la foto del día estuvo dedicada al saludo de Raúl Castro al nuevo vicepresidente de Uruguay, Raúl Fernando Sendic. La “toga de honor” que la abogacía cubana hizo llegar a Fidel Castro por su “legado de principios humanistas, ético-morales de solidaridad e internacionalismo” también halló más espacio en la apertura del periódico que ese “nuevo capítulo” que ha llenado de esperanzas a los cubanos.

Cierto es que la oposición cubana nunca fue un bloque monolítico, más allá del objetivo compartido de lograr una Cuba democrática. Pero en momentos en que se está en plena redefinición de posiciones históricas, la disidencia de la isla, que reclama un papel activo y protagonista en este proceso, no parece capaz de presentarse como un actor único e imprescindible del mismo.

Todo ello cuando, según el analista estadounidense Michael Shifter, éste es el momento de definir el papel futuro de la oposición cubana. “Este cambio deja un espacio y una oportunidad para aquellos que vengan con proyectos para ayudar a conformar el curso del futuro de Cuba y que quieran tener un papel más importante que en el pasado”, sostiene el presidente del think tank Diálogo Interamericano.

Desde los frentes se niega que haya una división irreconciliable. “No lo veo como una fractura, es natural que haya distintas opiniones”, asegura Rodiles. Elizardo Sánchez considera una “exageración” de los medios las “diferencias existentes”.

Pero éstas están siendo muy cuestionadas desde el seno mismo de la disidencia. “Los egos y diferencias personales están lastrando el papel de la disidencia, y eso que bastante jodido lo tenemos ya”, advierte Iván García, que se define como “periodista disidente”.

Esto preocupa, y mucho, a activistas históricos —y moderados— como Miriam Leiva, cofundadora de las Damas de Blanco, aunque lleva años desvinculada del grupo que ahora lidera Soler.

“Quien sale ganando de esta situación es el Gobierno cubano”, lamenta. Leiva, que también acudió a la cita con Jacobson, considera que no se trata necesariamente de cambiar de estrategia ante el nuevo panorama geopolítico, sino de estar a la altura del mismo. “No es un problema de cambiar métodos, es un problema de entender el momento y qué es lo más positivo para el pueblo cubano”, subraya.

Desde su columna de opinión en el diario digital opositor 14ymedio, creado el año pasado por la bloguera Yoani Sánchez —y que las autoridades cubanas han bloqueado en la isla—, el periodista Reinaldo Escobar considera que “cada actor deberá reacomodar sus estrategias”. Algo que, desde su experiencia en el seguimiento de los diversos sectores, Iván García ve difícil por la creciente “polaridad”. “Si quieres que te incluyan en las negociaciones, por lo menos tiene que haber un frente común, y no lo hay”.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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