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La ley islámica más radical ya se aplica en el norte de Malí

Islamistas que controlan parte del norte de Malí amputan la mano de un ladrón de motocicleta

José Naranjo
Combatientes del grupo islamista Ansar Dine en Kidal, el 7 de agosto.
Combatientes del grupo islamista Ansar Dine en Kidal, el 7 de agosto. Romaric Hien (AFP)

Miembros del grupo islamista Movimiento para la Unicidad del Yihad en África Occidental (Muyao) han amputado la mano de un ladrón en la localidad de Ansongo, en Gao. Los grupos yihadistas que controlan las tres regiones del norte de Malí han comenzado a aplicar, en los últimos días, una interpretación radical de la sharía o ley islámica que incluye castigos corporales severos, como la amputación o la lapidación. Estas medidas están chocando, sin embargo, con la resistencia de la población, que en la ciudad de Gao se ha llegado a enfrentar con los extremistas.

El pasado miércoles en Ansongo, los islamistas del Muyao amputaron la mano de un ladrón de motocicleta, en la plaza del pueblo y ante decenas de personas, según un testigo presencial. “Es la ley de Dios (…) Hemos aplicado la sharía a Ansongo, la mano de un ladrón ha sido cortada. Es la sharía la que lo exige”, dijo Mohamed Ould Abine, jefe local de Mujao a France Presse. “En unos días, vamos a hacer lo mismo en Gao. Nadie puede impedirlo”, añadió.

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Medidas restrictivas como la prohibición de jugar al fútbol en la calle, beber alcohol o fumar, así como los castigos corporales (latigazos) comenzaron a aplicarse en el norte de Malí desde que, a finales de marzo, grupos terroristas e islamistas radicales —el Muyao, Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) y Ansar Dine (Defensores de la Fe)— se hicieron con el control de las principales ciudades en colaboración con los rebeldes tuaregs del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA). Tras el enfrentamiento de finales de junio entre terroristas y rebeldes tuareg que se saldó con la expulsión de estos últimos del norte de Malí, los yihadistas, nuevos amos del norte, han llevado al extremo la aplicación de la sharía en los últimos días.

El 29 de julio pasado, un hombre y una mujer fueron lapidados hasta la muerte en la localidad de Aguelhok por tener dos hijos sin estar casados. El castigo fue contemplado por unas 200 personas, que vieron cómo la pareja era introducida en dos agujeros excavados en el suelo y cómo los verdugos les arrojaban piedras hasta que murieron, según relataron testigos presenciales.

Pocos días después, el sábado 4 de agosto, el líder de Muyao, Abdul Hachim, anunciaba a través de la radio privada Adar Koïma que al día siguiente, en Gao, se le iba a amputar la mano a un joven miembro del propio movimiento que, al parecer, había robado armas y municiones para luego revenderlas. Hachim invitaba a la población a contemplar la aplicación de la sentencia. Cientos de jóvenes de Gao se concentraron, sin embargo, en la plaza cantando el himno nacional malí para impedir que se llevara a cabo la amputación. La determinación de los jóvenes provocó que los miembros de Muyao decidieran suspender el castigo, pero esa misma tarde se produjeron disturbios cuando los terroristas pegaron una paliza a un periodista de una radio local por difundir la noticia de la revuelta juvenil.

El pasado miércoles los islamistas amputaron la mano de un ladrón de motocicleta

Mientras se producen estos hechos, esta semana se han multiplicado los esfuerzos de diálogo para encontrar una salida negociada a la situación que viven las tres regiones del norte de Malí bajo control islamista. Así, el ministro de Asuntos Exteriores de Burkina Faso, Djibril Bassolé, se trasladó hasta Kidal donde mantuvo una reunión con el líder de Ansar Dine, Iyad Ag Ghali, quien aceptó este intento de mediación. Bassolé acudió hasta el norte de Malí en representación del presidente burkinés, Blaise Compaoré, designado mediador para la crisis malí por la Comunidad Económica de Estados de África del Oeste (Cedeao).

El presidente del Alto Consejo Islámico de Malí, el imam Mahmoud Dicko, se trasladó, por su parte, hasta Gao donde tuvo ocasión de reunirse con notables de la ciudad y con miembros del Muyao en un intento de encontrar una salida negociada a la crisis. Tras la entrevista, Dicko condenó los castigos corporales y aseguró que los miembros de este movimiento “no pueden atribuirse el poder de aplicar la sharía”.

Estos intentos de diálogo se producen cuando el presidente interino de Malí, Dioncounda Traoré, está a punto de designar a dos vicepresidentes y al nuevo gobierno de unidad nacional encargado de dirigir un periodo de transición a la democracia de un año, según anunció hace dos semanas tras regresar de su “exilio” de dos meses en Francia. Traoré ha dejado la puerta abierta a este diálogo con los islamistas radicales que ocupan el norte del país, pero también ha dejado claro que la integridad territorial de su país es innegociable y que, si no se producen acuerdos, se llevará a cabo una intervención militar apoyada por una fuerza de la Cedeao para expulsar a los terroristas.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tuvo una reunión el pasado miércoles con el tema de Malí sobre la mesa, aunque en la misma no se produjeron avances significativos. El Consejo de Seguridad sigue exigiendo aclaraciones sobre el modelo de intervención militar preconizado por la Cedeao antes de aprobar una resolución que avale el uso de la fuerza. Y ha dejado bien claro que debe ser el Gobierno de Malí quien, de forma expresa, pida dicha intervención militar, lo que aún no se ha producido.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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