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La crisis vuelve del revés a Portugal

El Gobierno conservador se empeña en la austeridad, izquierda y sindicatos se dividen La sociedad civil se moviliza, pero la gente sufre cada día más

Antonio Jiménez Barca
Una portuguesa se mofa del primer ministro en una marcha este viernes en Lisboa.
Una portuguesa se mofa del primer ministro en una marcha este viernes en Lisboa. JOSE SENA GOULAO (EFE)

Parece el principio de una de esas novelas medio alegóricas de José Saramago. Pero ocurrió de verdad el viernes en Lisboa: ese día, el 5 de octubre, se celebró el Día de la República y el presidente Aníbal Cavaco Silva izó solemnemente la bandera en la ceremonia oficial, retransmitida en directo a todo el país. Nadie se dio cuenta al principio, pero la bandera estaba colocada al revés, de modo que cuando Cavaco acabó de izarla, quedó colgada cabeza abajo, con el escudo mirando al patio. Uno de los asistentes de la ceremonia dijo en alto lo que muchos estaban pensando:

— Así está el país, vuelto del revés.

Es cierto. Al revés y convulso. El pasado 15 de septiembre, una multitudinaria manifestación en Lisboa organizada a espaldas de partidos políticos y sindicatos hizo que el Gobierno se olvidara de su intención de retirar un 7% del sueldo a todos los portugueses a fin de sujetar el déficit. Pero amenazó con otras. El miércoles, después de haber informado cumplidamente a la troika de lo que se iba a hacer, el ministro de Finanzas, Vítor Gaspar, anunciaba a los portugueses una brutal subida del impuesto de la renta que afectará —de nuevo— a la ya aplastada clase media portuguesa. La izquierda protestó con una casi frase hecha: “El mismo robo con otra mano”.

Al día siguiente, el jueves, el primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho salvó sendas mociones de censura convocadas por el Partido Comunista Portugués y el Bloque de Izquierda gracias a la mayoría absoluta de su coalición con los centristas del Centro Democrático Social, que, alérgicos a subir los impuestos por principio, pusieron cara de póquer ante la situación. El Partido Socialista portugués (PS), el principal partido de la oposición, criticó y denunció durante toda la sesión con una dureza desusada la política de recortes de Passos Coelho.

Pero luego, a la hora de la votación, el PS se abstuvo, apelando a un sentido de la responsabilidad algo difuso y para diferenciarse de los diputados de extrema izquierda. Por cierto: en la sesión, el ministro de Finanzas —el mismo que anunciaba la subida de impuestos un día antes— alabó y calificó de “extraordinaria” la histórica manifestación que hizo torcer (aparentemente) el rumbo del Gobierno. Otro ejemplo del mundo al revés.

Así que la austeridad volverá (en realidad nunca se fue) y el presupuesto del año que viene será duro. Muchos economistas y estudiosos creen que la fórmula conduce a un callejón sin salida que acabará por estrangular definitivamente la ya anémica economía portuguesa. Y la gente que llenó hasta reventar las calles de Lisboa hacía 15 días gritó, simplemente, que no puede más. El Gobierno replica que no queda otro remedio, que el país se encuentra intervenido económicamente, y que o se cumple con lo pactado con la troika o se sale del euro.

¿Habrá más protestas? Sí. ¿Efectivas? Eso no está tan claro. Este miércoles, horas después de que Gaspar anunciara la subida generalizada del impuesto de la renta, uno de los dos principales sindicatos portugueses, la CGTP, convocaba una huelga general. Y el jueves, el otro sindicato portugués, la UGT, informaba de que no secundaba esa huelga pero que organizará, el 26 de octubre, una masiva protesta callejera. Así, quedaba patente la desunión completa de las dos principales fuerzas sindicales del país en un momento crucial: la aprobación del presupuesto más restrictivo y difícil de la historia democrática de Portugal.

Y mientras los sindicatos se desgarran, la sociedad civil se arma: el viernes, se constituía una plataforma independiente de izquierda compuesta por economistas, profesores, políticos retirados y en activo, antiguos líderes sindicales y personalidades relevantes de la vida portuguesa como Pilar del Río, compañera sentimental de José Saramago, para atisbar un nuevo rumbo y la salida del túnel portugués, en el que ahora no hay sino oscuridad. Allí, Vasco Lourenço, uno de los viejos capitanes de la Revolución de los Claveles, aseguró que Portugal se encuentra de nuevo bajo el peso de una dictadura y el exlíder de la central sindical CGTP y ahora profesor universitario Manuel Carvalho da Silva animó a los jóvenes “a que se levanten contra esta situación”.

Ese viernes, Cavaco Silva, el mismo que había izado la bandera al revés sin darse cuenta, dijo una frase con la que muchos portugueses concuerdan: “Los sacrificios tienen que tener algún sentido”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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