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Michelle Obama busca afianzar su legado como primera dama a los 50

La mujer del presidente cumple este viernes 50 años pendiente de dar un vuelco a su agenda pública y adoptar mayores compromisos

Eva Saiz
La primera dama de EE UU, Michelle Obama.
La primera dama de EE UU, Michelle Obama.MARK WILSON (AFP)

“Tendré poco más de 50 años cuando deje la Casa Blanca y tengo mucho que hacer todavía. No puedo quedarme sentada y felicitarme por mis aptitudes, tengo que velar por mi legado, bien como madre, como profesional o como ejemplo para otros niños”. Con este aplomo y determinación sobre la huella que espera dejar en el futuro como primera dama, se despachaba Michelle Obama en una entrevista a la revista People con motivo de su 50 aniversario que se cumple este viernes. Los 50 son una edad significativa para cualquier persona, marcan el ecuador de la vida, un momento en el que se suele hacer balance de los logros alcanzados y de lo que queda por hacer. Antes de convertirse en la esposa del presidente de Estados Unidos, Michelle atesoraba un historial de profesional independiente especialista en romper barreras, sin embargo, como primera dama, ha optado por mantener un perfil bajo, centrado en ser lo que ella mismo definió como “Madre en Jefe”, pero que, ahora, parece dispuesta a cambiar en una búsqueda por definir su legado.

Sin la preocupación de una reelección, los segundos mandatos suelen ser aquellos en los que las primeras damas comienzan a tener su propio protagonismo y a desprenderse sombra de sus maridos. Es lo que pasó con Laura Bush, que en la segunda legislatura de su esposo, George W. Bush, sorprendió con sus discursos a favor de los derechos de las mujeres en Afganistán y por su defensa de la puesta en libertad de la política birmana Aung San Suu Kyi. La propia Michelle, reticente a dejarse ver en la primera campaña electoral de su marido, jugó, sin embargo, un papel determinante en varios de los actos y discursos del segundo envite presidencial de Obama.

El rol de primera dama no está descrito en la Constitución y definir su papel nunca ha sido fácil. Compaginar el modelo de madre de familia subordinado a la figura presidencial cuando se viene de ser una prestigiosa abogada formada en Harvard y Princeton, como Michelle, parece aún más complicado. El recuerdo de las críticas que cayeron sobre Hillary Clinton al tratar de redefinir el papel de la mujer del presidente y darle una mayor visibilidad política ha servido de ejemplo a la esposa de Obama a la hora de diseñar su propio camino en la Casa Blanca.

Muchos han echado de menos una mayor implicación de la primera dama en asuntos sociales de más calado, como la defensa de un control más exhaustivo de las armas de fuego o la lucha contra la desigualdad, dada su propia historia personal, una chica criada en una familia humilde en uno de los barrios más problemáticos de la zona Sur de Chicago, convertida en una influyente abogada y en el miembro de la familia que más ingresos aportaba al hogar en su trabajo como vicepresidenta del Centro Médico de la universidad de Chicago.

Con todo, durante la primera legislatura, Michelle ha preferido centrarse en su campaña Let´s Move, en contra de la obesidad infantil, y en el apoyo a las familias de los veteranos del Ejército. La primera dama ha puesto especial cuidado en que sus apariciones y actividades públicas no se asocien directamente con temas de carácter racial, si bien a casi todas las recepciones y eventos que ha celebrado en la Casa Blanca se ha preocupado de que acudan menores y familias de minorías y de las zonas más desfavorecidas. Ella misma ha visitado en varias ocasiones los barrios más deprimidos y marginales de Washington, de mayoría afroamericana y latina.

No obstante, cumplidos los 50, la primera dama se ha hecho más consciente de la necesidad de empezar a trabajar en su legado y está dispuesta a abandonar su rol de “Madre en Jefe”, en alusión a la figura de Commander in Chief, que ostenta su marido, para centrarse en asuntos de mayor calado. Su principal misión, tal y como ella destacó este jueves en una intervención conjunta con su marido en la Casa Blanca, se centrará  en luchar por la igualdad de oportunidades de acceso a la universidad y a la educación, en general, de las clases medias y menos favorecidas, empleando, esta vez sí, su historia personal como ejemplo.

Si Michelle está dispuesta a dar un vuelco a su agenda pública, su vida privada no parece que vaya a acusar la llegada a los 50, más allá de que se ha comenzado a hacer yoga y que se ha cortado el flequillo que se dejó crecer el año pasado. “El flequillo fuer la única concesión a la crisis de los 50”, reconoció la primera dama hace unos meses a un programa de televisión. La mujer de Obama ha hecho gala de esa independencia que la caracteriza alargando sus vacaciones en Hawai para celebrar su cumpleaños, mientras el resto de su familia regresaba a Washington, aún a riesgo de levantar todavía más los rumores sobre su matrimonio. Michelle seguirá levantándose al filo de las cinco de la mañana para hacer ejercicio, seguirá saliendo con sus amigas a los restaurantes de moda de la capital o comprar de incógnito por los centros comerciales, asistirá a los partidos de sus hijas y se preocupará por cómo afrontan sus primeros noviazgos, como una madre más que ha cumplido los 50.

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Sobre la firma

Eva Saiz
Redactora jefa en Andalucía. Ha desarrollado su carrera profesional en el diario como responsable de la edición impresa y de contenidos y producción digital. Formó parte de la corresponsalía en Washington y ha estado en las secciones de España y Deportes. Licenciada en Derecho por Universidad Pontificia Comillas ICAI- ICADE y Máster de EL PAÍS.

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