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Pensándolo bien…
Columna
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¿Rolling Stones vs. Beatles? BRICS-FMI

Todavía no está muy claro qué recibirá Brasil del nuevo club económico y político, pero por lo pronto, Dilma ha vuelto a respirar

Jorge Zepeda Patterson

Si el martes de la semana pasada Brasil fue objeto de burlas y condolencias por el abultado 7-1 que le propinó Alemania en la semifinal, apenas una semana más tarde el resto de América Latina le miró con algo más que envidia al anunciarse en Fortaleza la constitución del New Development Bank con un fondo inicial de 100.000 millones de dólares para apoyar a los países integrantes de BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Un importante triunfo para Dilma Rousseff quien se encuentra poco menos que contra el paredón de la opinión pública brasileña luego del desastre futbolero. Aunque no pudo hacerse de la sede del banco, que quedó en Shangái, China, ni de la primera presidencia del organismo, que corresponderá a India, como era su intención, el rostro sonriente que mostraban las fotos contrastó con el semblante funerario que exhibió en la clausura del Mundial apenas el domingo.

Para algunos brasileños se trata, incluso, de un pequeño desquite por los humillantes cantos entonados en sus estadios por los argentinos (“Brasil decime qué se siente tener en casa a tu papá…”). El gobierno de Cristina Fernández hizo lo indecible para que durante la reunión de Fortaleza BRICS se convirtiera en BRICSA, pero al final su solicitud fue desestimada. Pese al entusiasmo inicial de Vladimir Putin, el grupo decidió mantener a Brasil como su único miembro americano. No es difícil suponer quién fue el principal obstáculo dentro del organismo para impedir el acceso argentino.

En realidad hasta el lunes pasado el grupo BRICS no era más que un club de amigos reunidos de vez en cuando en torno a una noción afortunada acuñada por el economista Jim O'Neil en 2001, para referirse a estas naciones emergentes. Comenzaron a juntarse a partir del 2008 cuando todas ellas crecían a todo vapor y tomaron conciencia de ser los nuevos ricos de la pradera. Goldman Sachs, firma en la que labora O'Neil, estima que Brasil, Rusia, India y China pueden convertirse en las cuatro economías dominantes hacia el año 2050.

Con estos números BRICS intenta ejercer como un contrapunto del FMI y de la OCDE. Durante años han sido considerados los chicos impresentables del salón, los parias de la comunidad, permanente subrrepresentados en los organismos internacionales por voluntad expresa de la Casa Blanca. Por lo general resultan reprobados contra las exigencias en materia de democracia y “occidentalización” emitidos por el llamado Consenso de Washington.

Gracias a la chequera china, el grupo está decidido a convertirse en un club de antihéroes y afrontar al mundo haciendo gala de sus propios rasgos de identidad. Frente a la cara aparentemente lavada de los miembros Beatles de la OCDE, ellos presumirán sus tatuajes impúdicos y su desdén por las buenas costumbres, como Rolling Stones que se saben protegidos por las cifras de mercado. Y en efecto, sus números los convierten en un protagonista formidable: unidos representan el 20% del PIB Mundial y 40% de la población del planeta. Y todo indica que esas proporciones seguirán aumentando en los próximos años.

El impacto real para los países miembro aún está por verse, pero el potencial puede ser enorme. Difícilmente podrá convertirse en una institución tumultuosa, toda vez que desea limitar su membresía a países de alta población y fuerte crecimiento (los miembros actuales superan los 100 millones de habitantes, salvo Sudáfrica admitida entre otras razones por el deseo de la organización de poner un pie en ese continente). México y Corea reúnen los requisitos pero su pertenencia a la OCDE y su cercanía a Estados Unidos los convierte en caballos de Troya a los ojos de chinos y rusos.

Justamente un país como México tendría que preguntarse, así fuera hipotéticamente, qué beneficio tiene ser parte del FMI y de la OCDE, en contraste con una membresía en el grupo BRICS. Del primero se obtienen recursos crediticios usualmente envenenados por las exigencias del Consenso de Washington; de la segunda, la OCDE, recibe reportes periódicos sobre educación y niveles de bienestar en los que invariablemente los mexicanos son exhibidos en los últimos escalones.

Todavía no está muy claro qué recibirá Brasil del nuevo club económico y político. Sus socios son tan poderosos como caprichosos a la hora de hacer negocios; ni China ni Rusia se han caracterizado por una agenda generosa en materia comercial o financiera. Pero están urgidos de constituir un polo geopolítico alternativo frente al dólar. Una coyuntura que, bien trabajada, puede ser clave para los intereses del país amazónico. El tiempo lo dirá. Por lo pronto, Dilma ha vuelto a respirar y a bailar así sea a ritmo de Sympathy for the Devil.

Twitter: @jorgezepedap

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