Obama busca más pruebas del uso de armas químicas antes de actuar en Siria
La Casa Blanca afirma que todas las opciones, incluida la militar, están sobre la mesa. EE UU no quiere repetir el error de Irak
Barack Obama ha optado por una vía prudente en la grave crisis abierta por la denuncia sobre el uso de armas químicas en Siria y ha decidido que es preciso acumular más pruebas y más argumentos antes de ordenar una acción militar, posibilidad que no se descarta. Estados Unidos, según anunció este jueves la Casa Blanca, trabajará con Naciones Unidas, con los países aliados y con la oposición siria para corroborar los datos aportados por los servicios de inteligencia, un proceso para el que no se ha establecido un plazo determinado pero que está condicionado por las presiones que el presidente ha comenzado ya a recibir desde el Congreso.
“Este no es un problema que se va a resolver de la noche a la mañana”, dijo ayer Obama, durante una entrevista con el rey Abdullah de Jordania. “Lo que tenemos ahora es un informe de inteligencia que no precisa cuándo o cómo fueron usadas esas armas”, añadió el presidente, quien insistió en su advertencia sobre la utilización del arsenal químico por parte del Gobierno sirio: “Eso cambiaría mis cálculos”.
Claramente influido por el fiasco de las supuestas armas de destrucción masiva en Irak, Obama no quiere cometer el mismo error en Siria. El presidente marcó en su momento la utilización de armas químicas como una línea roja que el régimen de Bachir al Asad no podría cruzar, y en este momento tiene sobre su mesa un informe de los servicios de inteligencia que le indica que esas armas han sido ya utilizadas. Le corresponde ahora a él decidir si la línea roja ha sido cruzada y qué va a hacer como respuesta.
Los datos de la inteligencia norteamericana, que revelan el uso de gas sarín “a pequeña escala”, son corroborados por los servicios secretos israelíes y británicos y por testimonios de algunos miembros de la oposición siria. Pero a Obama no le parecen aún suficientes como para actuar de inmediato. Quiere más garantías, quiere la absoluta seguridad de que si se desencadena un ataque militar en Siria o se arma a la oposición para que gane la guerra es porque está enfrente un régimen abominable que no ha tenido contemplaciones para lanzar gases venenosos contra sus propios ciudadanos. “Tenemos algunas pruebas, pero necesitamos más”, resumió el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney. “Es la forma responsable de actuar en un asunto de esta trascendencia”.
El problema es que esas pruebas tan contundentes no van a ser fáciles de reunir. Para ello se requiere que el régimen sirio le permita a una comisión internacional de la ONU plena libertad de movimientos en sus arsenales y el campo de batalla. O se necesitaría que un grupo de oposición creíble dispusiera de testimonios directos indiscutibles. Puede haber otros métodos, pero lo cierto es que EE UU no aclara cómo puede obtener la certificación que pretende.
Algunos en Washington piensan que esto es, en realidad, una excusa de Obama para no intervenir. En el Congreso, los más influyentes senadores demócratas y republicanos no tienen dudas: la línea roja se ha cruzado, hay que actuar. El Gobierno de Israel puede contribuir a aumentar la presión en ese sentido. También lo pueden hacer algunos grupos rebeldes sirios, que ven en una intervención extranjera la única posibilidad de ganar una guerra aparentemente estancada después de más de dos años de combate.
Por mucha prudencia que demuestre, Obama es prisionero de sus palabras sobre la línea roja y no podrá dejar pasar mucho tiempo sin hacer el próximo movimiento, más aún si el régimen de Asad, como es probable, se ve obligado a nuevos ataques contra objetivos civiles para mantener el poder.
¿Cuánto tiempo? El portavoz de la Casa Blanca dijo que no se ha marcado ningún plazo. “Al presidente lo que le interesan son los hechos, no vamos a establecer un límite de tiempo para llegar a esos hechos”, afirmó.
Carney señaló, al mismo tiempo, que todas las opciones, incluidas las de carácter militar, están actualmente sobre la mesa y que Obama, en su condición de comandante en jefe de las fuerzas armadas norteamericanas, dispone de una amplia gama de instrumentos a los que recurrir. También recordó que EE UU se reserva siempre su derecho a intervenir militarmente de forma unilateral, aunque en el caso de Siria se está actuando de forma multilateral.
Cualquier tipo de acción militar en Siria implica gran complejidad y múltiples riesgos. La imposición de una zona de exclusión aérea exigiría, como ocurrió en Libia, ataques previos para eliminar las defensas sirias. Armar a los rebeldes supondría crear en Siria un nuevo ejército sobre cuyo compromiso con la democracia, el laicismo y los derechos humanos existen todavía bastantes dudas.
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