Merkel aprende a mostrarse humana
La canciller alemana intenta ofrecer una imagen más cercana en la campaña electoral, que arranca con una charla sobre el Muro de Berlín a estudiantes
Angela Merkel tenía siete años cuando se inició la construcción del Muro de Berlín, una barrera casi infranqueable de acero y hormigón destinada a proteger, según la propaganda oficial, el paraíso socialista alemán de los peligros del imperialismo. Fue el 13 de agosto de 1961. La famosa barrera fue bautizada por los jerarcas de la antigua RDA como el "muro de protección antifascista". Desde un punto de vista histórico tuvo corta vida, pero a lo largo de los 28 años que dividió Alemania, Berlín y Europa, 120 personas murieron cuando intentaron cruzarlo.
Merkel tenía 35 años cuando una revuelta popular logró echar abajo el Muro en la noche mágica del 9 de noviembre de 1989. Ese día, la joven doctora en física cuántica no se dejó impresionar por las noticias que invadían Berlín Este, decidió cumplir con su cita semanal y se fue a la sauna. Cuando regresaba a su hogar, se dejó llevar por la marea humana y cruzó, por primera vez, un puesto fronterizo. Después de tomar una cerveza en una vivienda en Berlín Occidental, regresó a su hogar y recuperó la rutina de una científica criada y educada bajo el símbolo de la hoz y el martillo.
Casi 24 años después de ese acontecimiento histórico, que puso fin a la división de Alemania y precipitó el derrumbe del imperio soviético, Angela Merkel, convertida ahora en canciller de su país y ya inmersa en la crucial batalla electoral que debe afianzarla en el poder, ha aprovechado un nuevo aniversario de la construcción del Muro para buscar, desde la clase de un instituto de Berlín, nuevos votos que hagan posible su triunfo electoral el 22 de septiembre.
Bajo la premisa de que con la trágica historia del Muro también se pueden ganar votos y convencida de que todas las trincheras son buenas para el combate, Merkel ha aprovechado su primera aparición pública desde que puso fin a sus vacaciones en el Tirol italiano para convertirse en una aplicada maestra de historia contemporánea sobre la gestación del Muro y su significado a un grupo de alumnos (futuros electores) del colegio Heinrich-Schielemann ubicado en Prenzalauerberg, un famoso barrio de Berlín Este.
"Mis materias favoritas eran los idiomas, alemán y matemáticas", ha confesado Merkel a su llegada al colegio, donde le esperaban los alumnos y un nutrido grupo de periodistas.
La presencia de Merkel en el colegio, como era de esperar, se ha convertido en un fenómeno mediático, pero la puerta de la sala donde Merkel ha impartido su clase magistral ha permanecido cerrada. El secretismo que ha imperado durante una hora obedece a una rígida estrategia que marcará los próximos eventos electorales de la canciller: Angela Merkel, después de ejercer el cargo de canciller durante ocho años, controla su imagen pública como nunca antes lo habían hecho sus antecesores en el cargo.
Aunque la canciller sigue siendo reacia a abrir su intimidad a la prensa y nunca ha abierto las puertas de su vivienda en Berlín ni la de su dacha en Uckermarck a sus amigos del partido —tampoco a los presidentes de Estados Unidos, como era la costumbre de Helmut Schmidt, Helmut Kohl y Gerhard Schröder—, los desafíos de la nueva batalla electoral la han convencido para ofrecer una imagen más humana, una cualidad que no tiene su rival socialdemócrata, Peer Steinbrück.
Este radical cambio de estrategia se puede apreciar desde ya en la nueva página web de la candidata, donde Merkel inició una particular ofensiva personal, apoyada con fotos personales y confesiones íntimas, para captar la simpatía de los electores.
"Mi primer matrimonio, por desgracia, no duró mucho", confiesa. "Me gusta cocinar, de preferencia sopa de patatas y rouladen [rollos de carne de res rellenos con verdura]", añade. El visitante advierte casi al instante que la nueva página web de Merkel está cargada con un inédito toque humano.
El visitante puede ver fotos de Merkel cuando era una niña que jugaba con muñecas, de su época de estudiante, y otras imágenes que van desde sus inicios en la política hasta el presente. Para darle más efectividad al toque humano, los diseñadores apostaron por grandes fotos acompañadas por textos breves. En otras palabras, mucha intimidad adornada con un poco de política.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.