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Elecciones en Francia

Bruselas descarta dar más tiempo a Francia para cumplir el déficit

El comisario Rehn pide al presidente Hollande que haga reformas “como España”

Claudi Pérez
El vicepresidente de la Comisión Europea, Olli Rehn,en una rueda de prensa en Bruselas el miércoles pasado.
El vicepresidente de la Comisión Europea, Olli Rehn,en una rueda de prensa en Bruselas el miércoles pasado. OLIVIER HOSLET (EFE)

Soplan nuevos vientos en Europa. La periferia empieza a salir, a trancas y barrancas, de las garras de la troika. Y los problemas asoman ahora por el centro: los nuevos Gobiernos de Italia y Francia, metidos en graves crisis que van mucho más allá de lo económico, no quieren que los corsés de Bruselas —una política económica convertida en una suerte de camisa de fuerza, cargada de reformas, recortes y demás— ahoguen su precaria recuperación. El flamante primer ministro francés, Manuel Valls, se ha estrenado con un llamamiento a la Comisión Europea para que le conceda margen con el déficit —algo que no hace tanto era una petición genuinamente española— a cambio de un ambicioso proyecto de reformas, recortes de gasto público y estímulos a través de rebajas de impuestos. Valls recibió ayer la respuesta de la Comisión: no. Ni hablar. No habrá nada de eso.

Se avecina un pulso colosal: Bruselas y Berlín tuercen el morro cada vez que alguien cuestiona la ortodoxia del déficit, incluso con un programa económico más propio de un Gobierno conservador que de un Ejecutivo socialdemócrata como el francés. Pero Francia no es Grecia, ni Portugal, ni Irlanda, ni siquiera España: Francia sigue siendo la segunda potencia de la eurozona. París solo tiene un problema: su poderío está de capa caída, frente a la tremenda autoridad de Berlín. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ya ha sugerido que Francia ya obtuvo manga ancha dos veces en el pasado, y que una tercera vez podría ser contraproducente. El aún vicepresidente de Asuntos Económicos de la Comisión, Olli Rehn, recogió ayer ese guante y descartó con rotundidad dar más tiempo a París.

“Una extensión de los objetivos de déficit para Francia solo estaría justificada en caso de sorpresas negativas. Y no hay nada de eso: al contrario, la eurozona está en plena recuperación”, explicó a la agencia Reuters. Esa opinión la comparte también el presidente José Manuel Durão Barroso, según las fuentes consultadas.

Rehn dejó ese sonoro revés a modo de despedida; el lunes abandona la Comisión para presentarse a las europeas. Pero la jugada política va más allá. Tanto el liberal Rehn como el conservador Jean-Claude Juncker se manifestaron ayer en contra de dar aire a París. Francia está sola: el ministro italiano de Finanzas, Pier-Paolo Padoan, ha prometido esta semana que no habrá un eje Roma-París. Tras el reciente varapalo electoral, al Gobierno francés solo le queda una baza: una victoria de la izquierda en las europeas, que van camino de convertirse en un plebiscito sobre la austeridad.

Francia no discute la necesidad de recortar. Valls aseguró que embridar el déficit —en crecimiento ininterrumpido desde los años setenta— es una cuestión de credibilidad y de soberanía nacional. Su política económica no es precisamente keynesiana: pasa por un recorte del gasto público de 50.000 millones a cambio de poder bajar impuestos. Pero tiene poco margen. El déficit cerró 2013 en el 4,3% del PIB —dos décimas por encima del objetivo—, y las previsiones no son halagüeñas. La economía está estancada. Con los votantes socialistas desencantados y con Berlín y Bruselas convencidos de las bondades de su recetario económico, la batalla está servida. Rehn citó como modelos para Francia a países que han hecho reformas, “como Alemania” y, más recientemente, “Irlanda, Letonia e incluso España”, pese a que en esos tres casos los resultados aún dejan mucho que desear. En abril, París debe enviar a Bruselas sus planes fiscales. Y ahí empezará de veras el lío.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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