Fin de partida en Siria
Pese al golpe asestado contra el régimen, nada permite augurar que el fin sea inminente y remate necesariamente con la caída de Bachar el Asad
La espectacularidad del golpe asestado contra el régimen sirio, eliminando a dos ministros y al jefe del servicio de inteligencia entre otros, acelera el proceso que apunta a un final de partida. Aun así, y a pesar de que desde su arranque la Operación Volcán de Damasco y Terremoto de Siria ha logrado llevar los combates a la capital, nada permite augurar que el fin sea inminente, que remate necesariamente con la caída del régimen de Bachar el Asad y, mucho menos, que de inmediato Siria pase a ser una democracia. Una vez convencidos de que el régimen está decidido a resistir a toda costa y de que la comunidad internacional (con Washington a la cabeza) no está dispuesta a implicarse militarmente en el conflicto -aunque trate de esconder su inactividad en la puntual resistencia de Moscú a aprobar un castigo directo-, han sido los rebeldes los que han tomado el protagonismo en la oposición al régimen.
En términos militares la relación de fuerzas es inequívocamente favorable al régimen. Bachar no solo cuenta con unas fuerzas armadas cohesionadas en torno a un liderazgo alauí, sino también con las temibles shabiha y los apoyos de Irán, la milicia de Hezbolá y hasta Rusia como suministrador de armas y apoyo político.
Por su parte, los rebeldes no han logrado todavía superar sus propias fracturas, de tal modo que el Ejército Libre de Siria no tiene asegurada la colaboración de muchos otros grupos locales. En todo caso, han ido adquiriendo una valiosa experiencia en el casi año y medio de combates y han visto engrosada su capacidad combativa con el suministro de armas adquiridas por Catar, Arabia Saudí (y EE UU en un segundo plano). Si a eso se le añade que, como siempre ocurre en una guerra asimétrica, su ventaja es la de elegir el momento y el lugar en el que efectuar sus golpes, puede dar la falsa impresión de que han logrado dar la vuelta a la situación.
Los rebeldes no han superado sus propias fracturas y no tienen el apoyo de muchas otras fuerzas locales
Los hechos demuestran que no es así en ningún caso. En concreto, no han podido evitar el castigo a la población ni liberar ninguna porción del territorio nacional y únicamente consiguen a duras penas mantener bolsas de resistencia en las cercanías de algunas ciudades. En todo caso, su decisión de presionar directamente sobre Damasco está obligando al régimen a detraer fuerzas de otros escenarios, poniendo en peligro su control sobre la vital línea definida por el valle del Orestes (con Homs, Rastan y Hama como referentes), que conecta con Alepo y las ciudades de la costa que sirven como vitales vías de suministro.
Sea como sea, lo ocurrido en el edificio de la Seguridad Nacional muestra las carencias del régimen, en un momento en el que se acentúa el abandono del barco por parte de quienes comienzan a percibir que el futuro no pasa por Bachar. Así, son ya una veintena los generales y media docena los embajadores que han desertado. Entre ellos sobresale el general Manaf Tlass- apresuradamente presentado como un posible relevo de Bachar- no solo por su condición de jefe militar de una de las unidades de la Guardia Republicana sino, sobre todo, por ser el representante de la principal familia suní que servía de sostén al régimen. Su gesto obliga al resto de los actuales aliados de Bachar a definirse de una vez por todas, salvo que quieran inmolarse con quien ha sido su principal protector frente a un hipotético dominio suní.
El conflicto entra en una nueva etapa, con la previsión de una respuesta aún más brutal del régimen y con los rebeldes apostando por su colapso.
Jesús A. Núñez Villaverde – Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)
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