El reto de una economía a la deriva
El vencedor en las elecciones tendrá que enfrentarse a la amenaza combinada de recesión, alta inflación y un déficit fiscal del 12% del PIB
La economía venezolana tiene dos problemas de principio: el modelo estatista y la falta de confianza. De ahí cuelgan todos los demás. Sea quien sea el vencedor de las elecciones presidenciales del domingo se va a encontrar con un país al borde de la estanflación [recesión más inflación]”, afirma José Guerra, exjefe de Investigación del Banco Central de Venezuela. “Los demás” no son dificultades pequeñas: escasez de alimentos, alta inflación, apagones, fuerte déficit fiscal, aumento de la deuda pública, falta de divisas y crecimiento de la histórica dependencia del petróleo, cuyo precio, si descendiese por debajo de los 100 dólares el barril, podría suponer un verdadero cataclismo.
Pese a la gravedad de la situación, agudizada por dos devaluaciones en los últimos dos meses del bolívar, que ha perdido un 46% de su valor, ninguno de los dos candidatos ha dicho cuáles serían sus prioridades ni quiénes formarían sus equipos económicos. Se han limitado a utilizar el problema como arma arrojadiza y a anunciar promesas como la de una subida salarial del 40% para paliar el impacto de las devaluaciones.
La polarización política que vive el país hace que sea prácticamente imposible hallar un terreno común entre el candidato chavista y el líder de la oposición. El presidente encargado, Nicolás Maduro, ve acaparamiento y sabotaje por parte de la “burguesía” allí donde Henrique Capriles encuentra control de precios, expropiaciones y mala gestión del Gobierno. El heredero de Hugo Chávez ha prometido poner remedio a estos males con mano dura y en el caso del sector eléctrico declararlo “asunto de seguridad nacional” y “militarizar” todo el sistema.
“Hay ciudades de dos y tres millones de habitantes donde se va la luz tres y cuatro veces al día”, asegura Guerra. La oposición responsabiliza del déficit eléctrico, que afecta a la mitad de los 23 Estados de Venezuela, a la improvisación, desorden e incapacidad profesional de quienes dirigen la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec), cuyo presidente es Argenis Chávez, hermano del caudillo fallecido. Añaden que el régimen ha incorporado a cubanos e iraníes a la industria y que ésta ha recibido 38.500 millones de dólares entre 2008 y 2012 para la generación eléctrica cuyos efectos no se notan.
La escasez de alimentos es del 20%, según el Banco Central de Venezuela, frente al 13% del año pasado. Aceite, harina de maíz, queso y pollo son los productos con mayor índice de desabastecimiento —en torno al 40%— en los últimos seis años, según un estudio de la empresa de investigación de mercados, Dataanálisis. Aunque de forma menos crítica también hay dificultades para adquirir otros bienes como productos para el aseo personal y la limpieza del hogar. El problema afecta mucho más a las regiones que a Caracas y más a las pequeñas tiendas de abastos que a las grandes cadenas de supermercados.
Venezuela depende de los ingresos del petróleo para comprar en el exterior el 70% de los alimentos que consume, que importa principalmente de Brasil y de Estados Unidos, el gran Satán para el régimen. Años de control de precios, nacionalizaciones de tierras y amenazas de expropiaciones así como falta de suministros y malas comunicaciones ha hecho que la producción de algunos productos como el maíz, el arroz o la carne hayan caído en picado.
La inflación repuntará este año por encima del 30%, según la mayoría de los analistas, frente al objetivo del 20% fijado por el Gobierno. La subida salarial prometida en campaña acelerará la subida. El déficit fiscal ha alcanzado la cifra récord del 12% del PIB, según Moody's Investors Service, y la deuda pública, de 210.000 millones de dólares, ha llegado al 55%. Existen además varios tipos de cambio con el dólar, desde el oficial de seis bolívares por cada billete verde a los más de 20 en el mercado negro.
“La dependencia del petróleo ha crecido”, apunta Guerra, “en 1998, antes de Chávez, las exportaciones petroleras suponían el 75% del total y ahora representan el 95%”. Al tiempo, mientras que la producción de crudo ha descendido respecto de hace 15 años, el consumo de gasolina se disparó un 65% entre 1998 y 2011. Chávez congeló durante su mandato el precio de la gasolina hasta el punto de casi regalarla —40 céntimos de dólar el litro al cambio no oficial, que es el que se utiliza— y actualmente el país necesita importarla. Los venezolanos consumen siete veces más gasolina per cápita que sus vecinos colombianos, que la compran a 1,2 dólares el litro. El populismo del combustible dio dividendos políticos al líder bolivariano pero está en el centro de las distorsiones que sufre la economía venezolana.
Pese a la propaganda electoral, los venezolanos son conscientes de que vienen tiempos económicos duros. El Gobierno chavista tiene el control absoluto de 21 actividades públicas —en 1998 solo había 11 monopolios estatales— y su política de asistencia social ha hecho el gasto público insostenible. “Si gana Maduro tendrá que adoptar medidas impopulares. Si vence Capriles puede devolver cierta confianza a la economía venezolana y atraer inversión privada y extranjera”, pronostica Guerra. Tal vez. En cualquier caso, el líder opositor ya ha dejado claro que no subirá la gasolina.
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