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Cumbre Europea

Alemania cierra puertas a España

Merkel entierra la recapitalización directa de la banca con efectos retroactivos. Bruselas impone un apagón informativo sobre el rescate español hasta que Madrid se asegure de que una petición no recibiría un veto “desastroso” por parte de Berlín

Claudi Pérez
Merkel, en Bruselas, durante la rueda de prensa posterior al consejo.
Merkel, en Bruselas, durante la rueda de prensa posterior al consejo.Jock Fistick (Bloomberg)

La historia de la crisis europea no es una cadena de acontecimientos, sino una serie de problemas, de fundamentales e ineludibles problemas. Y una maraña de contradicciones no resueltas. La primordial consiste en que Europa solo avanza cuando está entre la espada y la pared. La experiencia reciente demuestra que los líderes europeos son propensos desde siempre a retrasar decisiones importantes en ausencia del acicate de los mercados. Las presiones, en este momento, se han suavizado en la periferia y no existen en el Norte: sin ese cuchillo en la garganta, la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE finalizó sin grandes acuerdos, sin apenas palabras rimbombantes, con una saludable sensación de normalidad después de 25 cumbres del fin del mundo. La UE cerró, como se esperaba, acuerdos de mínimos respecto a la gran pregunta: qué quiere ser mayor. Pero cuidado: tampoco hubo referencias a sus problemas más acuciantes. Grecia obtuvo palabras de apoyo; para ver algo más harán falta unas semanas. Y España, nada: la cumbre retrasó el calendario de la supervisión bancaria única, que permitirá la recapitalización directa de la banca previsiblemente en 2014. Demasiado tarde para los bancos españoles. Demasiado poco para los problemas de Madrid.

Porque ni siquiera hubo un gesto para España, que sigue en medio de una recesión profunda y con los mercados al acecho, anestesiados solo por la amenaza del Banco Central Europeo (BCE). Berlín enterró la posibilidad de que el mecanismo de rescate europeo pueda comerse parte del dinero público que España inyectará en los bancos, que asciende a unos 40.000 millones de euros (el equivalente a revalorizar las pensiones 10 años seguidos con la inflación actual, más o menos). Puede que solo sea una posición negociadora –el habitual nein, nein, nein—, pero la canciller Ángela Merkel aseguró que esa, directamente, no es una opción. España no rechistó: el presidente Mariano Rajoy considera que tampoco es una prioridad española.

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En público, solo un tecnócrata, el primer ministro italiano Mario Monti, discutió el punto de vista impuesto por Alemania, que ha salido claramente ganadora de esta cumbre y ha reinterpretado la anterior a su favor. En privado, una alta fuente europea fue tajante con la protección que otorga decir las cosas con la condición de anonimato: “Merkel prejuzga la decisión de los Ministros de Finanzas de la eurozona. No hay una sola referencia en las conclusiones del consejo con las que se defienda la posición alemana”.

Por primera vez en la historia de la UE, Alemania es el líder indiscutido, aunque una parte de los alemanes sigan sintiéndose incómodos en ese papel. Pero sus políticas están asimilando muy lentamente –quizá demasiado, según Charles Grant, del Centro para la Reforma Europea, un think tank londinense— las responsabilidades que conlleva el liderazgo. Las palabras de la canciller añadieron varios motivos de preocupación al Gobierno de Rajoy. “No va a haber ninguna recapitalización directa retroactiva”, dijo tajante. Merkel dejó claro que la inyección de dinero europeo en los bancos sin pasar por el Estado –y, por lo tanto, sin que suponga una carga más para la deuda pública— “solo será posible en el futuro”. En román paladino: no servirá para sanear los excesos financiados por los bancos españoles durante los años locos del boom.

Pero contra esa interpretación cabe buscar en la mejor fuente: las conclusiones de la cumbre. Las citadas conclusiones concretan que la Unión debe “acordar el marco legislativo del mecanismo único de supervisión (el BCE) para el 1 de enero de 2013”. “El trabajo sobre la aplicación operativa tendrá lugar durante 2013”, abunda. El presidente del BCE, Mario Draghi, ya ha adelantado que eso supone dejar para 2014 la recapitalización directa de la banca. Pero en la cumbre no hubo nada para los denominados “activos heredados”, la basura tóxica que España o Irlanda, por ejemplo, han depositado en sus bancos malos. A ese respecto, “el Eurogrupo definirá los criterios operativos exactos por los que se regirán las recapitalizaciones directas de la banca” a través del mecanismo de rescate, de nuevo según las conclusiones. Pese al no de Berlín, todo eso está por discutir: la decisión sobre el carácter retroactivo de las recapitalizaciones bancarias está en manos de los ministros de Economía y Finanzas de la eurozona. El finlandés, el holandés y sobre todo el alemán, Wolfgang Schüable, llevan semanas diciendo que no. Pero tanto Francia como Italia son favorables a una medida que le iría de perlas a una deuda pública española que aumenta a toda velocidad.

Pese a que según esta tesis la interpretación alemana está aún en el alero, Berlín se impuso en todos los demás pulsos relativos a la unión bancaria. Para que la recapitalización directa sea un hecho, Merkel puso dos condiciones: que los ministros de Finanzas del euro establezcan los criterios para que el fondo de rescate europeo pueda inyectar el dinero y que se haya creado un supervisor único “efectivo”. Esta última palabra se convierte en fundamental, ya que retrasa el calendario hasta muy avanzado 2013, cuando no ya 2014. Triunfaría así la tesis de que el dinero europeo solo responderá por los fallos de supervisión que se hayan cometido en las instituciones europeas; y que España tendrá que pagar sus propios errores.

“Ni se me ha pasado por la mente”, respondió la mujer más poderosa de Europa a los que, como el presidente francés, le acusaron de tomar decisiones fundamentales en función de sus “intereses electorales”. Los líderes de Francia e Italia, Hollande y Monti, que habían defendido a capa y a espada que se respetara lo pactado en la cumbre de junio –es decir, que la supervisión bancaria estuviera lista gradualmente a partir del próximo mes de enero— comienzan a admitir la derrota. Mientras que el presidente Hollande mencionó la posibilidad de que haya recapitalización directa “a lo largo de 2013”, el primer ministro Monti confía en que a lo largo del próximo año el nuevo supervisor bancario tenga una operatividad efectiva.

La gran sorpresa de la reunión fue el apagón informativo acerca del segundo rescate a España. “Hay numerosas razones para que el presidente Rajoy demore la petición”, explicó un alto funcionario de Bruselas. Entre otras, sugirió la posibilidad de que algún país –de nuevo Alemania— vete la ayuda, lo que explicaría el silencio de los líderes, empezando por Rajoy, a pesar de que los analistas dan por hecho el rescate, e incluso vaticinan que la solicitud llegará en apenas unas semanas. La citada alta fuente explicó que el mero riesgo de una negativa al segundo rescate español –que calificó como un potencial “desastre político para la zona euro”— obliga a España a meditar cuidadosamente su decisión. Preguntado por la posibilidad de un eventual veto por parte de Alemania, un portavoz del Gobierno alemán echó balones fuera: “Alemania aplaude la resolución que ha mostrado España para atajar la crisis y para tomar las medidas que sena necesarias. Pero España siempre ha dicho que no necesita un programa, algo que el Gobierno alemán comparte”.

Alemania; siempre Alemania. “Al final, Berlín se verán obligada a tomar una decisión: si quiere que se salve el euro o dejar que se fracture”, indicaron fuentes diplomáticas. Sus imposiciones en esta cumbre no son graves, en algunos casos incluso son un avance, pero tampoco ayudan a romper el círculo vicioso entre los problemas financieros y la deuda soberana para el mayor problema del euro, que a día de hoy es España. “Merkel solo piensa en sus elecciones. Y queda un año para los comicios”, advirtieron las mismas fuentes.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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