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Tribuna
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Volver a empezar en Haití

Juan Jesús Aznárez

Sepultada por los escombros del terremoto del 2010, demolida por la historia y la incapacidad gubernamental, la mendicante Haití sigue con la mano extendida a sabiendas de que sólo un protectorado internacional podrá rescatarla de su postración. Pero el generalizado convencimiento de que sólo con la asistencia del mundo desarrollado habrán de resolverse los problemas nacionales, desmoviliza los esfuerzos individuales y colectivos, y conduce frecuentemente a la pasividad y a la desconfianza en las propias posibilidades. Cuando concluya el desescombro, Haití volverá al punto de partida, a los problemas estructurales de siempre, a la ruina de los desastres naturales crónicos, a los terremotos, los huracanes y las inundaciones.

Sobran los argumentos para la desconfianza de la sociedad haitiana en sus fuerzas y dirigentes, pues mientras la desesperación, la indigencia, y el abuso de los más débiles se abaten sobre los campamentos de refugiados, legiones de políticos tramposos se olvidan de la reconstrucción para volcarse en la busca y captura del escaño, de la poltrona, en las elecciones parlamentarias, municipales y locales de este año. La reverberación del populismo barato y las mentiras con envase electoral invaden un país machacado por satrapías y catástrofes bíblicas: de rodillas antes y después de la proclamación de independencia de Francia, en 1804.

El pasado 14 de mayo, el presidente Michel Martelly cumplió dos años en el poder sin que la mayoría haya recuperado la esperanza en una patria resucitada y decente. El desabastecimiento, el analfabetismo, el desempleo y la insalubridad observados en los paupérrimos arrabales de Puerto Príncipe rivalizaron con el lodazal de Kibera, en Nairobi, la principal agrupación de chabolas de África. Informes de grupos de cooperación citan la rabia y el fatalismo de la población por las prisas electorales, la proliferación de políticos y promesas oportunistas, la malversación de fondos y la parsimonia en la ejecución de los proyectos de recuperación.

El terremoto del 12 de enero del 2010 mató a 300.000 vidas y derrumbó las viviendas de cerca de dos millones de haitianos. El número de refugiados se redujo de 1,5 millones inmediatamente después de la brutal sacudida a las 358,000 personas de ahora, gracias a desembolsos internacionales cercanos a los tres mil millones de euros. La evacuación se produce con una lentitud reveladora del galimatías organizativo y de la envergadura del problema social. La tragedia agravó las estadísticas de la primera república independiente de América Latina: más de un millón y medio de haitianos comen lo justo o pasan hambre, 82.000 niños sufren desnutrición y buena parte de los jóvenes de menos de 21 años, más la mitad de la población, deambula, delinquen o sufre la estafa de mafias dedicadas al tráfico de emigrantes.

El diplomático canadiense Nigel Fisher, jefe de la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití, afirmó que, poco a poco, mejora la situación, hay más trabajo, más niños en la escuela, el 90% de los escombros desapareció, y el 80% de los refugiados está en nuevas casas”. "Ahora estamos trabajando con los problemas estructurales que existían antes del terremoto". Vuelta a empezar en Haití.

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